Palabra Dominical

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V Domingo de Pascua

¿Cómo podemos saber el camino?»

Jn 14, 1-12

La pregunta del Apóstol Tomás, que hemos escuchado este domingo, refleja el sentimiento de muchos hermanos: ¿Cómo podemos saber el camino?». En poco tiempo hemos sido testigos de cómo el ritmo del mundo dio un cambio sin precedentes, hoy no sabemos con certeza cómo será el futuro próximo.

Ante esta realidad, el Evangelio, comienza con un mensaje de esperanza en medio de la incertidumbre: No se turbe su corazón: crean en Dios y crean también en mí.

Pero ¿Qué significa esto? ¿De qué sirve creer en Dios en estos momentos de cambio?

Cuando hemos caído en la endulzante tentación del materialismo individualista, es fácil, muy fácil convertirse en seres temerosos, pesimistas, resentidos, miedosos, quejosos, sin vida y ésa no es la opción de una vida digna y plena que nos ofrece Jesucristo, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.

Creer en Dios significa hacerle caso, entender la propuesta del Evangelio, iniciar una forma de vida donde el criterio sea el mensaje de Jesús. Arriesgarse a tomar la cruz y seguirle. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Los acontecimientos que hemos vivido nos muestran que hemos errado, que andábamos por el camino equivocado.

Jesús es el camino, la verdad y la vida. Creerle a Él, hacerle caso, vivir según sus criterios, nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!

Hoy el Señor nos susurra al corazón: No se turbe su corazón: crean en Dios y crean también en mí. Dios está en medio de nosotros, como lo afirma Sofonías: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17).

El Camino para una vida plena, Jesús lo muestra, el camino es Él. Estar con Jesús nos devuelve la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!

Hoy la tentación es vivir en la tristeza, en el gris pragmatismo, en anclarse en algo que ha dejado de ser. Es verdad, la situación actual nos impulsa a una forma de relacionarnos diferente y no podemos vivir como si nada pasara fingiendo, pero la Alegría y la Paz que nos ofrece el Señor se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.

Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26).

La semana pasada recordábamos: El Señor es mi pastor, nada me falta… Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo…» (Sal 23 [22],1-4). El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su «vara y su cayado me sosiega», de modo que «nada temo» (cf. Sal 23 [22],4),

Creer en Dios, tener Fe en Él, genera Esperanza y la Esperanza genera paciencia, perseverancia, constancia. Hermanos tengamos esperanza soportando pacientemente las pruebas para poder alcanzar la promesa (cf. Heb 10,36) perseveremos en la fidelidad a Dios basándonos en la certeza de la Alianza, El Señor está con nosotros, Él nos da fuerza para seguir adelante. No se turbe su corazón: crean en Dios. Él es el camino la verdad y la vida. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Arzobispo de Durango