¿Cómo hablarnos? Parte 2

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MTF. Alfredo Arévalo

En el artículo anterior hablamos de los tres estados de YO, presentados por Eric Berne, y de cómo el diálogo que tenemos con nosotros mismos, mediante la revisión y reedición de su historia, logramos cambiar significados en relación a lo que creían de ellos mismos para poder desarrollar nuevas habilidades y significados.

También hablamos de la importancia de cómo hablarnos y evitar ciertas críticas que a lo largo del tiempo vamos a verlas como una realidad. Ahora el punto de este artículo es modificar ese diálogo con nosotros mismos para propiciar un cambio, entonces la pregunta principal es…  ¿Cómo mejorar la autoestima mediante el diálogo interno?

Para algunos autores la manera en que nos hablamos es esencial para un cambio en nuestra autoestima, lo que se busca es desarrollar madurez emocional, adquirir bienestar emocional y conseguir una buena autoestima, a través de nuestro diálogo interno. En este sentido los tres estados del YO nos ayudan para modificar estados emocionales.

Por ejemplo, cuando estamos reprimidos, cuya sensación viene del sentido del deber, lo que debemos hacer por encima de lo que queremos elegir y de lo que deseamos emocionalmente. Esto nos lleva a veces a experimentar emociones negativas, puesto que sentimos que no elegimos, que llevamos la vida que quieren nuestros padres, nuestra cultura, o los demás, pero no la que nos gustaría. No tenemos en cuenta al adulto, (lo que elegimos), ni al niño (lo que sentimos). Lo que debo, en vez de lo que me gusta o necesito. Para conseguir un equilibrio en esta sensación es necesario escuchar a esos dos que hemos anulado y quitarle fuerza a lo que creemos que deberíamos hacer.

Otro ejemplo seria cuando hablamos de la inmadurez, en ocasiones muchos de mis pacientes se refieren a ellos mismos o a otros con esa palabra. Si estamos en el Yo Padre, muy reprimidos, a veces nos vamos al otro extremo, al Yo Niño; de pronto empezamos a hacer conductas de adolescente, poco responsables, inmaduras. Esto ocurre mucho cuando la persona no ha vivido sus etapas vitales. Por ejemplo, si no has vivido con satisfacción la adolescencia o juventud y de pronto en la mediana edad, cuarenta o cincuenta años, empiezas a comportarte como un adolescente.

Cuando nos comportamos inmaduros, lo principal es el sentido del placer, por encima de lo que es sensato y de lo que debemos hacer. Sentimos una sensación de alivio momentánea, pero a largo plazo, podemos sentir que no hemos hecho lo que debemos o lo que es bueno para nosotros. Predomina lo que lo que me apetece, lo que me gusta. Nos cuesta pensar en nuestro bienestar a largo plazo. Nos dejamos llevar por lo que sentimos en cada momento. Vamos a sentir gratificación instantánea, pero puede ocurrir que nuestra vida vaya un poco a la deriva gobernada por un YO niño.

Ahora, como contraparte está la madurez, cuando nos comportamos maduros, el YO adulto es el que toma las riendas, teniendo en cuenta lo que debemos y lo que sentimos. Esto nos lleva a comportarnos de forma equilibrada, priorizando nuestras emociones de bienestar a largo plazo; por ejemplo cuando sentimos que un área de nuestra vida hay bienestar, elijo un trabajo que me conviene (padre) y que me gusta (niño); estoy con una pareja que me hace bien (padre) y que la quiero (niño)… todo está en equilibrio.

Otro sentimiento que está presente dentro de los procesos terapéuticos es la culpabilidad, cuando nos sentimos culpables, tenemos un debate entre lo que debemos hacer y lo que sentimos; dicho de otra manera, es el conflicto entre el YO padre y el YO niño. En este sentido el adulto no puede tomar las riendas de la decisión, se sitúan fuera del principio de realidad, de lo que es más sensato hacer, desde lo que uno elige o desde las propias creencias que hemos desarrollado como adultos. Por ejemplo, “me gusta mi trabajo, pero no me permite vivir bien, o quiero a una persona, pero no me conviene”, cuando este diálogo se presenta se genera el malestar porque no se está de acuerdo, no hay un equilibrio.

Al ver estas explicaciones nos damos cuenta que los tres estados del YO son importantes y que el trabajar para que se de un equilibrio es importante, pues esto modificara nuestro sentido de realidad y nos brindara una mayor claridad al tomar decisiones importantes en nuestras vidas, sin la crítica constante de que no podemos hacerlo, o el situarnos en un lugar de sufrimiento innecesario

“Cuando el razonamiento sano y el amor tanto el propio como el que se siente hacia los demás se ponga arriba en la vida, el hombre se hará el verdadero creador de su propia existencia”.  Néstor Majnó.