¿Me gusta sufrir?

0
1077

MTF. Alfredo Arévalo

En ocasiones algunas personas en el consultorio hacen referencia a la pregunta ¿Por qué me gusta sufrir?, la cual es una pregunta recurrente, todos lo hemos pensado en alguna ocasión, y es algo normal propio de personas que están pasando por una situación complicada donde no se alcanza a distinguir la solución

El sufrimiento es algo que nos seduce, y que en ocasiones se vuelve hasta adictivo y, a pesar que pudiera parecer innecesario, le atribuimos alguna que otra utilidad en base a nuestro contexto sociocultural. Hay quienes sufren como una manera de recibir atenciones de los demás, otros para demostrar lo mucho que se esfuerza y obtener reconocimiento, también, están quienes no quieren sentir este malestar, pero no son capaces de huir de él.

¿Nos gusta sufrir?

Nuestra estructura psíquica en muchos casos nos ayuda a evadir el malestar emocional; tenemos la idea de que el sufrimiento psicológico es algo que nos produce aversión, por eso nuestra mente trata de protegernos con muchos mecanismos de defensa, esto adaptativamente tendría sentido, pues cuando pasamos por una mala racha, intentemos hacer todo lo posible para salir de ella, pero entonces ¿qué sentido tiene estar sufriendo si no es para buscar una solución a ello?

Si nos guiáramos por la razón seguiríamos ese camino, tenemos problemas – buscamos soluciones; pero la realidad es distinta, todos nos hemos hecho esa pregunta, y llegamos a pensar situaciones en exceso, en el sentido que a veces se le dan demasiadas vueltas a algo por lo que no puede hacer nada para cambiarlo o que recuerda una y otra vez algo malo que le pasó en el pasado, algo que a pesar de que ya se superó en su momento sigue vivo en su mente. Que cada uno de nosotros busque recordar estas situaciones es un claro ejemplo de masoquismo emocional, frustrándose y sintiendo las mismas emociones negativas que en ese entonces sintió.

Por sorprendente que pueda parecernos, a todos nos “gusta” sufrir. Nuestra naturaleza humana nos empuja en más de una ocasión a pensar más en lo malo que en lo bueno que ha sucedido en nuestras vidas, culpa mayormente del famoso sesgo de negatividad. Es imposible encontrar a alguien que le haya pasado solo cosas buenas o solo cosas malas, pues la vida es una montaña rusa y siempre hay momentos más bonitos y otros más feos, pero para nuestra desgracia los segundos eclipsan a los segundos, les roban el protagonismo y por ello quedamos atrapados en un remolino de negatividad.

Otra situación que nos sucede es que cuando no tenemos problemas, nuestra mente se asegura de encontrar uno. Pensemos en una persona del primer mundo que tiene la gran suerte de tener de todo: luz eléctrica, agua caliente, comida, trabajo, seguridad social, dinero suficiente… tiene todas sus necesidades satisfechas, no hay nada por lo que preocuparse…

Pues bien, nuestra mente se asegurará de hacer que ignoremos por completo todo lo que muchas personas en países en vías de desarrollo ansían y que pensemos en cosillas que no son nada graves, pero que se convertirán así en nuestra mente.

Es fácil dejar de sufrir

Se habla mucho del secreto es que la felicidad, pero en este caso debemos aceptar que seguirá siendo un secreto para ti si tu cabeza está en donde no debería, que es el pasado o futuro, y no piensa en el presente. Si vas a pensar en el pasado, que al menos sea pensando situaciones buenas, pero esto supone un esfuerzo cognitivo muy intenso pues tendrás que luchar contra el sesgo de negatividad y la rumiación (repensar las cosas) es complicado.

Pero lo cierto es que, si no dejas pasar lo que ya ha pasado, no dejarás de sufrir, una idea que es prácticamente de sentido común pero la mayoría de los mortales no parece que seamos capaces de aplicar.

Rumiación

Este término lo he usado poco, pero en este tema en particular tiene una actuación primordial. Este fenómeno psicológico consiste en que centremos nuestro foco de atención en algo y no seamos capaces de despegarnos, por regla general de una idea o recuerdo negativo; el recuerdo constante de ese pensamiento negativo nos provoca estrés y malestar, pero, a pesar de que consciente y racionalmente sabemos que para sentirnos mejor deberíamos dejar de pensar en ello, somos incapaces de dejar de pensarlo y detener el bucle.

Es una situación bastante paradójica pues, a pesar de que el pensamiento es algo dinámico que cambia constantemente, al manifestarse este fenómeno se vuelve en un proceso estático, encerrado en un bucle casi infinito. Se nos viene a la mente una idea, nos produce malestar, desarrollamos nuevos pensamientos asociados a la misma, volvemos a pensar en esa idea y agravamos más el malestar. Nuestro pensamiento adopta un patrón automatizado y repetitivo, haciendo que todas las ideas que se nos vengan a la mente sean relacionadas con la idea problema principal.

Para reflexionar

Nos gusta el drama, nos gusta sufrir, nos gusta que nos compadezcan, nos gusta sentir emociones fuertes aunque duelan… y, a veces, nos olvidamos de que la vida es muy corta, y que si no disfrutamos ahora, ¿cuándo?

“Las cosas son como son por alguna razón. Y tal vez por eso duelen, porque una entiende las razones y no puede evitarlas”.  Toni Hill.

Si quieres iniciar un proceso terapéutico personal, de pareja o familiar, puedes contactarme al 618-152-79-65; estaré encantado de atenderte.