¿Y de nuevo… culpa?

0
106

MTF. Alfredo Arévalo

Algo que se ha vuelto una constante es la cantidad de personas que presentan en consulta un gran sentimiento de culpa, y en ocasiones ni siquiera son conscientes de que está presente, pues en ocasiones se le pone el nombre de enojo, tristeza, o soledad.

Lo que no alcanzamos a percibir, es que esta es una emoción autogenerada, en base a las creencias internas, mandatos familiares o sociales; juzgarnos de una manera muy estricta en base a lo que creemos que es bueno o malo; y todo esto es a causa de lo que hemos aprendido y que es un patrón que repetimos de manera indefinida.

Causas

En algún otro artículo he mencionado que la función de algunas emociones es adaptativa y cumplen una función; como también lo he dicho no es que haya emociones negativas y positivas, simplemente entran en un comportamiento funcional. Cuando la culpa es funcional, nos ayuda a reconocer nuestros errores y buscar una solución para repararlos, con esto se realiza un trabajo de aprendizaje, que se registra en nuestro cerebro para saber lo que hicimos, como nos sentimos, y tratar de evitarlo.

Otro aspecto importante es nuestra conciencia moral, que es la que se encarga de registrar ese aprendizaje, ese conjunto de reglas y valores que hemos interiorizado desde que éramos niños, esto con el objetivo de crear una ética que nos guiara poniendo limites a nuestra conducta, nuestra forma de pensar, y en las de los demás.

Como lo mencione, aprendemos de la gente que nos rodea, familia y amigos, nuestra religión, y otro porcentaje que decidimos incluir de libros, películas, y otros medios de comunicación, todo eso se convierte en nuestro modelo y nos dedicamos a seguirlos.

El conflicto en este aprendizaje natural está en que nunca nos preguntamos ¿Nuestra conciencia moral es demasiado rígida?, o ¿esto nos está perjudicando? La respuesta la encontramos cuando sentimos que a menudo sobrepasamos esos límites o convivimos casi a diario con la culpa. Si esto es recurrente es posible que debamos flexibilizar nuestra conciencia moral.

La realidad es que, en este juicio, nosotros mismos somos acusados – abogados – jueces – y verdugos; y en esta circunstancia, difícilmente podemos asegurar que las condiciones en que se realice nos ayuden a garantizar la objetividad del “dictamen”, siguiendo este patrón nos castigamos sin control y perdemos toda perspectiva para tener un límite donde parar.

Para que se presente la culpa es necesario que se presenten algunos factores:

  • Detonante o acto inicial (sea real o imaginario)
  • A eso le sumas tu percepción y una autovaloración negativa, donde es importante señalar que ambas son ideas (pero en ocasiones pueden ser reales)
  • Como resultado se encuentra una sensación que nos hace sentir mal y que se relaciona con la culpa: el remordimiento. Éste es el que funciona como castigo, y que la mayoría de las veces se distorsiona y toma la forma de tristeza, angustia, frustración, impotencia, entre otros; así como de pensamientos invasivos, reiterativos e improductivos.

Podemos comprender lo insoportable que se torna este sentimiento, y al ser algo habitual o permanente puede afectar a nuestra autoestima, ya que tendemos a distorsionar la realidad, o a tener un autodiálogo limitante y desgastante, que solo sirve para construir un autoconcepto negativo.

Pues está incluido que al hablar de culpa se relacionan otros aspectos como la autoestima, perfeccionismo, la falta de autoconfianza, la autocensura, el miedo, el asertividad, la regulación emocional… Así, la culpa está directamente relacionada con la mayoría de los problemas emocionales más habituales en nuestra sociedad, siendo difícil, en muchas ocasiones, la identificación de la causa o la consecuencia entre ellas, ya que se establece un círculo vicioso en la relación entre ambas.

¿Cómo dejar de sentirnos así?

Por supuesto, es necesario más que voluntad propia, un proceso terapéutico en compañía de un profesional sería de gran ayuda, pues al sentirse así entran en juego muchas otras creencias sobre las que hay que trabajar, pero la clave está en diferenciar la responsabilidad de la culpa, y eso en ocasiones está oculto atrás de muchas resistencias.

El responsabilizarnos de nuestras acciones vendría a ser un paso importante, pues con el aceptamos nuestras limitaciones y que no todo está bajo nuestro control, podremos ir modificando el aprendizaje que hemos adquirido con la experiencia y dando otro significado a las situaciones que nos causan malestar.

La culpa depende de una parte de nosotros sobre la que podemos trabajar y actuar; aprendiendo estrategias para liberarnos de esa emoción; esto es algo que muchas personas solicitan en terapia, en ocasiones de manera indirecta a lo que los llevo a iniciar su proceso terapéutico, por lo que, si logras identificar que necesitas ayuda con algo similar, no dudes en contactarme o algún otro profesional de la salud mental.

 “El sufrimiento que produce la culpa casi nunca equivale a la dimensión de la tragedia”. Sara Mesa.

Si quieres iniciar un proceso terapéutico personal, de pareja o familiar, puedes contactarme al 618-152-79-65; estaré encantado de poder ayudarte.