Praxis política… En casa de herrero, cuchara de palo

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Graciela Rosales / La Voz de Durango 

Si no lo hubiera visto, no lo creería, pero sí es verdad, “en casa de herrero, cuchara de palo”, el pasado jueves tuve la necesidad de acudir a la Clínica No. 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social, mi sorpresa iba de menos a más a cada paso.

Crucé la puerta del área de urgencias sin ningún filtro que me midiera la temperatura o me indicara el uso de gel; como la persona que yo buscaba no estaba ahí, salí y entré por la puerta de admisión hospitalaria, ahí estaba un guardia, pero solo me saludó con respeto y me orientó con amabilidad hacia donde debía dirigirme para recoger un pase de visita.

Me acerqué a la ventanilla correspondiente, pero no había personal, así que me formé en la fila esperando el regreso de la persona responsable, pasaron alrededor de 30 minutos y apareció una joven que nos indicó que sus compañeras estaban en la hora de comida, pero que no tardaban.

Entiendo que el personal debe comer, que su trabajo es agotador y tienen derecho a un espacio para ingerir los sagrados alimentos, pero lo que no entiendo es cómo pueden prolongar la angustia de los familiares de pacientes graves que se encuentran hospitalizados y que requieren de asistencia de su familia; mientras estuve ahí pude enterarme de varias historias, todas desgarradoras y pensé que tal vez el que lleva las riendas del IMSS podría buscar estrategias diferentes para hacer eficiente el servicio en un área tan sensible como esa.

Mientras esperaba vi una mujer que lloraba silenciosa, se veía desesperada; me acerqué hasta donde la sana distancia me permitió y le cuestioné si podía ayudarla; ella me contó que un familiar cercano que llegó con complicaciones de diabetes, el médico que la atendió consideró que debería practicarle la prueba de Covid-19 y mientras se tenían los resultados, la paciente quedaría internada en un área restringida en donde no pueden acompañarla ningún familiar.

El médico les dijo que les estarían dando información de su enfermo a las 17:00 horas; pero que luego de estar más media hora en espera para recibir la información, alguien salió a decirles que no habría tal información porque los médicos estaban muy ocupados; por eso sus lágrimas y su desesperación; tampoco podía pedir informes en admisión hospitalaria porque ahí no había nadie.

Pocos minutos antes de la 6 de la tarde, llegó la responsable de entregar los pases, yo recibí el que estaba solicitando y me trasladé al área de elevadores y ahí mi sorpresa fue mayor, de los tres elevadores uno había sido asignado exclusivamente para pacientes Covid-19, el segundo estaba descompuesto y solo uno estaba en uso, así que la sana distancia se perdió por completo; grupos hasta de 15 personas subían y bajaban sin mayor cuidado.

Pero lo peor sucedió cuando, no solo yo, sino un grupo de personas que hacían fila de espera para usar el elevador nos aproximamos al ver que se abría la puerta, cuando la voz de un enfermero nos detuvo en seco; “no se suban, es paciente Covid-19”, y subió la camilla con un paciente del sexo masculino del que solo logramos ver su cara, pues lo cubría una sábana blanca.

Todas las personas, hablaban a la vez, “cómo es posible y lo van a desinfectar antes de volverlo a usar, déjenos subir por otro lado”, el guardia no sabía dónde meterse porque le llovían reclamos y solo atinaba a decir “si la riegan ellos tienen un elevador exclusivo, no sé porque usan este”, pero el elevador regresó y las personas lo abordaron con el riesgo que eso implica; yo discretamente me escurrí para subir por las escaleras desde el sótano. Este es el IMSS que tenemos en este momento.