El Covid-19 cansa y la muerte acecha

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Graciela Rosales/La Voz de Durango

Hemos escuchado desde hace más de cien días, que es urgente parar la movilidad de los duranguenses para reducir los contagios de Covid-19, que el número de pacientes graves podría rebasar la capacidad hospitalaria, que falta personal especializado y ahora le agregaron que los médicos están cansados y ¡sí deben estarlo!, hasta los burócratas están cansados del confinamiento y eso que les pagan puntualmente.

Imagínense cómo estará el cansancio entre los comerciantes formales e informales que no han podido trabajar al cien por ciento, y qué decir de quienes se dedican a realizar espectáculos masivos, han de estar peor que jovencitos universitarios sin celular, con un cansancio y una desesperación impresionante.

¡Claro que el personal de salud, médicos, enfermeras, químicos, intendentes, están cansados!, ¡por supuesto que los efectos de la sobrecarga de trabajo se les nota en el rostro, en su manera de caminar, en la actitud!; y a eso súmenle la carga emocional de no poder abrazar a sus hijos, a sus parejas, a sus padres; pero además la jornada es larga, con equipos de protección sumamente  pesados y por si fuera poco, está el estrés, el miedo al contagio… el miedo a la muerte.

Lo hacen por salvar la vida de personas que en el mayor de los casos ni conocen, y por hacerlo ni siquiera reciben un sueldo extraordinario, porque sus percepciones apenas alcanzan la medianía; lo hacen por amor a su carrera, por salvar al prójimo, incluso a ese que pudo ser uno de esos fanfarrones a los que el Covid-19 les vale un comino y que solo en la enorme desesperación de no alcanzar el respiro, se convencen del valor de las recomendaciones sanitarias.

Y peor, cuando ese paciente, en sus ratos de conciencia piense en que él fue causante del contagio a su familia, a su madre que lo cuidó toda la vida, a su hijo recién nacido que comienza a vivir y ya está luchando con la muerte, o a su pareja, a la que le juró en el altar que la protegería… ¡qué  duro tener ese cargo de conciencia!

También están aquellos pacientes víctimas de la necesidad y del hambre que salieron a la calle para buscar qué comer, para tener con qué pagar la renta, la luz o el agua, y lo más triste aún, los pacientes Covid-19 que con muchas ganas de vivir, tienen que dejar sueños e ilusiones en una tumba fría, cuando para muchos –los que pueden- era tan solo quedarse en casa, lavarse las manos y cuidar la sana distancia.

Pero como decían los abuelos, nadie experimenta en cabeza ajena y hasta sentir el sufrimiento de un ser querido, o recibir sus cenizas, hasta entonces sabremos que un alto porcentaje de la salud y de la vida, está en nuestras manos; ojalá que podamos darnos cuenta a tiempo para salvarnos.