Ideario

Por Azu Macías

Contactar al miedo… Llegó contento a pesar de que tras la sesión previa en la última semana había tenido dificultades para hacer la tarea terapéutica: reconocerse todo lo que hacía con esfuerzo y de buena manera para contrarrestar su tendencia a exigirse perfección en exceso; parecía simple, pero al tener la pluma en la mano para hacer su lista de reconocimiento, no encontró nada.

Decidió entonces que si tenía problema para reconocer lo que hace bien podía iniciar proyectos que se lo confirmaran, así inició muchas tareas, esperaba que esas acciones pudieran tapar la ausencia de la tarea encomendada de reconocerse; el problema eran sus miedos y él creyó que siguiendo adelante, se esfumarían.

Esos miedos que están ahí susurrando y al no prestar atención comienzan a gritar y a hacer ruido, a veces insoportable, tanto que se nos se meten en proyectos, relaciones, nos confunden y a veces nos paralizan. Menuda tarea teníamos.

El problema con el miedo no es que sigamos adelante generando proyectos, sino que lo hagamos a un lado y entonces lo hagamos crecer para intentar ser escuchado. ¿Qué se necesita? Reconocer el miedo, darle voz, preguntarle para qué se ha presentado y oírlo atentamente en lugar de luchar contra él. ¿Quién es nuestro miedo? ¿Cómo se llama? ¿Qué forma le hemos dado o ha tomado? Preguntarle al miedo es una respuesta diametralmente diferente que huirle, que tratar de ignorarlo; se puede intentar convencerlo de que nos haremos cargo y permitirle darse cuenta que está en nuestras manos y no al revés.

En contraposición a las tendencias en redes que nos piden: ¡No tengas miedo! Podríamos intentar reflexionar que el miedo es un reacción natural de la cual no nos podemos deshacer, por lo que solo el reconocimiento del miedo, la charla atenta y profunda con él nos permite continuar adelante con nuestros proyectos toda vez que de la charla con el miedo podamos escuchar qué necesita para dejarnos avanzar y con ello encaminar los pasos. Así al terminar la sesión pregunté: “¿Qué necesita tu miedo?” y él contestó: “Dijo que necesita atención, siempre le he huido, pero ahora sé que puedo hablar con él, eso nunca lo había intentado”. Tratar de taparlo es un esfuerzo inútil que además nos deja desgastados, pero podemos aprovechar la fuente de información que tiene para nosotros y que nos ayuda a reconocernos mejor, tener visiones cada vez más completas que integran nuestra luz y nuestra oscuridad.

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