Después de los 90 minutos

Por: José Adrián Ayala Simental

 

Hola, los saludo nuevamente para compartirte otro interesante tema, que a ti como padre de familia te permitan apoyar el desarrollo deportivo de tu o tus hijos de acuerdo a la experiencia y desde el lado de mi especialidad, soy José Adrián Ayala Simental, me desempeño como psicólogo deportivo y te deseo un gran inicio de semana.

EL PODER DEL ACONDICIONAMIENTO CONDUCTUAL EN LA FORMACIÓN DEPORTIVA

En el deporte, los resultados no solo se miden en goles, medallas o trofeos. Se miden también en actitudes, emociones y aprendizajes. Cada práctica, cada error y cada palabra de un adulto se convierten en una forma de enseñanza. Es ahí donde entra el acondicionamiento conductual, una herramienta clave en la psicología del deporte y en la formación emocional de los niños y adolescentes.

EL ACONDICIONAMIENTO CONDUCTUAL

Explica cómo los comportamientos se fortalecen o debilitan según las consecuencias que los siguen. Cuando un niño realiza una buena jugada y recibe una palabra de aliento o una sonrisa, ese refuerzo positivo lo motiva a seguir intentando. Pero si ante un error recibe gritos, burlas o silencio, el mensaje inconsciente es claro: “no está bien fallar”.

CUANDO UN NIÑO APRENDE ESO

El miedo comienza a tomar el control. El miedo al error: el enemigo silencioso del aprendizaje. Muchos niños dejan de disfrutar su deporte no porque no les guste, sino porque han aprendido a temerlo. Temen fallar, temen decepcionar, temen no cumplir con las expectativas de sus padres o entrenadores. Este miedo es consecuencia de un condicionamiento negativo, que genera ansiedad, frustración, bloqueo mental y baja autoestima.

CUANDO NO SE TRABAJA

En el acondicionamiento conductual desde un enfoque positivo, los efectos pueden ser profundos y duraderos:

  • Los niños pierden la motivación intrínseca, es decir, dejan de jugar por placer y lo hacen por obligación o miedo.
  • Se desarrollan pensamientos distorsionados como: “si no gano, no sirvo”, “si me equivoco, decepciono”, o “nunca seré suficiente”.

APARECE LA AUTOEXIGENCIA EXTREMA

La autocrítica constante y, en casos más graves, el abandono deportivo. Se deteriora la relación padre-hijo o entrenador-jugador, porque el niño asocia la figura de autoridad con juicio, no con acompañamiento. Y lo más grave: el deporte deja de ser una herramienta de salud mental y se convierte en una fuente de ansiedad.

LO QUE LOS ADULTOS DEBEMOS ENTENDER

El comportamiento no cambia con gritos ni castigos. Cambia con acompañamiento, con claridad y con coherencia. El acondicionamiento positivo busca reforzar aquello que queremos que el niño repita, sin humillarlo por lo que no logra. Esto implica reconocer el esfuerzo, valorar el proceso, celebrar los pequeños avances y guiar los errores con empatía.

POR EJEMPLO

En lugar de decir “¡Siempre haces lo mismo!”, podemos decir “Vi que lo intentaste, ¿qué podrías hacer diferente la próxima vez?”.

En lugar de callar cuando el niño falla, podemos reforzar con frases como “Equivocarse también es parte del juego” o “Me gusta que no te rindas”.

En lugar de castigar con indiferencia, podemos acompañar con presencia y con escucha.

Cada palabra se convierte en una forma de refuerzo.

Y en el cerebro del niño, ese refuerzo va moldeando su manera de pensar, actuar y sentir. Por eso, el acondicionamiento conductual no solo entrena habilidades, sino que forma mentalidades.

Cuando el refuerzo positivo se convierte en un estilo de vida

TOMA EN CUENTA

Cuando los adultos aplican el acondicionamiento positivo de manera consciente, los cambios son evidentes:

  • Los niños se vuelven más seguros, más abiertos al aprendizaje y más resilientes.
  • Aprenden que equivocarse no los define, sino que los impulsa a mejorar.
  • Desarrollan una mentalidad de crecimiento, donde el error se transforma en experiencia.
  • Fortalecen su autoconfianza y su motivación interna.
  • Y lo más importante: disfrutan el proceso deportivo, lo viven con pasión, alegría y sentido.

EL OBJETIVO

No es criar jugadores que no fallen, sino formar seres humanos que sepan levantarse después de fallar. Cuando no se trabaja, el costo es emocional. No trabajar este enfoque a tiempo puede tener consecuencias más profundas de lo que parece. Niños que no saben perder, adolescentes con baja tolerancia a la frustración, jóvenes que no logran disfrutar sus logros porque sienten que nunca es suficiente.

MUCHOS DE ELLOS

Llegan a la adultez con heridas emocionales invisibles: miedo al fracaso, perfeccionismo extremo, ansiedad por el rendimiento o dificultad para manejar la crítica. El acondicionamiento mal aplicado crea deportistas con talento, pero sin equilibrio emocional. Y eso, tarde o temprano, termina reflejándose en el rendimiento y en la vida fuera del campo.

PADRES Y ENTRENADORES: EL CAMBIO EMPIEZA EN USTEDES

Educar emocionalmente a través del deporte no significa ser permisivo. Significa poner límites con respeto, corregir con empatía y enseñar con el ejemplo. El refuerzo positivo no elimina la exigencia, la transforma: de una presión externa a una motivación interna. Cada entrenamiento, cada partido y cada conversación después de un error es una oportunidad de oro para enseñarles a los niños que valen por lo que son, no por lo que ganan.

REFLEXIÓN FINAL

Después de los 90 minutos, el marcador se borra.

Pero lo que permanece en la mente del niño es el mensaje que recibió: “Estoy orgulloso de ti, porque diste todo”, o “me decepcionaste, porque perdiste”.

Y entre esas dos frases se define mucho más que un partido:

Se define su confianza, su relación con el deporte y, sobre todo, la manera en que aprenderá a enfrentarse a la vida.

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Por esta ocasión busque presentarme y la siguiente edición comenzará a compartir diversos temas como los que publico en @Adrian Ayala Psicólogo Terapia Cognitivo Conductual en Facebook, @adrian_psicologo en Instagram y también @ayala022 en TikTok.

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