Después de los 90 minutos

Por: José Adrián Ayala Simental

 

Hola, de nueva cuenta, compartiéndote otro interesante tema, que a ti como padre de familia te permitan apoyar el desarrollo deportivo de tu o tus hijos de acuerdo a la experiencia y desde el lado de mi especialidad, soy José Adrián Ayala Simental, me desempeño como psicólogo deportivo y te envió un gran saludo.

¿QUÉ PUEDO HACER CUANDO MI HIJO SE EQUIVOCA?

Ver a un hijo equivocarse no es fácil.

A veces duele más de lo que imaginamos, porque no solo estamos viendo su error… estamos viendo también nuestras expectativas. Lo que soñamos para él, lo que pensamos que “ya debía haber aprendido”, o lo que deseábamos que saliera perfecto.

Y en ese instante, sin darnos cuenta, el error de nuestro hijo toca algo dentro de nosotros: la frustración, la exigencia, la comparación o incluso el miedo a que no logre lo que tanto anhela.

En el deporte, el error se ve y se escucha. No hay forma de esconderlo.

Un pase mal dado, un penal fallado, una distracción en el momento clave…

Pero lo que realmente impacta en el crecimiento emocional del niño o del joven no es el error en sí, sino la manera en que los adultos reaccionamos ante él.

CUANDO EL ERROR SE CONVIERTE EN MIEDO

Muchos jóvenes deportistas aprenden muy temprano que equivocarse “está mal”.

No porque alguien se los explique así, sino porque lo sienten:

la mirada del entrenador, la cara del papá en la tribuna, el silencio incómodo en el carro de regreso a casa.

Y entonces, el error deja de ser aprendizaje y se convierte en amenaza.

El jugador empieza a pensar más en no fallar, que en hacer bien las cosas.

Pierde espontaneidad, confianza y alegría.

Juega tenso, preocupado, desconectado del disfrute que lo llevó al campo en primer lugar.

LO QUE NO SE DEBE DECIR

Como padres, muchas veces nuestras palabras salen desde la emoción, no desde la conciencia.

Frases como:

“¿Cómo pudiste fallar eso?”

“¡Otra vez el mismo error!”

“¡Si te hubieras concentrado, ganábamos!”

“¡Te dije que no lo hicieras así!”

Estas expresiones no solo corrigen; hieren.

Lo que el joven escucha no es una instrucción, sino un juicio:

“No soy suficiente”, “fallar es decepcionar”, “mi valor depende del resultado”.

Y cuando eso se repite, el deporte deja de ser una fuente de crecimiento y se convierte en un espacio de ansiedad y miedo al fracaso.

LO QUE SÍ SE PUEDE DECIR

El error tiene un enorme potencial educativo si se acompaña con empatía y palabras racionales.

Frases como:

“Equivocarte también es parte del juego.”

“Hoy aprendiste algo importante.”

“Me gusta que sigas intentando.”

“Estoy orgulloso de tu esfuerzo, no del resultado.”

“¿Qué crees que podrías hacer diferente la próxima vez?”

Estas frases enseñan autorregulación emocional.

Ayudan al joven a entender que el error no lo define, lo enseña.

Y que el verdadero valor está en la actitud, en la perseverancia y en la humildad de seguir intentando.

Qué puedes hacer como papá o mamá cuando tu hijo se equivoca

Respira antes de reaccionar. El error es emocional para ambos. Si respondes desde la frustración, no educas: descargas.

No hables del error inmediatamente. Deja pasar el partido, deja que se calme y después conversen desde la reflexión, no desde la emoción.

VALIDA SUS EMOCIONES

No minimices su tristeza o enojo. Escúchalo. Frases como “te entiendo, a mí también me ha pasado” generan conexión, no distancia.

Enfócate en el proceso. El resultado es una consecuencia, no el fin. Recuérdale cuánto ha mejorado, lo que ha aprendido y lo que puede seguir trabajando.

Modela con el ejemplo. Si tú te frustras con tu propio error y te hablas con dureza, él aprenderá lo mismo. Sé ejemplo de autocompasión y equilibrio.

EL VALOR DEL ERROR

El error tiene una función formativa: enseñar humildad, perseverancia y madurez emocional.

El problema no está en fallar, sino en creer que fallar te quita valor.

Y ese pensamiento nace, muchas veces, en las miradas y palabras de los adultos.

Cuando tu hijo se equivoca, tu papel no es corregirlo de inmediato, sino acompañarlo a entender lo que pasó.

Ayúdalo a mirar el error como una oportunidad para crecer, no como un castigo.

Recuérdale que incluso los grandes jugadores del mundo fallaron mil veces antes de triunfar… pero nunca dejaron de intentarlo.

REFLEXIÓN FINAL

Cada error es una puerta al crecimiento.

Pero solo se abre si hay un adulto que enseña a cruzarla con empatía.

A veces, una simple frase como “estoy contigo” vale más que mil instrucciones técnicas.

Y a veces, un silencio respetuoso después del error enseña más que un reclamo.

Porque educar en el deporte no es solo enseñar a ganar;

es enseñar a gestionar emociones, aceptar el error y seguir adelante con confianza.

Ese, sin duda, es el mayor triunfo que un padre puede regalarle a su hijo.

RECUERDA

Mi objetivo no es cambiar lo que los padres o entrenadores hacen por amor, sino ayudarlos a entender cómo ese amor puede transformarse en un apoyo emocional más consciente y saludable.

Porque al final, el mayor triunfo no es levantar una copa, sino formar seres humanos capaces de disfrutar lo que aman, sin miedo a fallar.

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Por esta ocasión busque presentarme y la siguiente edición comenzará a compartir diversos temas como los que publico en @Adrian Ayala Psicólogo Terapia Cognitivo Conductual en Facebook, @adrian_psicologo en Instagram y también @ayala022 en TikTok.

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