A los pies de Catedral, dos indigentes piden ayuda

  • Viven de la caridad pública a pesar de las muchas dificultades que enfrentan diariamente.

Graciela Rosales/La Voz de Durango

En la puerta principal de la Catedral Basílica Menor, como esperando la protección divina, dos indigentes discapacitados y en silla de ruedas, esperan la moneda altruista de los católicos que visitan el lugar, de eso viven; las autoridades se han olvidado de ellos.

Son Margarita Delgado Martínez y Rafael Valenzuela; ellos son amigos, se encuentran frecuentemente en la puerta de la casa de Dios, ahí se sienten protegidos y amados por un ser divino al que le rezan sin entrar al templo.

“No podemos entrar, porque las sillas se atoran”, se refieren a sus sillas de ruedas ya deterioradas, pero que les permiten moverse, aunque sea con dificultades; ambos están discapacitados, ella hace muchos años pisó una cáscara de plátano y se cayó, se golpeó tan fuerte que no puede caminar; a él lo atropellaron dos veces, tampoco camina, pero además es ciego”.

Ahí están esperando la caridad pública, Margarita como niña, juega y habla con las palomas, “a mí no me gusta estar encerrada, me gusta salir, ver los carros y la gente”; Rafael más serio y preocupado, cuenta que hace poco se cayó, que le duele mucho un brazo y que su madre está enferma, “a mi mamá le duelen los ojos, a veces ya no me puede traer, pero no tenemos dinero para ir al médico”.

Los dos coinciden en que las autoridades no tienen interés en ayudarlos, “yo fui muchas veces, no nos dan nada, no ayudan”, y cuentan que las sillas de ruedas se las regalaron personas altruistas.

Margarita asegura que no tiene familiares que se hagan cargo de ella, duerme en “Tambitos”, ahí cerca de la casa de gobierno, “pero los funcionarios ni nos miran, se voltean a otro lado… yo pido aquí, a veces voy a San Agustín o San Miguel”.

En el albergue, dice Margarita, “tenemos chinches, en la noche está lleno, la gente se duerme en el pasillo, no se puede pasar, a veces también nos dan de comer, frijoles, sopita”.

Hay dos cosas de las que están seguros, la falta de voluntad de las autoridades y de la protección divina que les permite vivir a pesar de las muchas dificultades que enfrentan diariamente.

 

 

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