Por José Antonio Juárez / Director del Museo de Numismática de Durango

En esta ocasión haremos un recorrido por el siglo XVIII para conocer un importante comercio que se dio entre países lejanos de Asia y nuestro país llamado en ese entonces Nueva España cuando fuimos una colonia del reino español, y que, por las monedas acuñadas de ese momento en la ceca de México, este comercio fue el más importante de esa época y que perduro muchos años por lo que representaban las buenas acuñaciones que se elaboraban en esta casa de moneda.
La compañía de comercio más importante que se fundó en el siglo XVIII y al mismo tiempo la que más intereso directamente a la Nueva España fue la Compañía de Filipinas, pero antes de ocuparnos de esta empresa conviene dar algunas noticias acerca de la importancia del tráfico con aquellas islas que se encuentran en el sudeste asiático formando un archipiélago de más de 7,000 islas en el océano pacifico, se localiza al sur de Taiwán, al este de Vietnam, al norte de Indonesia y al oeste del mar de Filipinas, España no mantenía comunicación directa con las Filipinas sino a través de México, en estas condiciones el beneficio a que la metrópoli le dejaba este comercio era muy escaso, anualmente llegaban a Acapulco una nave de las Filipinas con lencería, lozas, ceras, pimienta, canela, clavos de especias y sobre todo con sedas y ropas de la china que eran los artículos que mayormente interesaban al comercio mexicano.
Felipe V trató de impedir este tráfico de géneros y sedas de la China, puesto que precisamente estaba empeñado en fomentar de nuevo en España las industrias textiles a las que había causado un gran perjuicio la competencia asiática. En enero de 1718 y febrero de 1719, este monarca dio órdenes terminantes de que aquellos artículos no se admitiesen en lo sucesivo, pero el Virrey escribió a Felipe V representándole los males que con estas órdenes se inferían tanto a los habitantes de aquellas islas como a los de la nueva España, pues el grueso de la carga anual la componía precisamente los géneros cuya introducción se había prohibido. El uso de géneros de la China se había generalizado en ese virreinato por causa de su bajo precio, llegando a desplazar a sus similares españoles, de manera que el pueblo consumidor esperaba el arribo de la Nao de Filipinas con mayor ansiedad que el de la flota española. Para conciliar los intereses de uno y de otros, el consejo admitió como formula la transacción, que la Nao de Filipinas pudiese conducir a Acapulco géneros hasta por 300,000 pesos, permitiéndose los lienzos, zarzas, gasas, mantas de hilado, seda floja y en rama hilada y otros géneros que no fueran de seda, el retorno de productos de nueva España no podría exceder de 600,000 pesos. La seda que se encontrase fuera del registro debía quemarse.
La anterior disposición fue modificada en 1726 a instancia del comercio de Filipinas, permitiéndose que el embarque se elevase a 600,000 pesos y el retorno al doble de esta cantidad (1,200,000) dicha concesión estuvo en vigor durante 10 años, pasando ese tiempo se ordenó volver a la antigua regulación. Pero el comercio de Manila acudió al rey en la solicitud de que revocase esta decisión, el monarca admitió en parte la demanda conviniendo en que la carga de China y Filipinas montase a 500,000 pesos y el retorno a un millón.
Como podrá apreciarse el comercio de España extraía muy poco provecho de aquellos apartados dominios, era el comercio de México a donde iban a dar la mayor parte si no todo, el beneficio de este tráfico: a.- por la compra y venta de los productos asiáticos muchos de los cuales eran conducidos más tarde a la península. b.- por la venta de los productos del país y c.- por la reventa a los filipinos de las mercancías europeas introducidas a Nueva España.
El comercio de la metrópoli trato en varias ocasiones de atraer a su órbita aquellos lejanos mercados del oriente, y pensó ahora que el medio más eficaz para lograrlo sería por la constitución de una compañía de comercio, en 1731 los mercaderes de Sevilla enviaron un memorial al rey pidiéndole permiso para formar una compañía que desde el Guadalquivir o desde Cádiz hiciere el tráfico de filipinas, el permiso fue concedido pero el proyecto no llego a ejecutarse. Dos años más tarde, Patiño quiso ponerlo en práctica y aun cuando esta vez las cosas fueron más lejos, la organización fracaso por haber faltado el capital necesario y por la oposición de los mercaderes de Manila que representaron en contra de los privilegios que les habían sido dados a la compañía de sus competidores sevillanos. Después de estas fallidas tentativas, el proyecto queda en suspenso y no se constituye la compañía hasta que en mayo de 1784 propuso Cavarras su creación, debiendo iniciarse con la Guipuzcoana y con los restos de las de La Habana y de San Fernando las cuales serían reunidas en una sola entidad mercantil, así fue organizado el nuevo plan que recibió la sanción real por cedula del 10 de marzo de 1785.
La compañía de Filipinas fue la empresa comercial más poderosa que se constituyó en España, su fondo oficial subió de 8 millones de pesos, siendo aumentado en 1790 sobre la base de los préstamos que recibió del real tesoro, que fueron transformados en acciones. Sus negocios alcanzaron una extensión muy vasta en todas las indias Occidentales, como heredera de la Guipuzcoana asumió todas las responsabilidades de esta en Venezuela, ejerciendo en el comercio local de esta provincia una poderosa presión económica que fomento la enemiga de las colonias, en México sus operaciones fueron cuantiosas y desempeño un papel muy importante durante un largo periodo. Su campo de acción se extendió con mucha rapidez, hasta convertirse en una compañía dedicada al comercio general de España con sus dominios, dejando así de ser una compañía simplemente para el comercio particular de una región como lo fueron la de Caracas y la de La Habana.
Por parte de la corona obtuvo toda la protección a que habría podido aspirar una empresa mixta como era, con participación del estado y capitales privados, en 1789 recibió autorización para establecer casas y almacenes en cualquier parte de España donde le conviniese fundarlos, y asimismo para vender sus géneros al por mayor al menudeo, en 1790 sus privilegios fueron ampliados con gran generosidad, pues se le dio licencia para hacer el comercio directo desde España a la India y China y para reexpedir desde la península, libres de toda imposición, los géneros que introdujese de aquellos dos países. Esta exención alcanzaba aun a los comercios antes particulares que demostrasen haber comprado dichos efectos a la compañía.
En esa misma oportunidad se autorizó a la compañía para continuar su comercio de las Indias conforme le conviniese y hacer en España cualquier otra especulación comercial, en 1791 obtuvo el comercio privativo de algodón de Filipinas bajo estas tres condiciones:
1.- Anticipar dinero al cosechero.
2.- Concretar con este un precio equitativo.
3.- Recibir sin limitación alguna o todas las cantidades que los agricultores cosecharen.
Los géneros asiáticos que introdujesen en América e islas españolas se considerarían en generales como neutros y los blancos finos de algodón se reputarían como nacionales, disfrutando por consiguiente de todas las franquicias a que tenían derecho como tales. Por la cédula de erección, la compañía adquirió el privilegio exclusivo de la introducción y venta al por mayor en España de las muselinas y demás tejidos de algodón y otros géneros asiáticos, pero este privilegio le fue retirado y no se le reintegro si no en 1793, en que se declararon expresamente prohibidos los generales de las antedichas clases que no hubiesen llegado en navíos de su propiedad o de su cuenta. En el mismo año se le concedió la facultad de tomar dinero a censo e interés cuando por necesidad o utilidad de su comercio lo determinase la junta de gobierno, y la de poner al portador las acciones que no hubiese logrado colocar en 1789 los derechos de importación se le tasaron en 5% y en cuanto a las rentas provinciales, el rey ordenó que se redujera a convenios particulares, y por una orden real de mayo de 1793 se declaró que la compañía durante la guerra podía hacer desde Manila a los puertos del Perú, Buenos Aires, Sansonate y Realejo (en las costas de Guatemala los 2 últimos) expediciones con toda clase de efectos de Asia pagando 7% y almojarifazgo y 6% de alcabala, avaluándose los géneros por el precio medio entre el corriente en el puerto de introducción y el de factura de Manila. Por el retorno de plata pagaría la compañía el 9%, un gran número de gentes adineradas de Nueva España fue accionista de la compañía de Filipinas y asimismo lo fueron las de otras provincias americanas, pues el monarca recomendó a sus vasallos de las Indias Occidentales que concurrieran con sus capitales en lo que se daría por bien servido.
La compra de acciones de esta compañía representaba una inversión promisoria, y halló entre los mercaderes y la nobleza acaudalada del virreinato mexicano una excelente acogida, la misma que había alcanzado en su mercado de valores el Banco Nacional de San Carlos, entre los accionistas reclutados se contaron las comunidades indígenas que por disposición real estaban obligadas a invertir sus fondos, esta medida fue adoptada con el fin de impedir que los cuantiosos bienes de esas comunidades permanecieron ociosos y evitar que su estancamiento moviese a fraudes y desfalcos, las comunidades indígenas obtuvieron así 513 acciones de esta empresa por un valor de $98,261 pesos después de un primer periodo la prosperidad, la compañía de Filipinas sufrió numerosos contratiempos y crecidas pérdidas, pues le correspondió desarrollar su actividad en una de las épocas mas calamitosas de la historia de España, a pesar de todo pudo prolongar su vida hasta muchos años después de la emancipación de la mayoría de las antiguas provincias españolas de ultramar, y su disolución no ocurrió si no por cedula del 6 de septiembre de 1834. Mencionaremos unos expedientes del siglo XIX donde se habla de esta compañía tan importante para México.
Año 1815.- real orden que suprime la Nao de Acapulco y habilita a los comerciantes de Filipinas para que hagan su comercio por los puertos de Acapulco y San Blas en buques particulares bajo el permiso de $500,000 y un millón de retorno. A.G.N. Filipinas, t.43, exp.7, f. 112-149.
Año 1815.- abril 23. Confirmación de la real orden que suprime la Nao de Acapulco. A.G.N. Filipinas, t. 43 exp. 8, f. 149-191.
Año 1819.- real orden de 25 de septiembre de 1818, reitera las anteriores suprimiendo la Nao de Filipinas. A.G.N. Filipinas, t. 49, exp. 15, f. 282-290.
Esta fabulosa historia de una de las empresas económicas que fue la mas importante de estos siglos XVIII y XIX, y que las monedas que trafico para su existencia fueron las conocidas como Columnarias o de dos mundos de 1732 a 1771 de los reyes Felipe V, Fernando VI y Carlos III, pero la que se mantuvieron con mayor tiempo fueron las del tipo de Bustos de los reyes Carlos III de 1772 a 1789 siguiendo las de su padre Carlos IV de 1790 a 1808 y continuando las de Fernando VII de 1808 a 1821. Esta es otra de las historias en donde nuestras monedas fueron las principales causas para que el comercio internacional se reorganizara como una maquinaria en donde el caudal de plata era lo que mantuvo bien aceitada esta para que varias naciones comercializaran sus productos a otras y el dinero fluyera como un rio de plata para todos.
INVESTIGACION. – Lic. José Antonio Juárez Muñoz. Director del museo de numismática de Durango. SEED – ICED. Miembro fundador de la ANUD.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS. – Las reformas económicas del siglo XVIII en nueva España vol. I y II. Autor Eduardo Arcila Farias, Caracas 1955, primera edición 1974.
El real de a ocho primeras monedas universales, edición especial, academia mexicana de estudios numismáticos y la sociedad numismática de México. Fomento cultural Banamex. A.C.

