El miedo no es que los norteamericanos “casen” a narcotraficantes, el miedo es que detengan a políticos.
Por: Aarón Quiñones
El pasado lunes Donald Trump el magnate norteamericano tomó posesión como el presidente número 47 de los Estados Unidos de Norteamérica, en medio de creciente tensión económica con Canadá y México por los dichos de campaña de este polémico negociador.
Al país con la hoja de Maple en su bandera ya le costó la dimisión del presidente progresista Justin Trudeau y una severa crisis interna, solo por decir que esa nación debería de anexarse como nuevo estado (también lo dijo de México, pero aquí no pasó nada).
Canadá que parecía ser el paraíso progresista, lleno de leyes y atenciones gubernamentales de avanzada respecto a la ideología de genero y el reconocimiento de los derechos humanos; ha caído tal vez en un dilema del proteccionismo, darle a su gente lo que quiere para que no se queje aunque esto incluya peligrosas aperturas al consumo de drogas, antes ilícitas, así como de llevar las terapias de conversión de género a muy tempranas edades a niños y niñas por nacimiento que aún no tenían la capacidad para decidir.
Para muchos aquel frío e inhóspito país se está convirtiendo también en un nido de personas con problemas con adicciones y que el estado está obligado a ayudar. Presentan severas crisis en sus sistemas de salud por las recetas legales que médicos otorgan ante la menor presencia de dolor a ciudadanos sin distingo de edad, estos medicamentos por supuesto que tienen sustancias como el fentanilo y los opiáceos que terminan en la peor de las adicciones y como todo está bajo derecho, no pasa nada.
Además la economía de este país del norte del continente no ha sido la misma con los manejos del ex primer ministro, que si bien internacionalmente era visto como un paladín del progresismo y los derechos de las comunidades, al interior de su país ya no era tan bien valorado ante su poca mano dura con el tráfico ilegal de personas, el de drogas y por supuesto toda la ideología denominada “woke”.
Todo esto y más fue detectado por el hábil grupo de asesores que tiene el primer presidente norteamericano juzgado y condenado culpable de la historia y por ende la presión económica y social.
Por otra parte, el mensaje de Trump para México fue más contundente y agresivo, varios decretos donde declaró la frontera México-Estados Unidos como un zona de emergencia, los programas de deportaciones masivas que incluyen los refugios como escuelas e iglesias y sobre todo algo que cimbró a toda la política mexicana declarar como “organizaciones terroristas” a los cárteles de la droga y sus socios fue un balde de agua fría que le arrojaron a la administración de la presidenta Sheinbaum.
Declarar zona de emergencia la frontera sur del país de las barras y las estrellas no es algo nuevo, la mandataria nacional lo explicó que ya había ocurrido y no es más que un protocolo para dirigir esfuerzos sociales y económicos a detener el flujo incesante de personas sin paso legal, algo a lo que quienes pretenden hacer este paso prácticamente están acostumbrados.
Llevar a cabo las redadas en sitios antes considerados como santuarios para migrantes como las escuelas o iglesias le sirve al magnate para dar certidumbre a quienes votaron por él y que exigen la salida de tantas personas sin una certeza jurídica de su estancia. Muchos ciudadanos norteamericanos están inconformes con la presencia desmedida de hombres, mujeres y niños provenientes de cualquier parte del continente entre México y Argentina, ya son demasiados, los sistemas de salud ya no funcionan de la misma manera e incluso las fuentes de empleo se agotan para todos, además de los casos de homicidios horrorosos magnificados por los medios de comunicación donde tiene que ver sí o sí un migrante ilegal.
Trump como Trudeau viene a darle a su gente lo que quiere aunque sea impopular con otros y como lo hizo en su primer mandato; orden en su patio trasero y una economía bravucona donde posiciona al país por encima de todos, como la mayoría de los norteamericanos piensa que funciona el mundo.
Lo que verdaderamente puso a pensar y temblar al gobierno mexicano fue la última determinación, categorizar a los cárteles como organizaciones terroristas, lo que a su vez abre la puerta para llamado “intervencionismo”, es decir los soldados más mortíferos, efectivos y letales cazando en territorio mexicano a líderes de organizaciones criminales.
Pero por qué cimbra a un país entero una determinación como esa, la excusa de la diplomacia mexicana es la libre soberanía del país y la capacidad de cada nación para atender sus propios males pero en este caso en específico son males compartidos, y también en este caso en específico México entero ya se vio completamente rebasado, en mucho.
Un ejemplo claro el llamado “Culiacanazo”, historia conocida por todos cuando un operativo militar logra la aprehensión de uno de los hijos del narcotraficante más famoso del mundo en la ciudad sinaloense y las huestes en ese entonces hermanadas paralizaron por completo toda la entidad, arrinconaron a los militares en su propio cuartel y amenazaron en usar armas de grueso calibre con la población y las fuerzas policiales si ese hombre no era entregado y finalmente fue entregado lo que visto a nivel internacional se interpreta como un pleno acto de terrorismo donde el gobierno mexicano en ese entonces liderado por Andrés Manuel López Obrador el presidente de los abrazos y no balazos fungió como un blandengue sin determinación, coraje, inteligencia y recursos para haber resuelto una crisis así.
Ese es solo un ejemplo, los drones explosivos en todos los estados del sur, la extorsión en base al terror a la población productora, la intervención de peligrosas mafias internacionales en los estados que hacen frontera con otros países y la llegada de fugitivos instructores militares a la población indígena ponen los pelos de punta a cualquiera.
Pero lo que más tambaleó al estado mexicano es la posible investigación que instituciones internacionales pudieran hacer sobre la economía y política social mexicana, ahí es donde verdaderamente está el problema.
Si se hacen fríos y crueles números unos mil hombres pueden pertenecer a una organización criminal, en combate uno a uno con los miembros del Ejército podrían eliminarlos tranquilamente con muy pocas bajas, es cruel pero es cierto, sin embargo, el problema no radica en esa confrontación, no, radica en todos los intereses económicos que mueve esa actividad.
Estados completos están a expensas de esas organizaciones, el lavado de dinero, el patrocinio de campañas políticas, las nóminas internas en las Fiscalías, Procuradurías, Hospitales, Policías de tránsito, Policías Preventivas, Policías Estatales, Peritos, Jueces, Diputados, Senadores, Magistrados, Regidores, directores casi todos están conscientes o son parte de la extensa maraña de corrupción que permite que el narcotráfico sea la actividad más redituable en el país.
Como ejemplo el propio Gobierno de Sinaloa está señalado, aún sin contundencia, de su contubernio con las peligrosas organizaciones criminales que hoy los tienen en la peor crisis de su historia, cada día salen más y más pruebas en su contra pero el sistema político mexicano se empeña en seguirlos protegiendo, la gente lo sabe y está cansada pero poco puede hacer cuando se vive en un “Narco-Estado”.
Lo que se pretende explicar con lo anterior es que el narcotráfico mexicano tiene más socios que soldados y que tal vez el “intervencionismo” norteamericano debería de darse en el sentido de la economía política de la corrupción, se imagina usted una redada al interior del palacio de gobierno.
