Los niños y la pandemia, gran ejemplo de resiliencia

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Por María Teresa Aguirre

Como psicóloga infantil, se puede decir que esta pandemia, además de aprendizaje y unión familiar en muchos hogares, nos ha dejado aspectos muy importantes a tener presente y a poner especial atención en los niños, aunque por otro lado, se han suscitado situaciones de violencia, en que los pequeños se sienten vulnerables y afectados, tanto en su integridad física como psicológica y emocional.

Al inicio de la cuarentena, los infantes fueron retenidos en casa porque así lo decretaron las autoridades y sus padres les dijeron que había un virus llamado Covid-19 o coronavirus y que debían permanecer en casa y no salir.

Fue así que de un día para otro, ya no regresaron al colegio, a sus entrenamientos deportivos, a sus clases de baile o arte.  Se acabaron las fiestas de cumpleaños, las salidas al parque con los amigos, las idas al cine o a comer en familia.  Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos. Los niños que atendía en el consultorio, cancelaron de inmediato sus citas, dejándolas pendientes para cuando todo “volviera a la normalidad”.

Así transcurrió lo que quedaba de marzo y abril con sus vacaciones, En mayo, me empezaron a buscar las mamás de estos pequeños, pidiendo ayuda con situaciones, incluso diferentes a la razón de ser atendidos o simplemente se incrementó la conducta o situación. Empecé a recibir niños en el consultorio o a atenderlos de manera virtual; ya tenía un año trabajando de esta manera.

Las situaciones que se presentaron fueron miedos, insomnio, desórdenes alimenticios, estrés, dolores de cabeza o estómago, esto sin razón aparente, mal comportamiento, baja tolerancia a la frustración, etc.; y por otro lado, apego excesivo a su familia, especialmente a la mamá, algunos niños mostraron conductas regresivas, como enuresis nocturna, volvieron a la cama de sus padres, tiempo excesivo en videojuegos o en la televisión.  Se suscitaron problemas en familia al permanecer todo el día juntos, trabajando o estudiando desde casa, con fallas de Internet o al no tener suficientes dispositivos tecnológicos, pero siempre a la espera del tan esperado anuncio del “regreso a clases”.

Los niños se acostumbraron a estar prácticamente de vacaciones, donde solamente se levantaban e iban a la computadora, no tenían que trasladarse al colegio, era algo cómodo para ellos tomar clases desde casa y ver por ratos a sus maestros.  Pasó el tiempo, y nos dijeron que no habría regreso a clases ese ciclo escolar, que no habría un cierre, ya no verían a sus maestros, a sus compañeros, nada de actos académicos.

De repente, nos avisan las autoridades educativas que se acaba el ciclo escolar.  Padres, maestros y niños quedaron impactados, con la incertidumbre de qué va a pasar.  Fue un año difícil para todos, pero siempre con la ilusión de regresar todos en agosto a las instituciones educativas.

No hubo vacaciones, fue un verano en casa, encerrados, sin poder salir siquiera a visitar a los abuelos.  Se empezaron a organizar las famosas “caravanas” de cumpleaños, donde los niños podían ver de lejos a sus amigos que cumplían años, darles un regalo y de cierta manera hacerse presente a la distancia.  Esta fue la manera de celebrar los aniversarios, hasta que se prohibieron y luego hicieron los famosos “drive thru”, siendo prácticamente lo mismo, pero llamados de otra manera.  Creo que ha sido algo que los infantes disfrutaron, haciendo algo diferente.

Durante este tiempo, ¿qué me tocó ver en la consulta? Cuadros de ansiedad, comportamientos de ira y enojo, depresión, cambios de humor repentinos, pesadillas, miedos, insomnio, falta de apetito o viceversa, una muy baja tolerancia a la frustración, Todo esto, tanto en niños como en adultos, así que seguí trabajando de manera presencial y de manera virtual.

Concluyeron las “vacaciones” de verano y llegó el tan esperado “regreso a clases”, el cual de nuevo fue en línea, lo cual trajo frustración e incertidumbre, además de miedo acerca de lo que nos esperaba con este virus que no cedía ni cede.  Empezaron a verse más pérdidas humanas, pero ya de manera más cercana a la familia, esto a consecuencia del Covid-19.

En consulta, he atendido a menores con situaciones de duelo, ya sea por pérdidas físicas, de trabajo de los padres, negocios o desintegración familiar.  Ha sido de lo más difícil durante esta pandemia, trabajar con los pequeños sus pérdidas.

Lo hacía antes, sin embargo, se incrementó y algunos de estos niños no logran entender, “por qué un virus está haciendo todo esto”, en sus palabras.  También comencé a ver más cuadros de ataques de ansiedad o pánico, incluso en menores, síntomas físicos, pero sin razón alguna, trabajando la Terapia Cognitivo Conductual, han podido superar dicha situación, incluso los adultos, quienes también han presentado situaciones de ansiedad y depresión por pérdidas.

Al trabajar con los niños en la consulta, ellos se abren y hablan de lo que les pasa, de lo que sienten y piensan, son tan transparentes que esto les aligera el camino y pronto se recuperan emocionalmente y salen adelante.

Es importante mencionar que lo que más requiere el ser humano y especialmente los niños y adolescentes, es “ser escuchados”, por lo que al asistir a terapia, es lo primero que encuentran, por ende, viene el alivio inmediato al poder expresarse y el trabajo subsecuente en las sesiones, donde se vuelven a sentir seguros y comprendidos.

En el transcurrir de estos meses, he visto más enojo, ira, miedos, pesadillas, los padres que no pueden controlar a los hijos, situaciones que se salen de control.  Ya han pasado nueve meses de encierro y esto provoca situaciones en los niños, los cuales requieren de atención inmediata.

Claro está que son pocos los menores atendidos. Lamentablemente, hay casos de violencia familiar, donde estos están a expensas de la familia y su único refugio era ir a la escuela, por lo que quedan expuestos a su entorno familiar.  Al asistir a terapia, ellos se sienten cómodos y hablan de lo que les pasa sin temor alguno, nosotros como psicoterapeutas, nos toca jugar un papel muy importante con los pequeños, dándoles la confianza que requieren, haciéndolos sentir cómodos y principalmente siendo empáticos con ellos. Se les van dando herramientas para manejar sus situaciones o estados de ánimo y van aprendiendo a hacerlo por sí mismos.  Hay infantes que me llevan contadas veces por alguna razón y lo único que tengo es una o varias sesiones, para hacerlos sentir mejor y regresen a casa con lo mínimo necesario para intentar salir adelante.

Para estos niños, el hecho de que se acercara la Navidad, implicó alegría, esperanza, paz dentro de un momento de miedo e incertidumbre, esperar ha sido lo mejor para ellos, desde noviembre comenzaron a arreglar sus casas, a hacer sus cartas a Santa y a portarse bien.  Dentro de un mundo sombrío llegó la luz y estaban ansiosos de que llegara el jueves para celebrar en familia su tan esperada Nochebuena.  Se acabaron de cierta manera los síntomas o conductas en estos pequeños, por una fecha que representa lo máximo para ellos y sus familias.

Se sabe que este año, las sillas vacías se reflejarán mucho más que en otros años en la mayoría de los hogares, no obstante, siempre podremos y tendremos la oportunidad de continuar nuestro camino, recordando a los que se nos han adelantado.

Nos queda mucho trayecto todavía por recorrer, pero siempre viendo hacia el frente y el mejor ejemplo que tenemos en nuestras vidas, son nuestros pequeños y su maravillosa e increíble capacidad de resiliencia, lo cual no es otra cosa que, seguir adelante ante cualquier adversidad.  Nuestro mejor ejemplo: los niños.