Ideario

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Por Azu Macías

Vivir con amor o con miedo… El miedo es una reacción natural ante una situación que se vive amenazante, mucho tiempo en la era moderna vivimos el miedo en relación a cosas que ya no eran tan tangibles, es decir: ya no había que correr a una cueva por la supervivencia, pero si había que correr siguiendo órdenes inestables por miedo a ser despedido por el jefe y quedarse sin sustento. Las causas del miedo entonces surgieron de fuentes bastante diversas y muchas de las veces más imaginarias que reales. El miedo libera una serie de reacciones químicas que, según algunos estudios favorecen la reducción en la respuesta efectiva del sistema inmune. Significa que emociones como el estrés, el miedo, entre otras emociones que se viven desagradables, realmente tienen un efecto dañino en el cuerpo si se mantienen durante mucho tiempo.

¿Qué significa durante mucho tiempo? Bueno pues que las emociones permiten movilizar, vienen de “motion” movimiento, entonces tienen funciones específicas, al hablar del miedo una función sería la huida, la anticipación, el ataque, pero una vez superado el evento lo normal sería volver a un estado de adaptación tanto mental como físico. Sin embargo al alimentar la emoción con pensamientos, está se estanca en el tiempo y así esa liberación química se sigue realizando, promoviendo entonces desadaptación. Si en un momento de estrés se libera adrenalina para hacernos reaccionar, sostenida en el tiempo su liberación en el cuerpo provoca dolor de cabeza, insomnio entre otros padecimientos que los médicos conocen mejor que yo.

Este año el panorama sin embargo vuelve a ser algo que amenaza la supervivencia, ahora sí en sentido literal, es normal sentir miedo en algún momento pero alimentado por pensamientos y sostenido en el tiempo no nos beneficia en un momento en que lo que más necesita muestro cuerpo es un sistema defensivo fuerte. Se acepta cada vez más que la conducta modifica la química cerebral y que pues al ser seres sociales parte de esa conducta está influida por la de los otros, de modo que ante eventos que no permiten la conducta predecible en nosotros y los demás, el estrés se eleva.

La buena noticia en todo esto es, que bueno si el estrés, el miedo y otras emociones tienen una función limitada en el tiempo y se mantienen alimentadas por pensamientos, entonces podemos poner atención a no alimentarlas más de lo debido; además de que el optimismo, un sentido de control personal y la habilidad para encontrar significado a las experiencias de la vida, han sido asociadas con una mejor salud mental y por lo tanto mejor respuesta inmune, habiéndose encontrado que quienes emplean estos recursos tienen progresión más lenta en alguna enfermedad. Así que mientras son peras o son manzanas, si el practicar el optimismo, el amor y el sentido de control de lo que está en nuestras manos permitiría aumentar las defensas y que alguna enfermedad como la que nos rodea progrese menos rápido, no perdemos nada intentando ser positivos, buscar un significado y tratar de tener el control de nuestro interior.