Ideario

0
76

Por Azu Macías

Compartirse en la intimidad… Hay muchas formas de compartir: dando regalos, tiempo, palabras, experiencias de cualquier tipo, pero compartirse a uno mismo es verdaderamente un reto, sin importar cuánto llevemos viviendo con alguien, trabajando juntos, podemos conocer solo los aspectos que el otro decide compartirnos de sí mismo.

Es así que se vuelve realmente complejo, es que, a veces solo compartimos una parte de nosotros mismos y reservamos la otra, bien sea por una idea de que así nos protegemos, o porque cuando intentamos compartirnos alguna vez alguien nos hizo sentir juzgados, ignorados, va pasando el tiempo y ni los que viven a lado nuestro nos conocen.

De esta manera queremos asegurar nuestra intimidad protegiéndonos, cuidando lo que damos de nosotros al mundo, como mi paciente que angustiada dijo: “Es que no quiero que piense que yo voy a estar ahí cuando se le antoje, por eso aunque lo quería ver le dije que no” y así erigimos barreras bajo la idea de que hacerlo nos protege de recibir un daño y al protegernos del daño nos dañamos haciendo marañas y generando muchas veces justo aquello  que tememos: la soledad, la burla, el abandono…

Qué difícil, porque al entrar a las relaciones protegiéndonos nos sentimos algo solos ¿Cómo sentirnos acompañados si no compartimos a los otros nuestros miedos? Crear una barrera protege pero también aísla, sobre todo si la puerta que dejamos para entrar es muy pequeña, al fin ¿Quién tiene la llave? Nosotros mismos me parece, al intentar relacionarnos distinto. No sé si hay garantía de que al entrar a una relación uno no salga herido, pero si sé que dejarse ir en la intimidad con alguien es un acto humano más que necesario y que puede resultar en algo enriquecedor para ambos.

Es por ello que las comunidades en línea están teniendo auge: nos gusta poder compartir con otros nuestras vulnerabilidades, sentir que no estamos solos en los desafíos y que a través de hacerlo desarrollamos cierta intimidad con el otro. Esa intimidad de saber lo que al otro le duele, lo que ha hecho mal, sus errores y sueños, sus miedos y sus ridículos tan parecidos a los propios; queremos  sentir que en el fondo somos aceptados , que alguien en el camino nos acompaña y nos comprende.

¿Qué tanto te estás compartiendo a ti mismo con otros? ¿Saben en casa cuáles son tus miedos, tus sueños, qué has sentido como fracaso últimamente y cuáles son tus recientes ridículos? ¿Qué barreras te pones para protegerte en las relaciones de pareja que terminan aislándote o boicoteando todo? Para compartirse uno necesita aprender a ser honesto con uno mismo y también un acto de valentía para dejar de lado el juicio primero de nosotros mismos, finalmente  el acto de confiar.