Hay vínculos de amistad y cooperación entre Arquidiócesis y Estado

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  • Que la valentía, el coraje cristiano y el amor a Dios y a su Patria sirvan de ejemplo para poder ser mejores ciudadanos y mejores creyentes: Arzobispo.

Graciela Rosales/La Voz de Durango

El mensaje de monseñor Faustino Armendáriz Jiménez leído en la misa celebrada en la Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción, con motivo del 457 aniversario de la ciudad de Durango, felicita a todos los duranguenses y reconoció los profundos vínculos de amistad y cooperación entre el Estado y la Arquidiócesis de Durango y señaló su deseo de que la valentía, el coraje cristiano y el amor a Dios y a su Patria que caracterizó a los Santos Mártires, nos animen, sostengan y sirvan de ejemplo para poder ser mejores ciudadanos y mejores creyentes.

A esta misa asistió el gobernador José Rosas Aispuro Torres y su esposa Elvira Barrantes de Aispuro, así como algunos actores políticos que siguieron al pie de la letra los protocolos de sanidad y la sana distancia.

El arzobispo, quien no asistió a la celebración por motivos de causa mayor, señaló en su mensaje que el 457 aniversario de la Ciudad de Durango, brinda la feliz ocasión de descubrir, aún más, la grandeza e historia de esta amada Ciudad; y luego de felicitar a los duranguenses y destacar los profundos vínculos de amistad y cooperación que unen a nuestro Estado y a la Arquidiócesis de Durango, hizo algunas consideraciones.

Explicó que en el proceso de la formación de la Nueva Vizcaya -Durango- podemos encontrar que el cristianismo, contribuyó de manera fundamental en la formación y consolidación de la identidad del pueblo duranguense.

Baste recordar, que la provincia de la Nueva Vizcaya, no solo fue resultado de las exploraciones y el espíritu de expansión de un grupo de hombres emprendedores del reino de Nueva Galicia -Jalisco- sino también, de un grupo de frailes franciscanos que confiados en la divina providencia, fundaron la misión de Nombre de Dios.

Al respecto, en la información de Méritos, encontramos datos muy interesantes donde, el gobernador y capitán General Francisco de Ibarra, menciona que para fines del año 1561 o principios de 1562, encontrándose en San Martín, llegaron hasta él algunos religiosos franciscanos que llevando una carta del Virrey don Luis de Velasco, le iban a pedir ayuda para fundar una misión en las tierras por él descubiertas.

Los testigos declarados en dicha información de Méritos mencionan que los frailes fueron Gerónimo de Mendoza, Fray Cintos, y Diego de la Cadena.

Estos fueron los fundadores de la Misión de Nombre de Dios. Esta primera misión, en conjunto con las misiones que se crearían después, como la de San Juan del Río, de Cuancamé, de San Francisco del Mezquital, de Huazamota y de Topia, favoreció la evangelización, pero también, la instrucción académica y cultural, así como la enseñanza del cultivo de la tierra.

Sin embargo, no sería, sino hasta el verano de 1563, cuando uno de los capitanes de Ibarra, nombrado Alonso de Pacheco, fundó un nuevo campamento de españoles en el valle nombrado de Guadiana.

El sitio resultó tan favorable para estos que, en abril de ese mismo año, Ibarra ordenó al mismo capitán fundar una tercera villa de españoles para su provincia, a la cual le puso el nombre de Durango, en honor de su ciudad natal en la provincia de Vizcaya. Un poco más tarde, esta villa se convertirá en la sede del gobierno de la Nueva Vizcaya y en 1620 en el Obispado de Durango.

Con todo lo dicho hasta ahora, queridos hermanos, podemos percibir, sin olvidar la laicidad del estado, que las raíces de nuestro pueblo duranguense son cristianas.

Dicho de otro modo, de la laicidad, no debemos caer en un laicisimo, que pasa, de la “distinción” entre lo político y lo religioso a una “mutua ignorancia”, con la pretensión de que cada uno de los dos viva como si el otro no existiera. Más bien, se trata de buscar continuamente un equilibrio, una sana separación sin extremismos, un diálogo fructífero y un progreso integral que vea el bien de la persona y de la comunidad. Pues tanto la Iglesia, como la comunidad política, «aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres» (GS 76).

Finalmente, monseñor Armendáriz a través de su mensaje comentó, “quiero asegurarles mi oración, para que el Señor les ayude a discernir nuevos caminos y a encontrar verdaderas soluciones para estos tiempos difíciles que estamos viviendo. Asimismo, deseo vivamente, que la valentía, el coraje cristiano y el amor a Dios y a su Patria que caracterizó a nuestros Santos Mártires duranguenses, nos animen, sostengan y sirvan de ejemplo para poder ser mejores ciudadanos y mejores creyentes”.