Ideario

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Por Azu Macías

De lo perdido lo encontrado… Perder duele. Siempre duele. Unas veces más, otras menos, unas veces el dolor ensordece, otras solamente destantea, pero todas las veces perder desequilibra. Perder es eso: dejar un espacio vacío que en consecuencia hará que lo que queda se tenga que reacomodar mientras algo más se crea para poder llenar ese lugar. Uno pierde ideas, proyectos, sueños, relaciones, comodidades, formas de ver el mundo y experimentarse en él, uno pierde salud, dinero, bienes materiales, cabello, células, juventud, formas insanas de vivir o relacionarse, en fin.

Uno pierde, pero también gana. El problema es que en la pérdida cuesta ver la ganancia que no siempre es de la misma especie que lo que uno perdió, a veces sí, pero no siempre. Por ejemplo, células de piel mueren cada día y otras nuevas nacen, mas cuando pierdo dinero por descuido gano el aprendizaje de no ponérmelo otra vez en el bolsillo, sino guardarlo bien en la cartera; pero cuando perdemos la libertad de salir a la calle ¿de qué especie es la ganancia?

Hace meses se hablaba de un virus en China cobrando vidas, parecía tan lejano hasta que dejó de serlo, y comenzamos a tener pérdidas: primero de la libertad de tocarnos, luego la libertad de salir, después económicas,  de la tranquilidad y para algunos más desafortunados que han perdido la vida o a un ser querido. ¿Cuál ha sido la pérdida de cada uno de nosotros?

Puede ser de muchos tipos, pero hay una extensa que es la pérdida de la normalidad que cada quien vivía, sea lo que sea que ello representara. Unos ante esta realidad, alcanzan a reaccionar con algo que a muchos nos molesta, pero parece ser su último recurso antes de enfrentarse a perder: la negación manifestada en un “es mentira”, “tengo derecho a no usar cubrebocas”; “no pasa nada si nos juntamos”, con lo que dicen al mundo algo como: “me da miedo perder”. Se aferran a la normalidad, aunque no está más desde el momento en que toman la temperatura para entrar al súper, le piden a la gente que tome su distancia o que no lo podrán atender sin cubrebocas. Se perdió la normalidad acostumbrada y pensar en ello puede generar muchas emociones diversas.

Es necesario hacer frente a las emociones que generan las pérdidas porque ellas son esa tierra que uno va preparando para que algo nuevo pueda nacer ahí en ese terrenito donde se nos extirpa un retoñito o a veces hasta un tronco. Reunirse con la gente para hablar de los significados de la situación, validar lo que se está experimentando se vuelve necesario para hacer ese abono (qué es el abono sino el desecho de algo), después de todo ¿qué tal que alguien a quien queremos no se atreve a hablar de su sensación de inseguridad, de su tristeza, de su ansiedad, de su estrés, de sus pérdidas durante la cuarentena o previas a ella? Validemos lo que sentimos, pidamos ayuda de conocidos o profesionales, porque para encontrar algo en lo perdido, a veces no bastan dos ojos y dos manos, se necesitan más.