Pese a limitaciones físicas, Ramón Flores se gana la vida

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  • Las secuelas de la poliomielitis parecían truncarle la existencia, pero salió adelante produciendo ladrillo; pide apoyo y una oportunidad laboral.

Josélo Fuentes Delgado/La Voz de Durango

Desde su infancia, Ramón Flores, tuvo que luchar para sobrevivir, pero los efectos de la poliomielitis en su columna y miembros inferiores acabaron por hacerle la vida difícil, pero no imposible, mas ante la pobreza que abrazaba a su familia tuvo que aprender a hacer ladrillo para poder salir adelante.

Su obrador se ubica en los límites del Arroyo Seco, muy al sur de la ciudad, en medio de nubes de polvo, jacales de madera con lámina, algún cuarto de ladrillo muy apenas construido y su deseo constante de darle una mejor vida a su familia.

Su día inicia desde las 06:00 horas para empezar a mezclar la tierra. Sus brazos fuertes sostienen su pequeña, pero fuerte humanidad, soportados sus brazos por un par de manos callosas y ásperas.

Su ropa no es del todo clara, porque sus piernas delgadas, con músculos adelgazados por las secuelas de la polio, se arrastran siguiendo su fuerte tronco con espaldas anchas que le sirven para soportar las arduas cargas diarias de hacer todas las faenas que requiere un obrador para producir ladrillo.

Sus ojos ágiles resaltan en su rostro bronceado por el sol y el pelo rizado y corto, no conserva su color castaño por el polvo diario del trabajo, sin embargo, a pesar de la adversidad no deja de sonreír y de ser apoyado por su familia.

Su esposa y sus pequeños hijos son su motor, dice, cuando piensa en darles una mejor calidad de vida y alejarlos de la relativa pobreza en que viven, “yo quisiera algún apoyo, un crédito para dejar esta vida y dedicarme a otro trabajo, porque sí es cansado, es agotador y el recurso no siempre es fácil de obtener, porque en tiempo de lluvias se paraliza la producción de ladrillo y de alguna manera hay que sobrevivir”, afirma Ramón.