Que no se pierdan las posadas con peregrinos

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  • Valores que deben preservarse.
  • Es necesario seguir con las tradiciones y la idea de ser mejores personas con la llegada del Año Nuevo.

Graciela Rosales/La Voz de Durango

Se acerca Navidad y con ella, los recuerdos de la niñez, de aquellos olores a buñuelos, a tamales cuando está hirviendo el bote de cuatro hojas y el correr de los chiquillos de un lado a otro buscando las casas donde había posadas, así fue la niñez de don Fernando, que hoy sentado en el sol es solo un sobreviviente de los excesos de su vida.

Fernando Espinoza, de 68 años, sentado en una piedra frente a su casa, acepta compartir sus pensamientos y sus recuerdos que llegan hasta las navidades de su niñez; “no nada que ver con esas fiestas de ahora, estos muchachos no saben ni cargar los peregrinos”.

Hijo de madre soltera, vivió siempre en la casa de sus abuelos, en donde la Navidad tenía un significado “la llegada del Niño Dios”,  era la oportunidad de que se perdonaran los pecados cometidos en el año para iniciar el Año Nuevo con la conciencia limpia y el propósito de volver a comenzar con buenas intenciones.

Desde noviembre se empezaban a organizar las familias porque desde el 16 hasta el 24 de diciembre, había que hacer las posadas, y “aunque uno era niño, entendíamos que cada año teníamos que ser mejores, respetábamos a los padres, a los abuelos y hasta a los vecinos, ayudábamos con los preparativos, hacíamos piñatas entre todos y en ocasiones también nos ponían a hacer aguinaldos aunque casi siempre nos regañaban porque nos comíamos los dulces”.

Era una ilusión grande, saber que venía la Navidad y desde que empezaban las posadas comenzábamos a contar los días que faltaban para que llegara el Niño Dios, las mamás nos decían que rezáramos y cantáramos con ganas para agradar a Dios, todos sabíamos pedir posada y nos peleábamos por cargar los peregrinos, ya que era un honor hacerlo.

Por fin, la primera posada, “Ya van caminando, los esposos santos, vamos, vamos todos, siguiendo sus pasos… y así nos íbamos caminando por la cuadra, pidiendo posada, hasta donde nos abrían la puerta, allí rezábamos, y al final nos daban atole, tamales o buñuelos, a veces pan, pero siempre había aguinaldos, no crea que muy grandes, a veces nomás nos daban una naranja”, pero ellos eran niños y disfrutaban con la inocencia de su edad.

La última posada era la mejor, la del 24 de diciembre, allí se repartían los aguinaldos más grandes y se quebraban dos o tres piñatas; luego todos se iban a sus casas a cenar con la familia, lo que fuera,  entonces no se usaba mucho que el pavo o la pierna, eran tamales, buñuelos, todo hecho en casa, ahora todo lo compran”.

Don Fernando, cree que no debe perderse la tradición de las posadas, ni el significado del perdón y del renacer a un año nuevo con mejores intenciones, “yo crecí y con tanta borrachera me perdí por unos años, luego me hice viejo, no me di cuenta cuando dejaron de hacerse las posadas, pero ahora que ya no puedo moverme, tengo tiempo de pensar y recordar esos bonitos momentos en los que la mamá era el pilar principal y el mayor respeto en las familias”.

La noche del 24 de diciembre –dice don Fernando- eran interminables, todos tenían la desesperación de que amaneciera pronto para buscar los regalos, “yo creo que ni dormíamos”, ya que amanecía todos nos salíamos a jugar a la calle, porque antes las calles se disfrutaban y no nos pasaba nada y si alguien se caía jugando, cualquier vecino ayudaba; ahora no, lo ven a uno tirado y ahí lo dejan”, por eso hay que hacer algo para que regresen las posadas con sus valores y su significado.