Tiempos difíciles para ser policía

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  • Los agentes preventivos salen del hogar y dejan a la familia por cumplir con su deber, un deber generalmente poco comprendido por el ciudadano.

Josélo Fuentes Delgado/La Voz de Durango

Por la radio de la unidad policial sueña la clave de emergencia por violencia doméstica en una colonia de la ciudad. Una mujer con la voz, entre gritos y llanto, pide auxilio al ser agredida por su marido. El sujeto bajo los efectos del alcohol trae un arma y la vida de la mujer y sus hijos corre peligro.

La adrenalina empieza a correr por el torrente sanguíneo de los agentes a bordo de la patrulla. Cada servicio es diferente y representa un riesgo. Él y su compañero se preparan para intervenir y garantizar la seguridad de esa familia, pero no dejan de pensar en la de ellos: “si llegáramos a hacerle falta a nuestros hijos, a nuestra esposa, que harían”, piensan sin decirlo al ser ya un valor entendido.

Por fortuna la situación queda controlada y no hay daño colateral. Pero el riesgo y el peligro van de la mano en la profesión en cada turno, precio que han decidido pagar quienes ejercen este oficio que hasta cierto punto es incomprendido y atacado por el ciudadano, pero esto lo sabe muy bien el Policía Primero, Fernando Manuel Aldaba Isáis, próximo a cumplir los 38 años de carrera.

“Cuando sale uno de la casa, la esposa y los hijos, hasta uno mismo sabe que va a trabajar, pero no si regresará ese día. La familia también vive con incertidumbre y los policías también conocemos el miedo, de hecho, es lo que nos mantiene alertas y con vida porque nuestro trabajo requiere de todos nuestros sentidos y capacidades para sobrevivir”, consideró el agente.

Otro elemento importante en la carrera policial es la preparación física y mental, los conocimientos que reciben los agentes en el entrenamiento durante la etapa de cadetes porque esa información puede ser la que haga la diferencia entre la vida y la muerte al andar en las calles al hacer frente a la delincuencia.

“Nos enfrentamos mucho a la incomprensión de los ciudadanos, a su indiferencia y hasta los insultos sin saber que la paga a veces no garantiza los riesgos de dar la vida para salvar la de otros, pero es un oficio para el que debemos tener vocación de servicio, aunque a veces ni las gracias nos den lo importante es quedarse con la satisfacción del deber cumplido”, dice.

Como hay momentos buenos también hay malos, pero advierte Aldaba Isáis que trata de quedarse con lo bueno de haber ayudado a alguien, “por muy preparados que estemos nadie nos enseña a lidiar con la muerte, tanto de un compañero como el de algún ciudadano al atender a la población. El miedo, el riesgo y la muerte siempre están presentes, pero las oraciones de la familia son las que logran blindarnos el alma y los recuerdos”, concluyó el agente.