Ideario

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Por Azu Macías

La mujer sin miedo… Recibí un mensaje, lo leí discretamente mientras atendía mis asuntos en una reunión laboral y descubrí que la posibilidad vislumbrada por mí de forma anticipada se manifestaba. Sentí miedo, lo pude identificar por el sudor que apareció de inmediato en mis manos y pies, mientras continuaba hablando. Conocía bien esa sensación, la había sentido muchas veces en mi vida: “¿Qué decisión debo tomar?” Los dados echados al aire hubiera querido pensar, pero ciertamente al analizar la situación pude percatarme de que nada de eso que estaba ocurriendo era producto del azar o de la mala suerte, yo había participado activamente en obtener ese resultado, entonces, descansé y recuperé mi poder.

El miedo es según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el  “sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea”. A veces el miedo anticipa consecuencias, ayuda a planear resultados, pero por otra parte el miedo puede paralizar, hacernos reaccionar violentamente o huir.

Por miedo permanecemos en relaciones, trabajos, amistades, situaciones que no nos hacen felices, pero que nos brindan cierta estabilidad, estatus, alguna que otra comodidad, ¿cómo puede suceder que uno se siente cómodo en la incomodidad? Pues probablemente soportamos cierto grado de incomodidad hasta que nos hacemos conscientes de que en la vida nuestra deseamos más bienestar, entonces la incomodidad se vuelve insoportable y empezamos a decidir.

Pero perder el miedo pone en jaque a quienes se habían acostumbrado a funcionar con nosotros en la comodidad incómoda, tanto que pueden obstaculizar con sus frases o acciones el nuevo rumbo que de manera decidida emprendemos para nuestra mejoría emocional, económica, relacional o espiritual.

No todos quieren que uno pierda el miedo, pero la sensación de tomarlo en las manos y seguir caminando con él regresa el poder al alma, da claridad a la mente y deja así como dice mi querida Ángeles Mastretta: “Dispuesta al gozo de estar viva por encima de cualquier contrariedad, cualquier milagro, cualquier abismo, cualquier luna”, regresa la sensación de estar vivo que a veces, solo a veces quita la comodidad incómoda.

Cargar el miedo para tomar lo que se anhela deja con el ansia de búsqueda y las mariposas de la panza, con el cosquilleo de las muñecas y la necesidad de seguir caminando cuando parece más cómodo estar sentada, así buscando, buscando algo, buscando todo. Libres hasta donde los fantasmas lo permiten, buscando la libertad así siendo humanos con incongruencias, aciertos y desaciertos, éxitos y dramas, con tragedias y levantadas, pero vivos.

Se puede vivir así, así como vive una mujer sin miedo, quien recupera su poder y reescribe la definición: “El miedo son nuevos territorios que esperan ser descubiertos” (Rafael Vidac).