Ideario

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Por Azu Macías

El uso de las redes sociales… Las redes sociales son ese fenómeno de la comunicación que ha venido a revolucionar al mundo en los últimos años, desde el facebook, Instagram, Snapchat y otras decenas más que se fueron diversificando de acuerdo a las edades y necesidades, de manera que podemos encontrar publicidad de todo tipo, retos, noticias, grupos, páginas educativas, sexuales, sociales y además, nos permiten día a día publicar lo que pensamos, sentimos, lo que comemos, cómo festejamos y cómo viajamos.

Nuestros niños y adolescentes pasan cada vez más horas frente al monitor o la pantalla del móvil, diversos fenómenos sociales y psicológicos se dan ahora en función del impacto de estas redes sociales con las que políticos, gente del espectáculo y comercios verifican la opinión de la gente tal como antes lo hiciera el rating televisivo. El problema es que además ellos toman las redes sociales para medir las opiniones de los demás, sobre lo que ofrecen o cómo actúan, también los niños y adolescentes miden su autoestima en función de cuántos amigos, likes y followers tienen.

Una generación completa de personas parecen desesperadas por la aceptación de las masas porque no importa que no nos conozcan, lo que importa es que nos sigan, que publiquemos contenido lo suficientemente interesante para generar tendencia. Al preguntarle a muchos niños y jóvenes qué quieren ser de grandes responden: “Quiero ser youtuber”, la que parece ser una forma nueva de ganarse la vida.

Pero imaginemos el siguiente panorama como un joven, que después de publicar aquella foto en las redes sociales en un lugar bastante genial, llego a mi casa a un ambiente donde mis padres no se hablan, donde nadie me pregunta cómo me fue y cuando pido algo o de repente se me desbordan las emociones, me manden al psicólogo para que me arreglen porque seguramente hay algo mal en mí; o me den la Tablet y luego me reclamen por qué no valoro lo que tengo. El mundo virtual entonces es el que adquiere más sentido que aquel en el que vivo.

De alguna manera los niños y los jóvenes a los que no se les modera el uso de los dispositivos electrónicos y las correspondientes redes sociales aunado a un entorno que no favorece la intimidad emocional con los familiares más cercanos, comienzan a desarrollar poca tolerancia a la frustración, adicción a la sensación de satisfacción que genera el mundo del ciberespacio, aislamiento de las relaciones reales o bien sobreexigencia de lo que “deberían” ser según el influencer que esté de moda en ese momento.

Si resulta difícil para nosotros los adultos moderar nuestro uso de los dispositivos móviles y las redes, además de no sentirnos agraviados cuando alguien no da like a nuestros comentarios o bien sentir que no hemos hecho lo suficiente al ver la gran cantidad de cosas que presumen nuestros contactos, imaginemos a donde puede llevar esto a un niño o un adolescente que recién aprende cómo relacionarse con el mundo. Los hijos necesitan saber que en el mundo real tendrán apoyo y respaldo de un adulto para enfrentar sus problemas emocionales, sus confusiones y berrinches, su necesidad de límites, orden y afecto; ese nos tocará a nosotros, con todo el reto que representa.