Ideario

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Por Azu Macías

No podemos encajar la vida en las generalizaciones… al emplear el lenguaje construimos la forma en que estamos interpretando la realidad, ¿por qué digo interpretando? Porque al final de cuentas un evento puede verse desde muchas perspectivas, la realidad no es un espejo, es más bien un prisma con muchas caras en la que uno se refleja.

Incluso podemos constatarlo en nuestra historia personal, en la que muchos tuvimos hermanos y fuimos criados por “los mismos padres” en la “misma casa”, pero todos crecemos diferente, actuamos diferente y tenemos distintas creencias, hacemos variadas elecciones. Y es que, no crecimos en realidad con los mismos padres, los padres del primer hijo no fueron los mismos que le tocaron al tercero, tal vez estaban más ansiosos con el primero o tenían más problemas económicos, probablemente la relación de pareja estaba más desgastada para el nacimiento del último o más consolidada; a eso podemos sumar el hecho de que cada hijo vivió la realidad que le tocó reflejándose en una cara diferente del prisma, por lo que el mismo evento pudo hacer sufrir a uno y fortalecer a otro.

¿Cuál de los dos está equivocado? Nos preguntamos esto continuamente cuando nos relacionamos con alguien que narra una historia diferente de otro, especialmente en relaciones de pareja y la respuesta es: ninguno. Ambos tienen una visión diferente, están en diferentes caras del prisma y aún queda muchas otras por explorar que ellos ni siquiera han contemplado. El problema según veo radica en que generalmente queremos convencer a los demás de que el lado que estamos viendo es el verdadero. Nos aferramos (y lo digo incluyéndome en la afirmación) a tener la razón.

El asunto es que en las relaciones humanas tener la razón no basta, no sana, muchas veces no soluciona porque como diría Bruner “Los argumentos nos convencen de su verdad, los relatos de su semejanza con la vida”, con una vida que es compleja y en la cual no existen los expertos, solo personas que intentamos partir de la verdad que conocemos día a día y mediante la cual generamos experiencias nuevas. Tener la razón no nos lleva al diálogo que se necesita establecer para sanar algo que se está sintiendo mal entre dos (sean padres con hijos, parejas, amigos), se requiere humildad, espera, escucha, paciencia… empatía para ponerse del lado del otro.

La historia única acarrea peligros siempre, pues conectarse con otro implica pedirle que nos muestre el lado desde el cual está viendo (trabajo difícil), porque en medio del blanco y el negro existe toda una gama de grises, una verdad intermedia, una verdad relativa.