Bandas delincuentiles cercan comunidades indígenas

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  • Enfrentan escasez de alimentos, no tienen médicos, ni maestros: Roberto Seledón Aniceto.

Graciela Rosales/La Voz de Durango

Cercados por bandas delincuentiles y la inseguridad que genera su presencia, los indígenas de La Cruz, Sandijuela, Camarones, Cueva Rasposa, Corral de Piedra y Coyotes de Lajas, enfrentan carencia de alimentos, no tienen médicos, a veces, solo en ocasiones acuden los maestros a la escuela, todos tienen miedo, declara Roberto Seledón Aniceto, exgobernador de San Francisco de Lajas.

Con tristeza, en momentos con desesperación, explica que él tuvo que salir de su tierra, cuando mataron a seis miembros de la familia de apellido Chamorro, “eran amigos, fui y ayudé a levantar los cuerpos, les dimos sepultura y luego agarré a mis hijos y me vine a Durango”.

Aquí vive desde hace años, “aprendiendo a vivir con la tristeza y con las ganas de volver a mi tierra”, aquí –dice don Roberto- no tienen nada, ni casa, ni animales, ni tranquilidad porque les llegan las noticias de la gente que está allá y que sufre la angustia, el miedo de saber que los “malos andan cerca, armando balaceras, matando gente”.

Don Roberto se atrevió a buscar a quien esto escribe porque las noticias de sus paisanos lo inquietan, porque no sabe a quién acudir, porque su gente necesita ayuda, “porque se están muriendo de hambre, ya no tienen doctor y no pueden bajar a Nayarit por alimentos o en busca de ayuda porque los “malos” los tienen cercados.

Estamos hablando de aproximadamente 100 familias de los poblados La Cruz, Sandijuelas, Camarones, Cueva Rasposa, Corral de Piedra y Coyotes de Lajas, se encuentran en los límites de Durango y Nayarit; normalmente surten la despensa en la medida de sus posibilidades en las cercanías del vecino estado nayarita, pero desde hace semanas no pueden hacerlo, porque gente de las bandas delincuentiles se ha apostado en la zona.

“Los hombres no pueden salir porque los matan, mandan a las mujeres a comprar mandado, pero la pasan muy mal, tienen mucho miedo, por eso les falta el alimento, hay gente enferma, pero el médico ya no va, se fue, tuvo miedo, los maestros a veces van, otras no, es que no aguantan el miedo”.

Otro problema son los desplazados, los que desde 2014 abandonaron sus casas, convirtiendo en pueblos fantasmas las comunidades de Balontita, Las Cañas, Yerbabuena y La Vinata.

“Ahí se quedaron nuestras casas, los animalitos, todo lo que teníamos, nos vinimos con lo que traíamos puestos, ya llevamos años aquí y seguimos con lo que traíamos puesto, aquí no rinde nada”.

El exgobernador de San Francisco de Lajas, hombre preocupado por su comunidad, baja la cabeza y con tristeza asegura que sus problemas no les interesan a las autoridades, nunca van, no han hecho nada por ayudarlos, ni una palabra de aliento.

Y sí, si hay cosas que puede hacer el Gobierno del Estado, como establecer un programa de apoyo en el Registro Civil, para que los indígenas desplazados puedan recuperar cuando menos sus actas de nacimiento que se quedaron allá en sus viviendas.

Si quisieran, continúa don Roberto, ya hubieran buscado la forma de garantizar la seguridad pública en nuestras regiones, de ayudarnos a reconstruir nuestras viviendas, de ayudarnos a trabajar; pero “ahí tan los hermanos indígenas en sus comunidades, cercados por las bandas delincuentiles, esperando que les llegue la hora, resignados a morir sin deber nada, son como 100 familias y el Gobierno no las ve o no las quiere ver”.