El propio sazón

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Por: Azu Macías

Benditas las manos que  le dan sabor a la vida diaria, pienso esto mientras recuerdo aquella vez que preparaba albóndigas y ella al observarme me dijo: -¡Qué raro, yo las preparo diferentes, no les pongo harina, ni las frío!- Es que… cada quien tiene su propia receta. Ahora lo sé.

La semana pasada hablábamos de cómo la vida actual con sus múltiples requerimientos puede hacernos sentir muy vigorosos, hay muchas cosas que hacer, que lograr, llena de retos, si alguien más pudo ¡Yo también! Surge la voz interna y luego nos vemos a nosotros mismos haciendo malabares para sostener una idea de perfección que hemos instalado en nuestra cabeza para satisfacer a alguien  (padres, parejas, sociedad) con la sensación de estar siguiendo una receta con instrucciones, ingredientes, pasos y tiempo de preparación.

Alguien pudo sentir con aquel escrito que está mal hacer muchas cosas y sentirse cansado al final del día, aunque no necesariamente es así, porque verán: No hay recetas precisas, el punto es en realidad que estar viviendo en función de pasos que han satisfecho  a otros en sus propias vidas parece ser algo similar a una trampa y es precisamente esto lo que puede conducirnos al estrés, al querer que  la receta funcione a un alto costo para uno mismo, porque no la hemos adaptado  a nuestros propios gustos y necesidades. Antes yo creía que para que una albóndiga fuera tal necesitaba de carne y después ¡conocí a los veganos!

Equilibrio… pienso esto mientras escribo, pues me sabe a la palabra clave que busco, es lo que se necesita en las recetas para que todo salga como nos gusta y que logre ser nutritivo ¿Cómo encontrar el equilibrio entre lo que los demás esperan y lo que yo deseo, entre lo que dicen las redes sociales que debo tener y lo que siento que en realidad necesito, entre lo que soy ahora y lo que me gustaría ser? El equilibrio es más bien una receta que cada quien encuentra en algún lugar (iglesia, filosofía, familia, libros, grupos de autoayuda, trabajo, asociaciones) y que va siguiendo paso a paso como cuando recién aprende a cocinar, para  después permitirse la inspiración de cambiar los ingredientes y poner el toque para que aquello posea el propio sazón.

Para que la receta del equilibrio  funcione, hay que ver con qué ingredientes se cuenta, cuáles nos gustan y cuáles no, es un proceso que implica abrir el gabinete de lo disponible y elegir ingredientes que a primera vista son apetecibles, agregar también los que no parecen tener suficiente sustancia, sin embargo, al incluirlos aportan un sabor específico sin el cual, aquello no sabría igual.

Siéntase tranquilo  que no se trata de cambiar toda la vida de uno para ser más feliz, sino de no seguir la receta de alguien más, no sin antes revisar primero con qué ingredientes  cuenta, aceptarlo, si es necesario obtener unos nuevos, sustituya los que no sean nutritivos y siga adelante intentando mezclas de equilibrio para que esto que es la vida (nuestra vida) tenga nuestro propio sazón particular.