Ideario

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Por: Azu Macías

A propósito del día del niño, ¿cómo anda nuestro niño interior? Me he preguntado esto mientras corro de un lado a otro por la mañana preparando el desayuno y enciendo el coche para salir a darle frente a la rutina diaria, mientras ruego que el tránsito por haber salido cinco minutos después no me coma o más bien me engulla.

Tras el volante observo los coches de los lados, la gran mayoría con niños en los asientos traseros  y su madre se maquilla con rapidez en el semáforo, -¿era esto lo que te imaginabas que sería la edad adulta?- me pregunto mientras continúo mi camino, -probablemente no- me contesto a los pocos segundos, no tan de prisa.

Imaginaba más risas y menos prisas, pero ser adulta ha implicado darme cuenta de que las cosas son distintas, ha sido todo una aventura descubrir la vida, pero en esta aventura me he dado cuenta también de que: mi niña nunca se ha ido, ha permanecido cada día, en cada etapa mientras he visto como mi cuerpo y mis circunstancias cambian con los años, sigue ahí aun cuando yo ya haya perdido la cuenta de mis canas.

Mi niña, esa que sigue ahí y que susurra dentro de mis tripas es la que quiere llorar cuando las cosas no salen bien, la que quiere un abrazo, la que necesita que le digan que hizo un buen trabajo cada día… pero también es la que ha estado ahí como constante acompañante imaginando nuevas formas de hacer las cosas, entusiasmada por conocer lugares nuevos, cantando cuando la vida necesita ritmo y bailando cuando acabo de comer, es la que disfruta mojarse los pies cuando riego el pasto y deseando que me empujen en el pastel del cumpleaños, quien me pide que compre esos bonitos lápices de colores para dibujar.

Muchas de nuestros temores provienen de ese niño interior que habita dentro,  algunas de nuestras reacciones también, permanece ahí con nosotros y en ocasiones con su vocecilla sabia que proviene de la inocencia con la que se ve al mundo nos indica que nos hace falta reír más y hacernos más ligera la vida.

El  niño interior requiere atención aún en la rutina diaria de la vida adulta, ese niño nos permite ver el mejor lado de las situaciones y tener ese optimismo a veces desmesurado que se requiere cuando no se encuentran respuestas lógicas en las vueltas del destino; pero requiere cariño, sanación y cuidado, el cuidado que viene de nuestro lado adulto para darle amor y aceptación, para dejarlo salir a jugar y pintar de color nuestras vidas que a veces se vuelven algo grises. Ante los disturbios del destino altanero, háblele a su niño interno, invítelo a salir a jugar.