¿Aceptar las cosas?

MTF. Alfredo Arévalo

En ocasiones hemos escuchado que debemos «Aceptar las cosas tal y como son» y esto no implica quedarse de brazos cruzados viendo pasar la vida como si nada pudiéramos hacer. Para el budismo la aceptación es “…ver las cosas como son en el momento presente”.

Algo paradójico, ¿no?, pues tenemos la tendencia a planear nuestro futuro en ocasiones a detalle y sin una certeza, conforme vamos trabajando en esa meta, sueño o deseo, vemos que va tomando forma y que también se topa con dificultades, en ese momento decidimos seguir o cancelamos todo trabajo.

Entonces, ¿aceptar las cosas sería cancelar las cosas y dejar de perseguir los sueños? Si nuestra visión de éxito se basa en cuantificar lo que tenemos y conseguimos en base a planes, posiblemente si lo podamos ver cómo darse por vencido. Sin embargo, si lo analizamos de manera diferente podría ser aceptar esa incertidumbre y no dar por hecho las cosas.

Una parte egocéntrica de la humanidad puede decir que todo lo que queramos lo podemos conseguir, básicamente porque lo merecemos; por otro lado una parte pesimista dirá cuando se compliquen las cosas que nunca lo tendremos, y es mejor no intentar; ¿a qué parte le haremos caso?

Una corriente filosófica que surgió en Grecia con el nombre de «estoica» afirma que “el sabio, es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias de la vida sin desear otras”. Así, la aceptación no significaría que la persona se aleja de la realidad, sino al contrario, poner en práctica la aceptación implicaría prepararnos mentalmente para poder actuar hacia aquello que consideramos valioso, natural y bueno, sin forzarlo de ninguna manera, aun a pesar de las circunstancias.

Aceptación no es resignación

Dicho de esta manera podemos ver otra perspectiva, no se trata de enfocarnos en perseguir un sueño por el deseo de tenerlo, ni tampoco dejarlo de perseguir ante la primera dificultad. La resignación nos bloquea, y nos hace creer que aceptamos el hecho de no hacer nada, pero aceptar no es no hacer nada.

Supongamos que nuestra vida está viajando en un río sobre un kayak, ese río nos llevará a donde queremos y nosotros nos preparamos para ese momento, tenemos nuestros remos y equipo salvavidas, todo preparado. Pero en una parte del río hay corrientes rápidas, resignarse sería soltar los remos y esperar no estrellarte con las rocas y morir; por otro lado, el aceptar es guiar en lo posible nuestro camino, usando el remo para no estrellarnos, podría pasar, no obstante, seguimos teniendo un control a pesar de las circunstancias.

Cuando nos resignamos ante los hechos de la vida diaria, le estamos dando el control, y puede manejar nuestro estado de ánimo, nuestras acciones y básicamente, nuestro camino. De igual manera al resignarnos podemos caer en la victimización, pues como no obtuvimos lo que tanto deseábamos nos dejamos caer, y misteriosamente comenzamos a tener una ganancia por la derrota, aun cuando no la vemos de manera consciente está ahí, y esa atención nos hace seguir sufriendo.

Pero si seguimos ese camino seguramente nuestro sufrimiento aumentará, así como se reducirá nuestra tolerancia a la frustración, creando un círculo perfecto para seguir victimizándonos, y dificultando poder relacionarnos con la realidad de una manera en la que somos nosotros quienes decidimos y afrontamos las consecuencias de esas decisiones.

Es decir, como no tenemos el control, es fácil echarle la culpa de las situaciones incómodas a nuestras emociones, a nuestra pareja, nuestra familia, trabajo, etc., y esto es más sencillo que aceptar que tomamos una decisión equivocada o que debemos afrontar el resultado de esa decisión; o por otro lado, tratar de solucionarlo de muchas maneras, pero sin tomar en cuenta el control que no tenemos, lo que hace que las cosas sigan similares luego de varios intentos.

En cambio, si aceptamos nuestra responsabilidad en lo que está pasando, le damos un sentido de realidad tomando el control de nuestros actos, el hecho de aceptarlo nos otorga una disposición para seguir con nuestras metas, sin  obstinarse a no mirar a nuestro alrededor y dentro de nosotros.

La disposición te prepara para el cambio

Para este ejemplo supongamos que no te gusta la imagen que tienes de ti mismo,  imagina que no te gusta tu cuerpo y que eso es algo que lleva tiempo generándote descontento y preocupación desde hace meses, incluso años. Ahora, digamos que te propones entrenar y poner los medios adecuados para cambiar tu físico y que, tras dos semanas de duro entreno, te frustras porque no ves resultados. Empezaste motivado, hiciste el plan, te comprometiste con disciplina a él, pero por lo que sea, no bajaste dos kilos, bajaste 500 gramos únicamente.

En ese momento piensas que no vale la pena intentarlo, no obtuviste el resultado que querías y lo dejaste, esto pasa porque decidimos centrarnos en el control y no en el resultado. Me explico, el hecho de no aceptar que las cosas no resulten como esperamos, no implica que por ello tengamos que dejar de hacerlas.

Aceptar que nos estamos esforzando, aun cuando no podamos ver los resultados en el tiempo que planteamos nos prepara para perseverar. En cambio, si nuestra reacción se basa en los resultados al no conseguirlos caeremos en la resignación, y llegarán pensamientos como “da igual lo que haga, no voy a perder ni medio kilo en dos semanas”, estamos permitiéndonos perder el control de algo que realmente podríamos controlar, no la pérdida de kilos en sí, sino la perseverancia, la disciplina y el compromiso.

Beneficio de aprender a aceptar las cosas

Como ya lo hemos visto, el ver las cosas desde la resignación hace que nuestra mente vea las cosas demasiado complicadas y en ocasiones imposibles, por ello se bloquea y perdemos el control de la situación. Por ello, en resumen, aceptar las cosas implican aceptar el contexto real, no solo que el objetivo se salió de control, se trata de adaptarse.

Aceptar los hechos sin detenernos por la incapacidad de conseguir lo que queremos o dejar de tomar decisiones a causa del miedo a no conseguirlos, nos otorga la capacidad de poder responder mejor ante una situación, en ocasiones puede ayudarnos el desconfiar de nuestras primeras impresiones, juicios y emociones primarias ante los eventos que vivimos día a día, ya que esto, precisamente, contribuye a no tomar distancia de las situaciones, perdiendo así el contacto con nosotros mismos y con lo que sí depende de nuestro control.

“Nunca bajes tu cabeza. Mantenla siempre alta. Mira al mundo directo a la cara”. Hellen Keller.

Sobreviviremos al próximo lunes… si cuidamos de nosotros y nuestra familia.

Nuevamente los invito a escribir a mi correo alfredo.adj@gmail.com, en caso de necesitar un apoyo extra.  

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