¿Cómo aprendemos a ser hombres?

MTF. Alfredo Arévalo

La masculinidad se define como el conjunto de atributos, valores, comportamientos y conductas que son característicos del hombre en una sociedad determinada. Al final del articulo de hace dos semanas preguntaba ¿Los niños encuentran en sus padres el camino a la masculinidad?, ¿Tienen las bases necesarias para valorarse como hombre en su vida adulta? Actualmente en diversos aspectos se cuestiona la figura del “hombre”, pues esta varia de acuerdo con el contexto histórico, social, cultural, etcétera.

Como ya lo hemos mencionado anteriormente cada persona aprende de manera distinta a ser hombre, al igual que la mujer, de acuerdo al sistema familiar al que pertenece, por ello es válido afirmar que existen muchas formas de ser hombre, pues demás de las familias, en cada cultura se encuentran presentes mecanismos y códigos aprendidos que soportan y explican esta diversidad.

El concepto de “lo masculino” es una construcción social, su significado se modifica en consonancia con los cambios culturales, ideológicos, económicos de cada sociedad y época determinada. A continuación mencionaré algunos tipos de masculinidades, presentes en nuestra sociedad los cuales puedes consultar de manera completa en lavozdgo.com

Masculinidad hegemónica: se describen como personas importantes, activas, heterosexuales; y a nivel familiar son proveedoras y con un amplio control sobre sus emociones. (Lo que sería la masculinidad que conocemos y replicamos más comúnmente).

Masculinidad subordinada: algún o algunos rasgos de la masculinidad dominante están ausentes; se trata de hombres que no son tan fuertes, cuya capacidad económica no es grande, no comparten el autocontrol emocional, y básicamente no se identifican con el estereotipo o prototipo masculino hegemónico.

Masculinidades alternas: Algunos hombres han llegado a la conclusión de que no desean ejercer ninguna de las anteriores; que, por el contario, están dispuestos a elegir otras conductas, características y actitudes nuevas. De ahí que actualmente haya hombres que toman lo bueno de una y otra forma, obteniendo la posibilidad de elegir cómo relacionarse con otros, siendo no necesarios la violencia y la atracción sexual.

El machismo: Es el comportamiento estereotipado de supremacía masculina, de dominio y control, cuyas manifestaciones son diversas y tienen impacto diferenciado en las personas a quienes se dirige. Pueden ser sutiles, como sugerir la comida o vestimenta para alguien, o extremos, como forzar a otra persona ( en algunas ocasiones a través de algún tipo de violencia) a realizar conductas no deseadas justificando de cualquier forma la agresión.

Micromachismos: Son mecanismos sutiles de dominación, ejercidos por los hombres hacia las mujeres. Se caracterizan por no ser abiertamente violentos e incluso pueden ser advertidos como aceptables y esperados; por ejemplo, no consensuar o tomar en cuenta a la pareja en las decisiones que impliquen a ambos o descalificar sus opiniones.

Una manera sofisticada y socialmente aceptada es la falsa “caballerosidad”. Sin embargo, al ser la masculinidad construida y además socialmente aprendida, entonces es posible modificarla, a través del autorreconocimiento individual, por la exploración física y emocional, así como al permitirse vivir plenamente las emociones y los sentimientos.

Cada una de ellas se ha enseñado a los hijos dependiendo del tipo de padre que han tenido, pero como no es estrictamente obligado, muchos de ellos cambian de acuerdo a sus perspectivas personales, asimilando la más adecuada para desarrollarse, sin embargo encuentran ciertas limitantes, pues evitan ciertas actitudes y aceptan otras, por lo que se crea otro tipo de masculinidad que puede o no ser emulada por el hijo. Donde este proceso si no se lleva de una manera sana y aceptando conscientemente el cambio trae consigo cargas por no “ser como su padre”

Masculinidades y paternidad

Como ya se ha mencionado anteriormente la imagen del padre recae de manera importante en el desarrollo de los hijos varones, pues en muchas sociedades ser padre es una forma de lograr afianzar la masculinidad, y es un ejemplo que se replica. Al igual que “lo masculino” es una construcción social, “la paternidad” tambien lo es, y por tanto, está influida por la formación de la identidad de genero, y de igual manera por el mensaje generacional que determina las diferentes prácticas sociales que integran las funciones y responsabilidades con los hijos e hijas.

El reto para cambiar la paternidad actual y dar un valor igualitario a los hijos quitando cargas sobre como “deberìa ser” un hombre o una mujer, esta básicamente en eliminar la idea del valor diferenciado entre hijos e hijas, ya que durante mucho tiempo el nacimiento de un niño ha sido sobrevalorado, mientras que no ocurre así con el nacimiento de una niña, generando desde ese momento una actitud discriminatoria.

 

Sobreviviremos al próximo lunes si nos unimos a la paranoia colectiva, ahí estaremos a salvo… pero hay que cuestionarlo todo para cultivar tu propio criterio….

Para las familias que tengan alguna problemática y necesiten apoyo, pueden acudir al Centro Universitario de Salud Mental (CEUSAM) en la Facultad de Trabajo Social, abierto en un horario de 4 a 8 de la tarde o al teléfono 817-66-63.

 

 

 

 

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