>El cantante lanzó una serie de conciertos exclusivamente para residentes de Puerto Rico, la cual ha servido para mediar con el turismo.
Agencias
El día antes de dar el pistoletazo de salida a una treintena de conciertos en Puerto Rico, con los que se espera que genere millones de dólares para la economía, y la cultura, de la isla, Bad Bunny publicó un mensaje: «Compra local».
La frase define la filosofía de los 30 espectáculos previstos por la estrella puertorriqueña en San Juan.
Los nueve primeros están reservados exclusivamente para residentes en este estado libre asociado a Estados Unidos.
Los 21 restantes serán abiertos, con lo que se espera que impulse el turismo, un sector que en esta isla no escapa a las críticas cada vez más generalizadas en el mundo sobre los problemas que causa en las poblaciones locales.
“Es un momento increíble para la isla”, afirma Davelyn Tardi, de la agencia de promoción Discover Puerto Rico.
La organización estima de forma conservadora que la residencia, como se conoce a esta batería de actuaciones, aportará a Puerto Rico unos 200 millones de dólares durante los aproximadamente tres meses que durará y que coinciden con el verano, normalmente de temporada baja.
Azael Ayala trabaja en un bar de La Plactia uno de los punto de ocio nocturno más populares de San Juan. Cuenta a la AFP que el negocio va viento en popa a pesar de que hasta ahora apenas ha celebrado uno de los conciertos, el viernes pasado.
“La situación ha cambiado por completo” esta temporada, afirma Ayala, de 29 años. “Estamos encantados (…) Las propinas están por las nubes”.
Pero no solo importa el bolsillo. El hecho de que venga gente de todo el mundo a ver a Bad Bunny “también es un orgullo para Puerto Rico”, añadió.
Pero aunque el turismo es desde hace décadas su motor económico, el impacto de este sector ha puesto en pie de guerra a los residentes, preocupados por la gentrificación, con la explosión del desarrollo inmobiliario de lujo, los alquileres a corto plazo y la llegada de los llamados “nómadas digitales”.
Los extranjeros que visitan la isla, en general, son ajenos a las luchas diarias que tienen que lidiar los locales: una crisis económica agravada por el aumento de los precios de la viviendas, la multiplicación de los desastres naturales y los apagones, también cada vez más frecuentes.