Aispuro en los tiempos de la pandemia

Por Óscar Jiménez Luna

El presente es el primer elogio que escribo para un gobernador en funciones. Y a las pruebas me remito.

Todos podemos equivocarnos, faltaba más, pero es evidente que el Dr. José Rosas Aispuro Torres ha dado cuenta de ser un gobernador que ha estado a la altura de las muy complicadas circunstancias por las que hemos pasado sus conciudadanos en los tiempos recientes. Veamos.

El año 2020 será tristemente inolvidable para todo el mundo. La pandemia del coronavirus nos obligó, mientras tratábamos literalmente, y en principio,  de sobrevivir y proteger a la familia, a vernos  en el duro e inevitable espejo de nuestras fortalezas y debilidades. Al respecto, como ya sabemos, han corrido ríos de tinta –principalmente de índole científica y periodística-… y los que faltan. Al inicio realmente nadie estaba a salvo de la tragedia. Y si bien es verdad que continúa el peligro, también es cierto que gradualmente nos encaminamos a adaptarnos en medio del peligro –o de resignación intranquila, mejor dicho- a la llamada nueva realidad, de cara a la recargada amenaza de la tercera ola de la pandemia. Que no nos vaya tan mal.

Y transcurrido lo peor, esperemos que así sea, el balance preliminar no parece inoportuno. Los duranguenses hemos tenido, en el ojo del huracán, a un gobernante responsable, sensible ante la embestida del dolor y de la muerte, y notablemente eficaz en la toma de decisiones y su instrumentación posterior (es deseable que tal criterio gubernamental continúe ahora que, según parece, Durango se prepara para el regreso a clases). Lo afirmo con todas sus letras, apoyado en la frase consabida que, en nosotros, recobra toda su enorme cabalidad: en las horas más difíciles, Durango ha estado en las mejores manos. A través de los noticieros vimos al ejecutivo entregando ambulancias, equipando y surtiendo medicinas en los hospitales de toda la entidad e integrando a personal capacitado. Con rapidez y con muy limitados recursos presupuestales, por lo inesperado de la situación, se repartieron miles de despensas a los pobres. También se informó debidamente a la población sobre las medidas sanitarias recomendadas por organismos internacionales: el pronto uso de cubrebocas, el lavado frecuente de manos y el cuidado de la sana distancia.  Y se enfocó a conseguir las vacunas –todavía lo sigue haciendo- para mucha mayor seguridad, si no como remedio total. Con cálculo, trató de mantener el equilibrio entre la salud y el problema económico, privilegiando la primera. Atendió, asimismo, la regulación de actividades de acuerdo al color del semáforo federal, adaptándolo a la conveniencia estatal.

Ya la Historia hará sus cuentas finales. No obstante, creo que Aispuro ha hecho todo lo humanamente posible por salvaguardar a su gente. No obstante, murieron conocidos, amigos y, en los peores casos, familiares. Quebraron empresas y comercios, se perdieron una gran cantidad de empleos, dejando así una niebla de frustración que con significativa voluntad de ánimo se va dejando atrás aquella etapa. Eso se puede contar con la hoja del Debe y el Haber. ¿Y las vidas que se salvaron, gracias a una política de salud urgente y adecuada?  Nunca sabremos con exactitud cuántos hombres y mujeres lograron-lograrán sobrevivir, cercanos ya al desastre; pero ahora contamos con la perspectiva –siempre bajo la amenaza latente-, de darnos cuenta que el descomunal esfuerzo del gobierno estatal ha valido la pena. Pasarán los años, y yo seguiré teniendo la seguridad de que el gobernador Aispuro, junto a los heroicos médicos y enfermeras de Durango, han recatado innumerables vidas, sin dejar de señalar que también se han cometido algunos errores, por fortuna menores, sobre todo, subrayo, por lo inédito y complejo de las tensas circunstancias vividas.

Por lo anterior, me sorprende que no se le haya dado toda la relevancia que merece la encomiable actuación del gobernador. ¿O estamos esperando a que pase definitivamente la pandemia para reconocer en todo lo que ha valido su esfuerzo? ¿O de plano se trata de lo indiferentes que somos ante los logros y los buenos resultados, resaltando siempre los errores y las fallas? Pero sé muy bien, porque no han sido pocos los trabajadores  que se han acercado a este escritor y periodista cultural, para expresarme su agradecimiento –un sentimiento que no deja de advertirse en otros sectores de la población- con el ejecutivo estatal por tales motivos. ¿Por qué no lo han valorado todavía en su justa dimensión, por lo menos, los sindicatos y  otras asociaciones laborales?

Y no se tome esto como una evaluación general del gobierno de Aispuro (a quien, dicho sea de paso, en los últimos casi veinte años he visto solamente dos o tres veces en eventos públicos), que ya habrá tiempo de que se lleve a cabo por comentaristas más especializados.          La pandemia, pues, sacó lo mejor del gobernador, incluso estando él contagiado. Una seguridad de verdad sorprendente, dado el -a veces- notorio nerviosismo de su comportamiento público. Y con un temperamento bien controlado, para no arriesgar las mejores soluciones. Y eso no es poco decir. Sabemos que al gobernador carácter no le falta. Por lo mismo llama la atención su comportamiento ejemplar durante la que parecía una interminable tormenta: no es de dudar, por ejemplo, que tenga diferencias con las políticas públicas impulsadas por el presidente López Obrador, sin embargo el gobernador ha puesto siempre adelante, con dignidad, lo que le conviene a Durango, dirigiéndose al mandatario federal con respeto y evitando confrontaciones, a diferencia –como sabemos- de la actitud de otros mandatarios estatales (Durango no se puede dar el lujo de pelear con la federación, ¡si llevándola bien, apenas la vamos librando!) Un hombre que tiene dominio sobre sí mismo, en beneficio de su pueblo, es verdaderamente admirable (la templanza, decía Cicerón, es una virtud principal de la actitud social, junto a la sabiduría, la justicia y la magnanimidad).  Por lo tanto, es probable también que la calidad de su desempeño haya influido en los resultados de la pasada contienda electoral.

El Dr. Aispuro,  concluyo entonces, ha dejado muestra de que se puede gobernar con un equipo de trabajo ideológicamente plural, que es posible la mesura en las formas institucionales, el cuidado escrupuloso en el manejo de los recursos –no facilitarle a nadie  un peso si no se justifica su aplicación honesta-  atender la estabilidad y la paz de la comunidad –en medio de un ambiente nacional afectado por todo tipo de enfrentamientos y violencias-, apartarse de los excesos, la frivolidad y los escándalos, seleccionar los proyectos de obra pública para garantizar beneficios y evitar dispendios, procesar bien las críticas (personalmente hasta en el pleno del Congreso del Estado)… y responder de inmediato ante las acusaciones sin fundamento.

Queda por delante la sucesión gubernamental. Por el bien de Durango,  sería muy provechoso que el ejecutivo siga haciendo uso de sus buenos oficios políticos –que con toda sinceridad por el nivel es notable, como queda dicho-, para transitar por una competencia limpia, libre, sin imposiciones ni preferencias personales. Al gobernador no le conviene manchar su imagen final…que es la que queda.

Así ha sido Aispuro, ni más ni menos: un gobernador que cumple cabalmente con su deber.

 

 

El autor de este artículo es escritor y periodista cultural.

Actualmente preside la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,

Corresponsalía en Durango.

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