Después de los 90 minutos

Por: José Adrián Ayala Simental

 

Hola, de nueva cuenta, compartiéndote otro interesante tema, que a ti como padre de familia te permitan apoyar el desarrollo deportivo de tu o tus hijos de acuerdo a la experiencia y desde el lado de mi especialidad, soy José Adrián Ayala Simental, me desempeño como psicólogo deportivo y te envió un gran saludo.

CUANDO TU EXIGENCIA SE CONVIERTE EN SU CARGA

Detrás de cada niño o adolescente que practica deporte hay una historia, una familia y, sobre todo, un deseo de ser visto, comprendido y apoyado.

Sin embargo, en el camino hacia el éxito deportivo, muchas veces el amor y el deseo de ayudar se confunden con la exigencia desmedida, y lo que comenzó como un sueño compartido termina convirtiéndose en una fuente de presión y ansiedad.

He acompañado a muchos jóvenes futbolistas que dicen:

“Mi papá solo me habla de fútbol”,

“mi entrenador nunca me dice que hice algo bien”,

“ya no disfruto los partidos porque tengo miedo a fallar”.

Y esas frases, que pueden sonar pequeñas, reflejan una herida emocional profunda.

Una herida que se forma cuando el niño siente que su valor depende del marcador, del resultado o de la mirada aprobadora de quien lo acompaña.

Como padres o entrenadores, a veces trasladamos nuestras frustraciones, inseguridades o sueños no cumplidos a los niños sin darnos cuenta.

Queremos que sean fuertes, disciplinados y exitosos, pero olvidamos que antes de ser deportistas, son niños: personas en formación emocional, que aprenden del ejemplo, no de la presión.

El deporte puede ser un camino extraordinario para formar carácter, disciplina, empatía y resiliencia, pero cuando se pierde el equilibrio, también puede convertirse en una fuente de ansiedad, culpa y frustración.

La sobre exigencia constante genera un estado de alerta emocional en el niño o adolescente: su mente se enfoca más en no fallar que en disfrutar, y su cuerpo se tensa, afectando su rendimiento y confianza.

CUANDO EL AMOR SE CONVIERTE EN PRESIÓN

Un padre que grita desde la tribuna: “¡Corre más!” o “¡no falles!”, no está motivando… está alimentando el miedo.

Un entrenador que exige perfección en cada pase o jugada sin permitir el error, no está formando… está condicionando el aprendizaje.

El amor y la exigencia no deben ser enemigos, pero es fundamental aprender a equilibrarlos.

El verdadero acompañamiento consiste en guiar, no en controlar; en inspirar, no en imponer; en apoyar, no en proyectar.

¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES Y ENTRENADORES?

Conectar antes que corregir.

Pregunta cómo se sintió en el partido antes de señalar los errores. A veces, el niño no necesita una crítica, sino un abrazo o una palabra de confianza.

Habla desde la empatía, no desde la frustración.

Si algo no salió bien, transforma el “¿por qué fallaste?” en un “¿qué aprendiste de esta jugada?”.

Esa pequeña diferencia cambia la manera en que el niño se percibe a sí mismo.

Refuerza el esfuerzo, no el resultado.

Celebra la constancia, la actitud, la disciplina. Si solo hay reconocimiento cuando se gana, el niño aprenderá que perder lo hace menos valioso.

Permite que el error sea parte del proceso.

En el fútbol —y en la vida— el error es una herramienta de aprendizaje. Enseñar a perder es enseñar a levantarse.

MODELA LA CALMA.

Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Si pierdes el control cuando algo sale mal, ellos aprenderán a hacerlo igual. La serenidad de un padre o entrenador puede ser la mayor lección emocional.

Busca acompañamiento profesional.

A veces, la mejor manera de ayudar a un hijo es entender nuestras propias emociones y patrones como adultos.

La psicología deportiva ofrece herramientas para aprender a comunicarte, motivar y acompañar sin dañar el vínculo afectivo.

Durante mis 15 años en el fútbol profesional, viví la exigencia, la frustración y el dolor de no cumplir las expectativas de otros.

Hoy, como psicólogo con formación en Terapia Cognitivo-Conductual, Psicología Deportiva y Comportamientos Adictivos, entiendo que la mente es el terreno donde se gana o se pierde mucho antes del silbatazo inicial.

Mi objetivo no es cambiar lo que los padres o entrenadores hacen por amor, sino ayudarlos a entender cómo ese amor puede transformarse en un apoyo emocional más consciente y saludable.

Porque al final, el mayor triunfo no es levantar una copa, sino formar seres humanos capaces de disfrutar lo que aman, sin miedo a fallar.

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Por esta ocasión busque presentarme y la siguiente edición comenzará a compartir diversos temas como los que publico en @Adrian Ayala Psicólogo Terapia Cognitivo Conductual en Facebook, @adrian_psicologo en Instagram y también @ayala022 en TikTok.

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