>Llega a la pantalla grande la historia de un piloto veterano alejado de la Fórmula 1 que se une a su amigo para sacar adelante a su equipo.
>Con Brad Pitt y Javier Bardem.
Agencias
De lejos el automovilismo parece un deporte individualista. Los pilotos son la cara de las escuderías, los guapos que aparecen en las revistas, los que se bañan de champaña cuando están en el podio, los que dan las declaraciones para los titulares en la prensa.
F1: la película, dirigida por Joseph Kosinski, trata de romper con esa idea con la representación de los personajes que están detrás de las carreras, como los directores de equipo, los directores técnicos, los mecánicos e incluso los inversionistas que hacen posible cada competencia.
El filme plantea la idea bastante explotada del deportista, en este caso el piloto Sonny Hayes (Brad Pitt), que tenía todo para llegar lejos pero un trágico accidente se lo impidió. Entonces un viejo compañero de carreras, Rubén Cervantes (Javier Bardem), le propone unirse a su equipo, Apex Grand Prix, para que incorpore su experiencia y talento y los saque del foso en el que se encuentran. No puede faltar la figura emergente, Joshua “Noah” Pearce (Damson Idris), que tiene el talento para ser el nuevo Lewis Hamilton -quien, por cierto, es productor y se interpreta a sí mismo en el filme-, pero tiene como principales obstáculos su inmadurez y arrogancia.
Una historia mil veces contada de diferente manera en entregas como The Karate Kid, Rocky Balboa o, una en la que Pitt fue protagonista y hasta estuvo nominado al Oscar, Moneyball. El maestro retirado y el discípulo ansioso por destacarse una y otra vez, lo que cambia es la experiencia que vive el espectador con la disciplina que aborda cada filme. Esta vez no son los puñetazos del boxeo o los batazos en el campo de beisbol, ahora el espectador está inmerso en el universo de la Fórmula 1 y vive la experiencia sensorial de ir en un monoplaza a más de 300 kilómetros por hora con el riesgo de salir volando en una curva.
Kosinski sabe de sensaciones. Es el mismo director de Top Gun: Maverick, otra historia en la que un veterano, el capitán Pete “Maverick” Mitchell, vuelve a sus raíces y termina siendo una experiencia entre las secuencias de vuelo, los entrenamientos y el trabajo de los mecánicos. Top Gun: Maverick está mucho más lograda en cuando a guion: parte de un clásico de los ochenta, Top Gun, para superarse a sí misma en una bien contada película de amor y amistad, coronada con la inolvidable escena del abrazo entre Maverick y el almirante Tom “Iceman” Kazansky, interpretado por el fallecido Val Kilmer.
A F1: la película le faltan piezas, no en las secuencias, en el sonido o la música, sino en sus personajes. De dónde viene la arrogancia de Pearce, cómo fue el pasado personal de Hayes, cómo y cuándo se conocieron el protagonista y Rubén Cervantes. Tampoco se habla lo suficiente de Kate McKenna (Kerry Condon), a pesar de que en el mismo filme se subraya lo difícil que supone llegar a directora técnica siendo mujer.
Quizás esos espacios pendientes los ocupan largamente las carreras, que por supuesto son espectaculares y ayudan a entender las exigencias físicas que implica ser un piloto de la Fórmula 1. Pero más allá de esos detalles, cualquier fan del automovilismo o persona que no tenga conocimiento de qué es un monoplaza podrá disfrutar de este filme, en el que además hay decenas de cameos (intervención breve de una persona conocida) de pilotos de primer orden como el mencionado Hamilton, Max Vestappen, George Russell, Sergio Pérez, Charles Leclerc o Carlos Sainz Jr. Incluso trata de conectarse con el pasado, con la mención de leyendas como Michael Schumacher o Ayrton Senna.
Tal vez en una segunda parte se podrá saber más de la vida de Hayes, Pearce o McKenna.
