Por: José Adrián Ayala Simental.
Hola, nos encontramos de nuevo compartiéndote otro tema de interes. Después de los 90 minutos, el marcador se detiene… pero lo que aprendiste en equipo sigue jugando dentro de ti.
El deporte, especialmente el fútbol, es mucho más que goles, campeonatos o estadísticas. Es una escuela emocional, una plataforma para construir carácter, y sobre todo, una oportunidad constante de aprender a vivir con otros. Y si hay una lección que nunca deja de repetirse es esta: nadie gana solo.
Vivimos en una época donde el rendimiento individual se celebra por encima de todo. Se aplaude al que destaca, al que brilla, al que lo logra. Pero lo que pocas veces se reconoce es que detrás de cada jugador que sobresale, hay un equipo que lo sostuvo: con entrega, con apoyo, con silencios y con ejemplo.
Desde mi experiencia como exfutbolista profesional y hoy como psicólogo deportivo, puedo decir con certeza que el talento individual gana partidos… pero el trabajo en equipo gana vidas. Porque ese compañerismo que se entrena en la cancha no se queda ahí: forma seres humanos capaces de convivir, colaborar y sostener relaciones sanas fuera del deporte.
El trabajo en equipo va más allá del juego
Un pase acertado, un grito de aliento, una mano que levanta, un silencio que acompaña… Todo eso también es trabajo en equipo. Y cuando los jóvenes aprenden a poner el ego al servicio del grupo, ahí se convierten en líderes.
Porque el trabajo en equipo no se trata solo de estrategias, sino de actitudes:
De respeto.
De humildad.
De responsabilidad.
De confiar en el otro incluso cuando tú estás fallando.
Enseñar a trabajar en equipo es formar para la vida
En cada partido, cada entrenamiento, cada derrota compartida, hay una oportunidad para educar emocionalmente. Los siguientes puntos son esenciales:
El respeto es la base.
No hay equipo sólido donde hay humillación o ego. Respetar al otro —su ritmo, su esfuerzo, su error— es la clave de cualquier grupo funcional.
El compañerismo no se enseña, se modela.
Los adultos —padres, entrenadores, docentes— debemos ser ejemplo vivo de cómo se acompaña, se escucha y se construye con otros.
En la derrota se ve el verdadero equipo.
Perder no nos gusta a nadie, pero en cómo reaccionamos, en si nos apoyamos o nos culpamos, se revela si realmente somos un equipo o solo once nombres con la misma camiseta.
En la vida también se juega en equipo
El trabajo en equipo no es exclusivo del deporte. Está en la familia, en las relaciones, en los proyectos laborales, en la crianza de los hijos. Saber vivir con otros, colaborar, pedir ayuda, ceder… son habilidades esenciales que se entrenan en la cancha pero se aplican en la vida.
Después de los 90 minutos, cuando el partido acaba, lo que queda no es solo el marcador. Lo que realmente permanece es lo que aprendiste de ti mismo en relación con los demás.
Y eso, créeme, es lo que te hace más fuerte, más humano y más completo.
Estoy convencido de que los mejores equipos no son los que más ganan, son los que más crecen juntos.
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