MTF. Alfredo Arévalo
Dentro de los procesos de terapia familiar, en ocasiones encuentro padres cuyas ansias de querer hacer que sus niños gocen al máximo, que tengan todo lo que necesitan y mucho más, el cuidarlos de malas decisiones o de sufrir cualquier tipo de conflicto los hace actuar de una manera irracional, evitando que sus hijos disfruten esta etapa de la vida.
Lo que en un principio puede parecer simple ayuda y apoyo emocional, tiene un trasfondo más complejo, pues los padres buscan compensar las propias carencias, emocionales, afectivas, materiales, etc.; lo que causa que su comportamiento con sus hijos cambie, y en ocasiones, se llega a magnificar y a inundar casi todos los ámbitos de la vida de los pequeños, haciendo que no puedan desarrollar las competencias personales, cumpliendo expectativas de los propios padres.
Y es que si a sobreprotección resulta tan dañina es, en parte, porque no siempre es fácil diferenciarla de la amabilidad natural que los adultos muestran ante los más jóvenes. Es por eso que es muy importante reconocer las actitudes que pueden hacer que a un niño o niña se le está privando de la posibilidad de desarrollarse psicológicamente como es debido través de aprendizajes básicos.
Suponer que la educación es solo en la escuela. – Algunos padres y madres asumen la idea de que los únicos retos que deben afrontar los más pequeños de la casa son los de la escuela. Es decir, su única “obligación” es estudiar, que el único lugar en el que estos deberían esforzarse es la escuela, y que fuera de este los padres ofrecer todas las facilidades posibles como «compensación» a ese esfuerzo.
Pero esto no funciona así; las principales competencias intelectuales y emocionales se aprenden fuera del colegio, y eso significa que hay que esforzarse en progresar una vez ha terminado el horario escolar.
Evitar los conflictos. – Algunos padres y maestros prefieren evitar problemas renunciando a la posibilidad de negociar con los niños cuando aparece un conflicto de interés, evitando así ejercer su autoridad. La idea que está detrás de esta estrategia es que el propio niño o niña ya se dará cuenta espontáneamente de que ha obrado de forma caprichosa. De hecho, una estrategia tan ingenua se traduce en algo muy simple: los pequeños se salen siempre con la suya… a menos a corto plazo.
Creer que la frustración es mala. – La visión de un niño o niña que siente malestar o un cierto grado de frustración puede llegar a ser casi insoportable para algunos adultos, que irán rápidamente a ofrecer su ayuda y protección. Sin embargo, conviene perderle el miedo; la frustración es algo que los más pequeños deben poder prever y aprender a gestionar, ya que de otra forma, cuando nadie pueda ayudarlos, todo se les complicará y tendrán que tratar de aprender, sin tener experiencia previa en el asunto.
Prioridades. – Otro error frecuente que produce pequeños sobreprotegidos es suponer que el objetivo de la educación es caerle bien al niño o niña, que se establezca un vínculo afectivo fuerte. Este vínculo afectivo es muy importante, pero no es en sí mismo el objetivo de la enseñanza, resulta perjudicial premiar la falta de iniciativa y es necesario ir planteando retos razonables y asumibles que los pequeños puedan ir realizando.
Competir con mimos. – Como padre es necesario auto-examinarse y reflexionar acerca de los motivos que nos llevan a tratar a los pequeños tal y como lo hacemos; en este análisis de las propias motivaciones, es imprescindible que nos paremos a pensar acerca de si estamos mimando demasiado a un niño o niña simplemente por la imagen social que produce educar a alguien que está siempre con todas sus necesidades cubiertas, que no necesariamente es feliz.
Especialmente en el caso de los padres, esta competición de mimos que lleva a comparar el trato ofrecido a los propios hijos con el que los amigos y vecinos procuran a los suyos puede ser una tentación muy grande que debe ser evitada; a fin de cuentas, cada persona tiene una imagen poco fiable e irreal acerca de cómo se educa en casas ajenas.
“Para un niño, la familia es el lugar más seguro de la tierra. O el más peligroso.” Donato Carrisi.