POR GREGORIO A. MERAZ
LA TIMES EN ESPAÑOL
Tras la victoria de Donald Trump, en 2016, surgió la frase: “Elige a un payaso, espera un circo.”
Quien la acuñó, tuvo toda la razón.
Grupos de extremistas que recorren 16 estados clave para lograr la mayoría en el Congreso mediante el circo denominado “Tour del nuevo despertar de América”, espectáculo más propio de una república bananera, nunca imaginado en Estados Unidos, en el que Eric Trump, da la bienvenida, asegurando que su padre, -al que pone al teléfono-, “regresará al país, al curso del que nunca debió salir”.
Caravana en la que evangélicos, distorsionan la Biblia y la manipulan a quienes nunca la han leído, asegurando que “el cristianismo está bajo ataque”.
Destacados expertos han manifestado preocupación sobre lo que parece indicar un eventual retorno de Trump a la Casa Blanca, generaría terribles consecuencias que podrían ser funestas para la democracia en esta superpotencia y en el mundo entero.
Estudiosos del curso de la democracia de esta superpotencia se inclinan a pensar que, si los republicanos logran control de alguna de las dos Cámaras del Congreso, podrían impedir las medidas del presidente Joe Biden, para superar la inflación y eliminar la amenaza de recesión, abriendo el camino a la eventual postulación y posible reelección de Trump.
Las últimas encuestas muestran que Trump aventaja a Biden por 48% a 46%.
Y de ganar, Trump ha manifestado que, en un posible segundo término, en lugar de cambiar a cerca de 4,000 funcionarios del gobierno federal, como se hace tradicionalmente, para evitar obstáculos en sus decisiones, despediría a más de 70 mil funcionarios de carrera, para asegurarse de que nadie impidiera o desafiara sus decisiones, por arbitrarias que parezcan.
Además, el expresidente llegaría con una larga lista de adversarios, como Christopher Wray, director del FBI, por ordenar la redada y decomiso de cientos de documentos altamente clasificados, en Mar a Lago y politizaría ese cargo, igual que los Departamentos de Estado, la CIA, Defensa, Justicia, el Servicio de Impuestos y otros, que consideraría sus enemigos.
Ordenaría una lista interminable de investigaciones contra el presidente Joe Biden, su hijo Hunter Biden, el procurador de justicia Merrick Garland, el exsecretario en retiro de Defensa Mark Esper, por negarse a desplazar tropas federales para reprimir protestas por la muerte de George Floyd, (lo que haría en un segundo mandato), también contra sus exprocuradores de Justicia Jeff Sessions y Bill Barr, contra Rex Tillerson, Brad Raffensperger, secretario de Estado de Georgia, que se negó a “buscarle” 11,700 votos que necesitaba para ganar.
También de la procuradora de justicia de New York, Letitia James y otros que considera sus enemigos porque impidieron la realización de sus deseos y a los que sustituiría con “gente leal” como podría ocurrir en la Reserva Federal, para ordenar una política monetaria que le favorezca políticamente y quizás, financieramente, en especial, en tiempo de elecciones.
Con estas medidas para tener mayor flexibilidad como ha manifestado, Trump pasaría a la historia como el primer presidente con un equipo que antepone sus intereses, a los de la nación, lo que generaría un caos y disfunción, así como la obstrucción en la función de supervisión del Congreso, ordenado por la Constitución.
En política externa, Trump revocaría la reincorporación al Acuerdo de Paris contra el calentamiento global, retiraría las tropas de Estados Unidos de Corea del Sur, Alemania y Somalia y otras regiones del mundo, autorizaría la ejecución con drones de líderes extranjeros, consideraría la invasión a Venezuela, cancelaría la ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania, reanudaría relaciones con Rusia, apoyando aún más su agenda y promovería la expansión, con la asesoría del Gen. Michael Flynn y buscaría la seguridad económica de la Organización Trump.
Para lograrlo, el “Tour del nuevo despertar de América” pone todo su empeño, con todo tipo de argumentos y espectáculos que se antojan risibles y rayan en el ridículo que insulta la capacidad mental de a quienes están dirigidos, para conseguir votos, como es el caso de miles de latinos.
Con el mensaje central de “luchar por una América blanca, bajo un sistema de vida cristiano evangélico”, la caravana -a la que siguen algunas despistadas minorías- propaga las mentiras de supuestos profetas y creadores de teorías de conspiración asegurando que esta elección y la presidencial de 2024, ya no es entre Republicanos y Demócratas, sino entre el bien y el mal.
El tour por 16 estados, urgiendo a la acción ante el cristianismo y el nacionalismo blanco ante la amenaza a la democracia americana ha sido foro para las teorías de conspiración de QAnon, de militares retirados, economistas que pregonan el colapso del sistema monetario de Estados Unidos antes del día de Acción de Gracias” y el “retorno de Donald Trump como presidente”.
Por estas especiales circunstancias, la elección de medio término, del 8 de noviembre, tiene una importancia histórica y requiere que los electores, al margen de simpatía personal y partidismos, reflexionen a fondo, sobre todo lo que está en juego.