MTF. Alfredo Arévalo
En ocasiones nos podemos hacer esta pregunta, pero no profundizamos en las respuestas, o en lo que nuestra rutina nos hace, pues solemos vivir atrapados en el hacer, para probar al exterior cuanto valemos, nos ponemos metas, las logramos, y vamos a por el próximo desafío; pero cuando algo no nos sale bien, nos reprochamos y juzgamos.
Entonces es como si de cierta manera quisiéramos que la paz llegase por sí sola, sin tener que hacer nada para conseguirla, sin cambiar las presiones que tengo, continuando la búsqueda de aprobación exterior. Si lo vemos de esta manera podemos darnos cuenta que cuando vivimos de afuera hacia adentro perdemos nuestra paz interior en este proceso.
Vivir en un bucle
Si te pones a pensar, y te preguntas ¿qué puede estar obstaculizando tu tranquilidad? ¿buscas complacer a los demás? ¿quieres demostrarle a alguien que eres capaz? ¿sabes poner límites? ¿te obsesionas con algunos pensamientos? ¿crees en los comentarios que te dicen que no estás a la altura de tus circunstancias? ¿tienes tendencias perfeccionistas o controladoras? ¿te recriminas lo que dices o haces?
Si has respondido que sí a cualquiera de estas preguntas tienes la respuesta al título de este artículo. Vivimos en una época donde el desafío es encontrar cómo sanar tanto dolor autoinfligido, y tanta auto traición.
Hay una cita de Cicerón que dice “Una vida feliz consiste en tener tranquilidad de espíritu”. Se dice fácil, si lo analizamos desde esta frase es algo simple y contundente, es una invitación a vivir de dentro hacia afuera, en la medida que estemos conectados con nuestra verdadera esencia, nuestras necesidades en el momento presente, nuestros miedos, angustias, y enojos se disminuirán.
Lo complicado de esto es que vivimos hacia afuera, desde nuestra familia hemos aprendido que así se hace, por ello estamos convencidos que nos llegará la serenidad cuando nos graduemos, avancemos en nuestra profesión, compremos la casa o el coche, nos reconozcan en los ámbitos que nos movemos, y todas esas metas que están en el futuro.
La idea no es autoflagelarnos si nos sentimos identificados con esto sino tener la imparcialidad de decir, “hay una historia de vida que me empuja a pensar y comportarme así, lo acepto, y me pregunto… ¿Qué patrón podría cambiar para sentir alivio? ¿Qué tendría que reconducir? ¿Qué aliviaría mi pesar?”.
Si analizas en tu pasado que fue lo que te enseñaron acerca del esfuerzo, el dinero, el reconocimiento, el valor propio, las relaciones, y todo aquello que te obliga a exigirte, encontrarás que al intentar cumplir estas expectativas pierdes tu paz. A varias personas se les inculcó el tener calificaciones altas, que había que esforzarse por no “fallar”, o esforzarse por agradar a los demás en sus círculos. No es de sorprender que hoy sean adultos que se sienten incompletos, carentes de lo necesario para triunfar, temerosos de no ser amados o aceptados cuando han fallado.
Experiencias así quedan registradas en nuestro cuerpo y las acarreamos a nuestra vida adulta, si por algún motivo cuando éramos niños no logramos nuestros propósitos, el castigo esperaba en casa. La diferencia es que al crecer, quien nos castiga somos nosotros; las circunstancias positivas de la vida, por muchas que sean, suelen pasar desapercibidas y nuestra mente se enfoca empecinadamente en aquello que nos hace sentir inseguros, para poder reforzar así nuestras ideas de carencia y fracaso.
Nuestras creencias y pensamientos se empiezan a formar en las interacciones que tenemos cuando somos pequeños, pero el que estén ahí no significa que debemos aceptarlas si cuestionar, podemos dar lo mejor de nosotros, planear una vida paso a paso, pero la vida nos sorprenderá porque no es predecible ni ordenada. Será entonces cuando nuestra flexibilidad y capacidad de cuestionar estas creencias, las que nos ayudarán a superar la situación y evitar que nos derrumbemos.
Cuando comenzamos a reconocer nuestras emociones en lugar de huir de ellas o evadirlas, empezamos a resignificar lo que somos a partir de recibir información de nuestro Yo más sabio; empezar a cuestionar nuestros pensamientos, a vivir a nuestra manera. Escuchando su voz interior, siendo fiel a uno mismo, comenzando a sentir gratitud por las pequeñas cosas, en lugar de exigirnos para conseguir algo inalcanzable para nosotros en el presente.
“No vivas el presente empapado de un futuro inquietante. No olvides que la paz tiene mucho que ver con el orden mental”. Enrique Rojas.