¿Límites y adolescentes?

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MTF. Alfredo Arévalo

La adolescencia es una etapa de la vida en la que resultan común las muestras de rebeldía y desafío a la autoridad de los padres y madres, y es por ello que en las casas en las que hay hijos o hijas en estas edades puede ser todo un reto fijar normas. En este sentido, analizaremos varios errores comunes al poner límites a los adolescentes, viendo también una explicación sobre por qué conviene evitar estas situaciones al aplicar estrategias de crianza y educación en casa.

Está claro que nadie nace sabiendo ser padre, o cuáles son las mejores estrategias para criar a un hijo, en cualquier etapa de su vida, pero el reto viene cuando se enfrentan a un adolescente, como padres pueden pensar que este aspecto de la vida es demasiado complejo y buscan no equivocarse, pero no hay nada malo en no ser exactamente un padre o madre ultra-eficiente o perfecto.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que el modo en el que las personas aprenden a poner límites o normas para regular el comportamiento de los hijos, en especial los adolescentes, es un aspecto clave de la crianza, para evitar caer en ciertos errores habituales y tener un impacto positivo en la convivencia y desarrollo psicológico. A continuación, algunos errores que se pueden presentar.

Establecer reglas muy abstractas. – Este es posiblemente el error más común, poner reglas excesivamente ambiguas y abstractas, como por ejemplo “pórtate bien con tu hermano”, tan solo deja margen de maniobra para que sigan produciéndose problemas, ya que no hay referencias acerca de cuáles son los límites de esa regla a cumplir y, ante la falta de información, cada uno adopta la interpretación que más le conviene.

Establecer reglas que en realidad son sermones. – Las normas deben ser relativamente cortas y fáciles de expresar en pocas palabras, y de entender; de no ser así es muy probable que se olviden. Es importante distinguir entre la norma en sí y la explicación que la rodea, lo cual nos lleva al siguiente error común en el establecimiento de límites.

No explicar qué sentido tienen las reglas. – Las reglas deben estar respaldadas por una argumentación acerca del por qué existen, de otro modo serán vistas simplemente como una imposición o una demostración de poder por parte de los adultos. El verlo de esta manera predispone al adolescente a rebelarse ante esos intentos de imponer reglas que el interpreta como arbitrarias.

No explicar el porqué de los castigos. – Los castigos (evitar los físicos) siempre tienen que ir acompañados de una explicación de su razón de ser, es decir, por qué lo que el o la adolescente se considera como mal comportamiento; y cuáles son las consecuencias de esas conductas inadecuadas. De ese modo se elimina la idea de que esto es arbitrario.

No ser consecuentes. – Una regla que no es aplicada, es en la práctica una regla que no existe. Por eso es fundamental que seamos realistas al pensar cuáles serán esas reglas a cumplir, evitar hacerlas muy fáciles o muy difíciles, analizar el propósito de lo que estamos planteando, y ser realistas, porque si es difícil de realizar tanto para el hijo como para nosotros será complicado dar seguimiento, y terminaremos tirando la toalla por las molestias que genera tener que estar castigando o criticando el comportamiento una y otra vez. Del mismo modo, el castigo no debe ser muy exagerado porque, entre otras cosas, en el momento de aplicarlo no nos sentiremos cómodos con ello y haremos como si nada hubiese ocurrido.

No dar ejemplo. – Aunque algunas reglas solo tengan sentido al ser aplicadas a menores de edad, otras tienen sentido para todos los miembros de la familia; por ello es importante dar ejemplo, esto significa esforzarnos por no salirnos de esas pautas de conducta y, en caso de que alguna vez nos equivoquemos y las incumplamos, demostrar que somos conscientes de que hemos obrado mal. De este modo no evaluaremos esas normas y, a la vez, haremos que en la mente del o la adolescente cumplirlas vaya asociado a la idea de ser una persona madura, adulta.

Convertir las críticas en luchas. – No debemos caer en el error de que cada vez que apliquemos las reglas al ver algún incumplimiento se inicie una lucha por ver quién tiene la razón. El adolescente va a confrontar y tratar de evitar el castigo, por ello todos los puntos anteriores se ligan a este, pues nuestro rol no es de verdugo, sino de informar y dar apoyo ante el posible problema que ha generado ese mal comportamiento; las reglas, una vez que las hemos aplicado, deben de ser algo ajeno a nosotros, y nosotros debemos comportarnos con una actitud constructiva y de crítica hacia las acciones, no hacia la persona.

“Un niño deja de ser un bebé cuando empieza a preguntar a sus padres de dónde viene. Y deja de ser un niño cuando no quiere decirles dónde va”.  Jaume Perich.