- “Qué haría Dios en mi lugar, o qué haría yo en el lugar de la persona que me necesita …”, se cuestiona.
- “No pierdan la paz de su corazón y de alguna forma nunca olviden esa presencia de Dios vivo y resucitado”.
Rebeca Aguirre / La Voz de Durango
Un miércoles 9 de mayo, pero de 1990, en la Explanada de la Soriana Jardines, el papa Juan Pablo II celebró la Eucaristía ante miles de fieles católicos, en donde también ordenó a 82 sacerdotes de diferentes Diócesis del país, los cuales tuvieron el gran honor y la bendición de recibir el sacramento del sacerdocio ministerial de manos del Sumo Pontífice.
Entre los sacerdotes ordenados pertenecientes a esta Iglesia local, se encuentra el presbítero Francisco del Campo Galindo, quien se desempeña como párroco de la Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción de esta ciudad.
SU FAMILIA
El padre Francisco del Campo Galindo viene de una familia numerosa, de unos padres ejemplares, Manuel del Campo Pantoja (de feliz memoria) y Consuelo Galindo; fueron 13 hermanos en total, sin embargo, viven solo 10. Platicó que en esta experiencia de su caminar durante estos 32 años como sacerdote, ha tenido muy en cuenta toda esta historia que Dios le ha concedido vivir.
Relató que su tío, el padre Beto del Campo, conocido por la sociedad duranguense hace algunos ayeres, fue una riqueza en su vocación, debido a que ahí surgió su deseo de ser sacerdote, pues su ejemplo, testimonio y enseñanzas fueron muy plenas, ya que no solo él hablaba o predicaba con palabras sino también con hechos y el ejemplo de su vida, de amor, de servicio, de entrega.
Fue el padre Valeriano, rector del Seminario, quien convocó a quienes estaban en su año de pastoral, les llamó y manifestó su deseo de que fueran ordenados por al Santo Padre. Fueron convocados 100, pero solo 82 ordenados.
SACERDOCIO
Del Campo Galindo platicó para La Voz de Durango, sobre su primera experiencia como sacerdote. Fue en Rodeo donde se desempeñó como vicario, durante dos años y siete meses. De ahí partió a Gómez Palacio, como vicario de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, por un año y nueve meses.
Años después, pasó siete años como párroco en Cuencamé, y después en Gómez Palacio en la parroquia del Perpetuo Socorro del 5 de Mayo donde permaneció un año y dos meses.
Luego lo trasladaron a Durango donde le dieron el nombramiento de Asesor de la Pascua Juvenil durante cuatro años dando un gran impulso al evento de Pascua Juvenil donde se lograron formar 12 centros con una participación de unos tres mil 500 jóvenes.
Más tarde, prestó servicio en la Arquidiócesis como encargado de ver y velar por los sacerdotes enfermos y mayores de edad, y más tarde se le encomendó la parroquia de San Francisco de Asís de la colonia Francisco Zarco, por nueve años.
Hace seis años se desempeña como párroco de la Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción.
EL PADRE AMIGO
Pancho del Campo no solo es un sacerdote, es también un buen amigo, buen hijo, buen hermano, es un ser humano en toda la extensión de la palabra porque sabe escuchar, ayudar al prójimo y ser empático con quien lo busca, ya sea por alguna necesidad, un consejo, un problema, una confesión o simplemente ser escuchado.
“Una de las cosas más importantes para mí es buscar esa vida interior, esa vida espiritual que se tiene que estar alimentando, enriqueciendo; una de las cosas que de alguna forma he aprendido a hacer parte de mí son aquellas situaciones que la persona cuando se acerca y me platica, trato de hacer mías sus realidades y me pregunto, qué haría Dios en mi lugar, o qué haría yo en el lugar de la persona que me necesita”.
SU MENSAJE
A los feligreses durante estos 32 años de sacerdocio, el padre Pancho les envía un mensaje como agradecimiento: “Nunca pierdan la esperanza de que todo ha de ser mejor el día de mañana, no pierdan la paz de su corazón y de alguna forma nunca olviden esa presencia de Dios vivo y resucitado, y sobre todo la presencia de María Santísima, que siempre nos va a proporcionar lo necesario para seguir los caminos de su hijo Jesús… No tengan miedo, Dios nunca nos abandonará y Él siempre proveerá lo que necesitamos para vivir”.