MTF. Alfredo Arévalo
Hay ocasiones que se presenta en la familia un conflicto debido al lugar que se le está dando a la persona con la que se comparte la vida y los hijos. Social y familiarmente la mayoría de nosotros hemos escuchado que cuando tienes un hijo todo cambia, las responsabilidades son diferentes, hay que estar al pendiente de lo que necesiten, ya tienes que estar al 100% al cuidado de ellos.
Y entonces si estas al 100% como padre, ¿Qué pasa con la pareja?, algunos de mis pacientes responden, pues ella o él está a mi lado, también es padre o madre, para algunos uno se dedica al hogar y otro a trabajar, hay acuerdos en la relación que los han llevado a tener que cumplir con diversos aspectos y estar en un rol.
Como ya hemos platicado en otros artículos, a lo largo de nuestra vida nos topamos con diversos mandatos, dentro de la familia, en la sociedad, y después de un tiempo en la relación, estos mandatos en ocasiones los seguimos sin cuestionarnos el porqué de cierta situación, la respuesta ya está explicada, pues mi padre o madre lo hacía de esta manera…, en mi familia decimos que…, el dinero se utiliza así porque me enseñaron…, en Durango las costumbres son…, yo con mi pareja hago esto porque…, etc.
El identificar qué mandatos estamos siguiendo nos ayuda a comprender desde qué perspectiva estamos actuando, nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos, y lo más importante, a modificar todos aquellos que son obsoletos en la dinámica familiar actual, pues lo que les sirvió a mis padres no quiere decir que me tiene que servir a mí también.
Partiendo de esta idea también podemos cuestionar los mandatos sociales, pues obviamente las costumbres han cambiado, los roles de las familias también, no obstante, irónicamente, al no cuestionar nuestros mandatos continuamos repitiéndolos.
En este sentido cuando la pareja aún no tiene hijos la convivencia es diferente, pues siguen haciendo cosas de pareja, se divierten en pareja, viajan en pareja, etc.; luego cuando llega el primer hijo todo se modifica, y es natural que la pareja trate de buscar un equilibrio para que esto siga funcionando, donde se llega a complicar la relación es cuando tratan de posicionarse en un lado. Los dos son padres, y no han dejado de ser pareja.
Este equilibrio en ocasiones los posiciona en los roles que cumplían sus propios padres, y se dicen “en mi casa mi padre trabaja y mi madre cuida de los hijos, así debe de ser por…” y dentro de la explicación todo suena muy razonable, pues también se utiliza el argumento de que a ellos les funcionó.
Pero en ocasiones él no es como papá, ni ella como su mamá, y como todo lo que se comienza a hacer a partir de una obligación, se siente forzado, y se convierte en una causa de conflicto.
De manera automática al llegar un hijo la relación se enfoca de manera individual en buscar ser mejor padre, o mejor que el propio padre; si hubo carencias afectivas se tratan de compensar a su hijo para que no viva lo mismo, igual con las carencias materiales, se comienza a ser padre tratando de sanar lo que nosotros sufrimos como hijos, esto es algo natural, la mayoría de las familias va modificando estas situaciones y buscan ser buenos padres a su manera.
Partiendo de la idea que en realidad no sabemos ser padres, vamos aprendiendo con la práctica, se cometen errores y se corrigen con el tiempo. Pero como se nos dijo que teníamos que estar al 100% con nuestros hijos nos olvidamos de la pareja, y esta dinámica se queda pausada durante mucho tiempo, en un principio no se le pone atención porque ambos están enfocados en aprender a ser padres, pero luego comienzan a sentir ese vacío en pareja, ya no hay tiempo juntos, la dinámica incluye al hijo.
Entonces la relación en pareja que estaba pausada comienza a decaer, cuando inician un proceso terapéutico la idea es que la relación se va a terminar, que ya todo está mal, que no se puede rescatar. Lo importante que se debe de entender es que ambos han aprendido juntos a ser padres y se esforzaron para mejorar, eso mismo se debe de hacer en la relación de pareja.
Buscar cosas que hacer juntos, recordar que era lo que disfrutaban juntos, darse un tiempo para disfrutar a la pareja. Algunos se detienen porque creen que al hacer esto dejarán de ser buenos padres, pero están equivocados, pues al mejorar la relación se mejoran los tres pilares que hemos mencionado antes, la comunicación, la confianza y la intimidad; y con ello es posible crear acuerdos en pareja y en familia, se trabaja para mejorar la vida de pareja para que la familia mejore también, y este crecimiento se da a la par.
Ambos son padres, pero también pareja.
“De esto se trata ser padres, de estar cuando tu hijo te lo pide”. Gilbert Keith Chesterton.
Si quieres iniciar un proceso terapéutico personal, de pareja o familiar, puedes contactarme al 618-152-79-65; estaré encantado de atenderte.