MTF. Alfredo Arévalo
Para la mayoría de las personas cuando se habla de duelo, ya sea personal o de un ser querido, aparece el miedo de que este se convierta en depresión o un duelo patológico que es difícil de superar. El duelo es un proceso normal por el que se suele pasar después de una pérdida, esta experiencia nos obliga a gestionar nuestras emociones para poder superar y adaptarnos a esta pérdida.
El problema ocurre cuando la evolución de este duelo no es adecuada y termina por dar lugar a un círculo vicioso de malestar que genera aún más dolor emocional; en casos así surge lo que se conoce como duelo complicado o patológico, donde observaremos síntomas similares, pero más intensos, de mayor gravedad y con una mayor duración
¿Cómo es el duelo normal?
El duelo dentro de un proceso normal que puede aparecer cuando se da una pérdida que genera un fuerte impacto psicológico, ya sea la muerte de un ser querido, la ruptura de una relación, la pérdida de trabajo o la pérdida de una parte del cuerpo a causa de una enfermedad, entre otras experiencias similares.
Luego de la pérdida se inicia un periodo de adaptación donde el sujeto puede mostrar síntomas emocionales, físicos, cognitivos, relacionales, y comportamentales en general, se encuentra en una etapa de transición donde se busca recuperar el equilibrio, para ello debe adaptarse a la vida sin esto importante que perdió.
La evolución del duelo puede ser distinta para cada persona, pero se ha observado que en el caso de la muerte de un ser querido, normalmente aparecen varias fases características: Primero está la fase inicial en la que se produce un shock ante la noticia del fallecimiento o pérdida, en este caso puede haber descontrol emocional o todo lo contrario bloqueo; luego llega una fase de dolor intenso o pérdida (en este punto el sujeto es más consciente de la pérdida, hecho que supone un aumento de dolor, puede reaccionar evitando todo estímulo que le recuerde al fallecido) y la fase de resolución (esta fase supone la adaptación y aceptación de la pérdida).
Si te interesa saber más sobre las etapas, en otro de mis artículos los explico a profundidad, de manera general las etapas son 5: Negación, Ira, Negociación, Depresión o Tristeza, y Aceptación
Lo que quiero explicar en esta ocasión son algunos de los síntomas que podemos identificar al momento de estar viviendo un duelo, pues estos ayudan a que el sujeto pueda hacer frente a la pérdida, adaptándose a ella y superándola.
En un primer momento observamos agitación que genera movimiento, o todo lo contrario, un embotamiento afectivo. Luego se comienza a aceptar lo que está pasando, está perdida ya se ve como algo real y dentro de nuestra vida, surgen la pena y el dolor. Pasadas unas semanas pueden aparecer síntomas depresivos, ansiedad e irritabilidad; y por último quedará la sensación de plenitud, en la que la persona es capaz de rememorar el pasado sin sentirse muy mal.
Por otro lado, es típico que en las primeras fases los síntomas sean más físicos, para posteriormente predominar más los psicológicos.
Ya que conocemos el proceso normal de un duelo, ahora veremos cuáles serían las complicaciones, para comenzar los síntomas son iguales, solo cambia la temporalidad e intensidad de estos. Es decir, en el duelo patológico observaremos que estos síntomas duran más tiempo y en vez de ir mejorando estos se mantienen o incluso empeoran, aumentando su impacto emocional.
De este modo, los rasgos característicos del duelo patológico son un sentimiento de tristeza profunda y pensamiento permanente acerca de la pérdida, dificultad de la concentración en los distintos ámbitos de su vida, atención extrema centrada en el recuerdo del fallecido, deseo y añoranza extremas, dificultades para aceptar la muerte, aislamiento social y sentimiento de alienación, resentimiento por la pérdida, sentimiento de que la vida no tiene sentido, disminución de la confianza en uno mismo y dificultad para disfrutar de la vida.
Otras conductas que podemos observar en el duelo complicado son dificultad para realizar las actividades de la vida cotidiana, sentimiento de culpa, y en los casos más extremos, ideación suicida (deseo de morir, muchas veces mediado por la creencia religiosa de poder quitarse la vida y así reunirse con la otra persona).
Algo importante que debemos observar es el tiempo, pues es a partir de los 12 meses cuando podemos considerar que un duelo es complicado, aunque no es la única variable que el terapeuta tendrá en cuenta; tiene que valorar otras características del sujeto, puesto que como hemos dicho un duelo normal también puede presentar distintos tiempos de duración sin ser este hecho patológico. Por tanto, será importante el criterio clínico para hacer diagnóstico de duelo complejo persistente, teniendo muy en cuenta el modo en el que la persona experimenta el malestar.
Otro factor que ayuda a distinguir entre los dos procesos es cómo se da el inicio. En el duelo normal los síntomas suelen aparecer en el momento o a los pocos días de darse la pérdida; en cambio, en el caso del duelo patológico este se puede observar semanas o meses después, considerándose duelo retrasado, dándose una negación del duelo, otro criterio distinto es cómo la persona se identifica o relaciona con el fallecido, cuando es duelo complicado el sujeto puede creer que es el fallecido o que una parte de esa persona está dentro de su mente de un modo literal.
En lo referente al duelo complicado, también pueden presentarse síntomas psicóticos como delirios o alucinaciones complejas; en cambio, cuando el proceso es normal puede aparecer alguna alucinación como creer oír u oler al fallecido, pero sin ser tan complejas, y el sujeto en todo momento es consciente de que lo que percibe no es real.
Debemos tener en cuenta además la cultura del sujeto que estamos evaluando, ya que dependiendo de esta podremos valorar si algunas de las conductas que realiza son normales o no. Así pues cuando el proceso de duelo no es patológico podemos observar conductas propias de la cultura y contexto social del sujeto; en cambio cuando el duelo se complica se muestran conductas anormales no vinculadas con la cultura, comportamientos que extrañan y preocupan a su entorno.
“La sabiduría cura la melancolía, sólo con que seamos capaces de permitir que nuestro duelo y nuestro dolor se vean aliviados”. Harold Bloom.
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