MTF. Alfredo Arévalo
En algún momento de nuestra vida nos hemos cuestionado sobre nuestra madurez, ¿Qué tan maduros somos? ¿qué tan madura es nuestra pareja?, etc., y es que este rasgo se ha determinado como uno muy importante a la hora de relacionarnos con los demás.
Este rasgo se determina a lo largo de nuestras vidas en relación a las experiencias que la persona va configurando de forma continua el carácter y los rasgos de personalidad propios.
Se puede decir que la madurez psicológica está compuesta por muy diversas y complejas características, en las que la combinación de aspectos afectivos e intelectuales o cognitivos deviene un punto principal.
Así, podemos entender la personalidad madura como el conjunto de aptitudes que nos ayudan con el conocimiento necesario para poder expresar la afectividad, así como la capacidad para formar una opinión y tener un criterio razonable, sensato y basado en argumentos sólidos y validables.
Todo ello permite un satisfactorio desenvolvimiento en las distintas áreas personales: las relaciones familiares, los vínculos sociales o el ámbito académico-profesional.
¿Por qué es importantes la afectividad?
El poder expresarnos en base a nuestro conocimiento de la afectividad y su adecuada expresión se describe como importante, pero, ¿qué es la afectividad? Este concepto se define como la capacidad del individuo para reaccionar de manera psíquica y subjetiva, mediante emociones y sentimientos, a estímulos tanto internos como externos.
Dicho de otra manera, es nuestra capacidad de expresarnos emocionalmente; el hacerlo ayuda a poder relacionarnos de una mejor manera, y al no tenerla nos crea conflictos de manera interna debido a los cambios.
Estas reacciones afectivas producen cambios internos en la persona que se describen en función de las siguientes dimensiones: placer-displacer (si el estímulo es agradable o desagradable), excitación-tranquilidad (si el estímulo aumenta la respuesta nerviosa del individuo o la atenúa), tensión-relajación (si el estímulo crea una respuesta de alerta o de distensión en el sujeto), aproximación-rechazo (si el estímulo genera atracción a la vinculación o alejamiento en la persona) y activación-bloqueo (si el estímulo impulsa o impide actuar al individuo).
Un entendimiento y manejo eficaz de la efectividad se define por una competencia esencial que consiste en comprender qué función poseen las emociones y los sentimientos, así como el convencimiento de que son fenómenos transitorios que pueden regularse y controlarse a través de recursos y estrategias psicológicas.
Inmadurez afectiva
Como mencionaba, una mala gestión de la afectividad en las personas puede derivar en una serie de déficits o problemas que dificultan la forma en cómo éstas se relacionan con el entorno.
Por ejemplo, en los vínculos sentimentales o en relaciones íntimas las personas afectivamente inmaduras tienden a establecer relaciones amorosas sobre una base poco sólida e incoherente, de modo que se elabora una idea de la relación (o del amor) demasiado idealizada o irracional.
En estos casos, la probabilidad de desarrollar dependencia emocional hacia la pareja puede ser más alta, puesto que se concibe a la otra parte de la relación como “el todo”, y no se genera espacio de desarrollo individual.
Así, la manera de ofrecer y recibir el afecto (o el amor) deviene disfuncional bien por exceso, como ocurre cuando se establece dependencia emocional o idealización de la pareja, o bien por defecto, cuando existe un desconocimiento e incapacidad para comprender y expresar la afectividad adecuadamente.
Indicadores de la inmadurez afectiva
Según el libro ¿Quién eres? De la personalidad a la autoestima, de Enrique Rojas, menciona que existen una serie de indicadores concretos que pueden ser útiles en la identificación de un patrón de inmadurez afectiva:
- Una discrepancia entre la edad cronológica y la edad mental de la persona.
- Ausencia de conocimiento sobre el propio ser, que implica ignorar cómo las situaciones influyen en las cogniciones, emociones y conducta final del individuo.
- Un nivel de inestabilidad emocional significativa, por lo que la fluctuación en los distintos estados emocionales es excesivamente desmesurada y desregulada.
- Ausencia de capacidad para asumir responsabilidades personales, baja autonomía y tendencia a depender de los demás.
“La madurez de una persona es siempre proporcional a las penurias y al hambre que pasa”. Pere Cervantes
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