MTF. Alfredo Arévalo
Para continuar con el artículo anterior, podríamos pregúntanos ¿por qué nos hablamos mal? Y para dar respuesta a eso tendríamos que analizar que al igual que sucede con muchas de nuestras conductas, nuestros pensamientos son aprendidos, algo aplicable también al tipo de diálogo interno que mantenemos con nosotros mismos. Sin menospreciar la genética, lo cierto es que lo que determina fuertemente nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos son las experiencias vividas. Si hemos aprendido a hablar con nosotros mismos de una determinada manera, esto quiere decir que también podemos aprender a hacerlo de otra. En otras palabras, es posible desaprender el diálogo interno negativo y aprender el positivo, mucho más constructivo y deseable.
Las causas detrás pueden ser múltiples; prácticamente cualquier aspecto de la vida diaria, personalidad y experiencias de la persona pueden haber condicionado su mente para que tenga un autodiálogo crítico consigo mismo. Pero no podemos ignorar el efecto de nuestras relaciones sociales. La familia, como primer entorno de socialización, moldea nuestra forma de pensar, condicionando nuestra forma positiva o negativa de ver el mundo.
En el artículo anterior lo explicaba desde la parte personal, cómo nos afecta, pero si analizamos de dónde viene podríamos ver que posiblemente tuvimos unos padres muy estrictos, que relativizaban nuestros éxitos y se enfocaban en nuestros fracasos, es probable que siempre pensemos en todo lo malo que hacemos, dejando de lado todas las cosas buenas que sin duda hacemos. Las amistades, sobre todo las tóxicas, también condicionan de forma similar nuestra forma de pensar.
Las experiencias vividas tienen bastante importancia. Es habitual que juzguemos nuestra valía, capacidades y lo bien o mal que creemos que algo va a salir en base a lo que ya hemos vivido. Si por ejemplo una vez cometimos un error, es probable que ese fallo lo tengamos muy en cuenta cada vez que intentamos hacer algo que esté relacionado con la situación en la que erramos.
Para entender a mayor profundidad ahora es necesario explicar los sesgos cognitivos que están implicados en esta dinámica y que nos ayudan a que esta mala interpretación de la realidad la sintamos como algo real. Entre estos sesgos encontramos: Magnificación: dar demasiada importancia a un hecho negativo o error. Minimización: restar importancia a un hecho positivo o capacidad personal. Catastrofismo: anticiparse a todo aquello que puede salir mal. Sobregeneralización: sacar conclusiones universales de hechos particulares. Adivinación: creer que se conoce el porqué de la conducta de los demás
Estos cuatro sesgos principales se asocian con un amplio repertorio de emociones intensas y negativas, que dan lugar a un comportamiento poco ajustado a la situación que los encadena. Si se consigue identificarlos se podrá empezar a frenar al diálogo interno negativo.
¿Cómo frenarlo?
Como hemos visto, el diálogo interno negativo afecta mucho a nuestras emociones y conducta y reduce nuestro bienestar y capacidad para afrontarnos a las demandas del día a día. Puede afectar a nuestras relaciones familiares, sociales y laborales, además de impedirnos comportarnos de forma adaptativa para con las oportunidades, retos y situaciones complejas que forman parte de la vida.
Cuida la relación entre tus pensamientos, emociones y conducta
En el momento de experimentar una emoción negativa muy intensa trata de detener ese momento, aunque sea difícil. Anota en una hoja de papel qué es lo que la ha provocado, qué has pensado, qué te has dicho a ti mismo y cómo has interpretado la situación en la que ha surgido. Este es el primer paso, puesto que así detectaremos tanto el origen como consecuencias comportamentales de nuestro diálogo interno negativo.
¿Son pensamientos razonables?
Identifica tus pensamientos y plantéate si son o no razonables. Un pensamiento razonable es aquel que se puede contrastar por la experiencia, de forma empírica, y que no es exagerado para aquello que lo ha provocado.
Genera un pensamiento alternativo
Una vez hayamos entendido cuál es la relación entre nuestros pensamientos, emociones y comportamiento, además de valorar lo poco razonables que son, vamos a pasar a tratar de generar un pensamiento alternativo en clave positiva.
Si no eres capaz de controlar este tipo de conducta es necesario iniciar un proceso terapéutico para que un profesional te ayude a encontrar el motivo por el cual no eres capaz de modificar este dialogo negativo.
“Quizás la mente es mucho más poderosa de lo que nos creemos y aísla los pensamientos negativos y los recuerdos traumáticos”. Armando Rodera.
Si quieres iniciar un proceso terapéutico personal, de pareja o familiar, puedes contactarme al 618-152-79-65; estaré encantado de atenderte.