Palabra Dominical por el arzobispo Faustino Armendáriz

Domingo de la Ascensión del Señor

¿Qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse.

Hch 1, 1-11

Hoy celebramos la solemnidad de la ascensión del Señor, la primera lectura de este domingo nos narra este hecho con algunos detalles que propongo reflexionar: 

  1. Los cuarenta días. El evangelio de Lucas y los otros evangelistas no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Por qué lo introduce Lucas en el libro de los Hechos? ¿Qué quiere decirnos? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir san Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que este se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario, para terminar también de instruirlos sobre el Reino de Dios.
  2. La comida de despedida. Se centra en la orden de Jesús de permanecer en Jerusalén hasta que reciban el Espíritu Santo. Algo parecido había escrito san Lucas en el evangelio: «permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos de una fuerza de lo alto». Aquí queda más clara la referencia al Espíritu Santo, preparándonos para la próxima fiesta de Pentecostés.
  3. La expansión del evangelio frente a la preocupación política. Se supone que el grupo se pone en marcha hacia el monte de los Olivos, porque más tarde se dirá que «se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos». Al llegar allí los discípulos manifiestan su preocupación puramente política: la restauración del reino de Israel. Su pregunta le sirve a Jesús para volver la atención a lo realmente importante: la venida del Espíritu, que les dotará de fuerza para extender el evangelio desde Jerusalén hasta el confín de la tierra. Apenas terminado de decir esto, Jesús es arrebatado, y una nube lo oculta. Mientras los discípulos miran al cielo se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les hablan de la vuelta definitiva de Jesús.

Esta narración de la ascensión nos ayuda a meditar en tres realidades de nuestra vida cristiana, (1) La fe necesita ser asimilada y acrecentada progresivamente, se requiere tiempo y constancia para aprender a ser discípulo-misionero del Señor.

(2) Permanecer y no sucumbir pues la asistencia del Divina es una Realidad.

(3) Las preocupaciones inmediatas de la vida cotidiana son engañosas y pueden robar nuestra atención y descuidar lo realmente importante en nuestras vidas.

Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Arzobispo de Durango

 

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