Palabra Dominical por el arzobispo Faustino Armendáriz

0
77

IV Domingo de Cuaresma

 Para que todo el que crea en Él tenga vida eterna

Jn 3,14-21

La pandemia y la multiplicidad de vacunas existentes ayudan a comprender el evangelio de este domingo. Para san Juan, la humanidad se enfrenta a una epidemia de vida o muerte. Pero solo hay una vacuna válida: la fe en Jesús como Hijo de Dios. Quien acepta a Jesús y creen en Él, consigue la inmunidad en esta vida y la supervivencia en la otra. El negacionista que la desprecia, será víctima de su obstinación.

Para nosotros, la vacuna es gratis. Pero al fabricante le ha costado la vida de su hijo. Los dos han aceptado el sacrificio con sumo gusto.

Con este ejemplo podemos ver como El evangelio enfoca el tema del amor y perdón de Dios de forma universal. San Juan no habla del amor de Dios al pueblo de Israel, sino de su amor a todo el mundo. Pero un amor que no le resulta fácil ni cómodo, en contra de lo que cabría imaginar: le cuesta la muerte de su propio hijo. Además, el evangelio subraya mucho la respuesta humana: ese perdón hay que aceptarlo mediante la fe, reconociendo a Jesús como Hijo de Dios y salvador. Esto lo hemos dicho y oído infinidad de veces, pero quizá no hemos captado que implica un gran acto de humildad, porque obliga a reconocer tres cosas:

  1. a) que soy pecador, algo que nunca resulta agradable;
  2. b) que no puedo salvarme a mí mismo, cosa que choca con nuestro orgullo;
  3. c) que es otro, Jesús, quien me salva; alguien que vivió hace veinte siglos, condenado a muerte por las autoridades políticas y religiosas de su tiempo, y del que muchos piensan hoy día que sólo fue una buena persona o un gran profeta.

Usando la metáfora del evangelio, es como si un potente foco de luz cayese sobre nosotros poniendo al descubierto nuestra debilidad e impotencia. No todos están dispuestos a este triple acto de humildad. Prefieren escapar del foco, mantenerse a oscuras, engañándose a sí mismos como el avestruz que esconde la cabeza en tierra. Pero otros prefieren acudir a la luz, buscando en ella la salvación y un sentido a su vida. Ante esto cual es tu opción.

La segunda lectura de este día, tomada de la carta a los Efesios, nos recuerda que la salvación universal de la que habla el evangelio se concreta en una comunidad concreta de origen pagano: la de la ciudad de Éfeso (situada en la actual Turquía). Antes de convertirse, estaban muertos por los pecados, con un agravante: Dios no les había hecho ninguna promesa de salvación, como a los judíos deportados en Babilonia. Sin embargo, los perdona. ¿Por qué motivo? Porque es “rico en misericordia”, “por el gran amor con que nos amó”, “por pura gracia”. Esto es lo que san Pablo llama en otro contexto “el misterio que Dios tuvo escondido durante siglos”: que también los paganos son hijos suyos, tan hijos como los israelitas. Esta prueba del amor de Dios espera una respuesta, que se concreta en la fe y en la práctica de las buenas obras.

En el contexto de la cuaresma, que se presta a subrayar el aspecto del pecado y del castigo, la liturgia nos recuerda una vez más que nuestra fe se basa en una “buena noticia” (evangelio), la buena noticia del amor de Dios. Nosotros, que somos los herederos de los efesios, debemos reconocer, como ellos, que todo es don de Dios y no mérito nuestro, y que debemos responder con fe y dedicándonos “a las buenas obras” que él nos ha asignado. Es por eso que hoy la liturgia no sugiere el color rosa, signo de la alegría, hoy llamamos a este día, ‘el domingo de la alegría’ pues la Palabra de Dios nos recuerdan el motivo de la alegría: el amor generoso de Dios, las lecturas nos invitan a mirar la obra de Dios lo que implica creer, es decir hacer lo que Él nos dice, y la razón para hacerle caso, para confiar en Él, es porque nos ama. Compartamos el amor de Dios en el visiteo misionero. Este es el reto de las Diócesis y Parroquias hoy; hacer realidad la misión ordenada por el Señor casa por casa y por las plataformas digitales. Las dos tareas son claves para ser una Iglesia misionera ¡Animo!

 

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Arzobispo de Durango