Frente a cargos e investigaciones, Trump divide al país

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Por Gregorio A. Meraz

LA TIMES EN ESPAÑOL

Menos de cinco semanas después de que sus partidarios asaltaran el Capitolio, Donald Trump se dispone a ser juzgado por segunda vez en el Senado, un proceso que ofrecerá al público la explicación más completa hasta el momento del papel del expresidente en el ataque, pero que casi con toda seguridad no resolverá la opinión de una nación dividida sobre su legado.

La división sigue siendo muy marcada a nivel nacional y en California, donde una nueva encuesta revela que más de 9 de cada 10 demócratas, pero menos de 2 de cada 10 republicanos, dicen que creen que Trump fue un importante contribuyente a la insurrección.

Tras el ascenso al poder del presidente Joe Biden, los líderes republicanos Mitch McConnell, en el Senado y Kevin McCarthy en la Cámara de Representantes, trataron de distanciarse del expresidente y de recuperar credibilidad, luego de 4 años de entreguismo y sumisión.

Incapaces de condenar al expresidente, apenas Trump les tronaba los dedos y cobardemente, los líderes republicanos corrían a su encuentro, temerosos de contradecirlo ante crecientes muestras de apoyo a Trump en el país.

El Partido Republicano de Oregón, asegura que el ataque al Capitolio “fue una operación falsa, para desprestigiar a Donald Trump”.

El Partido Republicano de Texas adoptó el slogan de la organización QAnon: Somos la Tormenta, acuñado para advertir que “los enemigos de Trump enfrentarán ejecuciones masivas”.

El Partido Republicano de Arizona, que preguntó a sus militantes si “estarían dispuestos a morir para revertir la derrota de Trump”, censuró a su gobernador Doug Ducey, por certificar a Joe Biden como ganador de la elección en su estado.

En Hawái, el Partido Republicano elogió a los fanáticos de QAnon y promovió a uno de sus miembros que niega el Holocausto.

Esta polarización del partido creado por Abraham Lincoln, se debe a que, con miras a su reelección, Trump “aumentó y fortaleció” la base del Partido Republicano con la afiliación de estadounidenses “Neo Confederados” de extrema derecha; “nacionalistas” y “supremacistas” blancos, tradicionalmente “anti-feds” (anti-gobierno federal) al que antes veían como enemigo, como la milicia OathKeepers, que formó “Bikers for Trump”, la Liga del Sur, Proud Boys y otros grupos extremistas de quienes Trump adoptó el argumento de que “la inmigración desplaza de empleos a los estadounidenses” y que “su invasión, confina a los estadounidenses a la pobreza”.

Pero Trump también sumó a grupos evangélicos y hasta personas ignorantes que mal informadas, adoptan y creen las teorías de conspiración de la Organización QAnon, que prácticamente les lava el cerebro y adoctrina, haciéndoles pensar que “Trump encabeza una lucha contra depredadores sexuales, abusadores de niños y esferas de poder político, económico y hasta religioso que quiere destruir a Estados Unidos”.

Con esta nueva base de conservadores, mezclados con radicales racistas y xenófobos, Trump espera “controlar” las dos cámaras del Congreso, en las elecciones de medio término, que se celebrarán en 2 años, tratando de ampliar esa base radical, que ahora considera le permite tener control de la carrera política de la mayoría de funcionarios y legisladores locales, estatales y federales de ese partido, obligándolos a entregarles su apoyo o terminar su carrera política.

Pero su objetivo inmediato es defenderse de la posible consignación en la impugnación, que podría imposibilitarlo de presentarse para competir para otro cargo en el futuro. Entre otras cosas quiere impedir que se le retire la pensión que se les otorga a los expresidentes, que se investiguen sus actos criminales y que queden expuestas al público el alud de investigaciones y cargos criminales que hay en su contra y que incluyen posibles delitos como la evasión fiscal, fraude al fisco, violación de leyes de financiamiento de campañas, asalto sexual, difamación y muchos más.

Por esa razón, en lugar de llamar la atención de la nueva Congresista Marjorie Taylor Green, integrante del grupo QAnon, a quien congresistas Demócratas y Republicanos pedían fuera expulsada por promover teorías de conspiración, Kevin McCarthy, líder minoritario, la premió con un asiento en el Comité de Educación, lo que muchos consideraron como un insulto, ya que ella asegura que “las masacres estudiantiles de Parkland y Sandy Hook fueron un engaño” y los padres que lloraron la pérdida de vida de sus hijos, eran “actores”.

Por eso, lejos de exigir al peor presidente en la historia de este país, que revele los nombres de quienes fueron beneficiados del Paquete de Alivio Económico de 4 trillones de dólares aprobado por el Congreso, del que su familia, empresas y negocios de Congresistas y funcionarios de su partido recibieron sumas multimillonarias, los republicanos decidieron ignorar los llamados del presidente Joe Biden a la unidad y trabajo bipartidista, y en cambio, se unieron en torno Trump.

Con esa fuerza y esos aliados, Donald Trump considera enfrentar las investigaciones y demandas que le esperan y está convencido de que será “absuelto” de nuevo en el Senado, gracias a los legisladores de su partido, que aún conscientes de la gravedad de los actos de traición y sedición, esgrimirán el argumento de Alan Dershowitz, mercenario del Derecho Constitucional, quien asegura que “es anticonstitucional hacer juicio político a un expresidente, a pesar de saber que el proceso de impugnación comenzó cuando Trump estaba en funciones y que se detuvo temporalmente debido a que Mitch McConnell, hizo una serie de maniobras para detenerlo mientras el ahora exmandatario todavía estaba en el poder.

Fue el mismo McConnell quien introdujo el martes de la semana pasada al pleno del Senado, una resolución para desechar el juicio político. La resolución fue rechazada por 55 Senadores, (50 demócratas y 5 heroicos republicanos).

En el Capitolio, mientras tanto crece la tensión entre legisladores republicanos y demócratas, especialmente en la Cámara Baja, donde Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, revivió una ley que prohíbe a los legisladores ingresar armados.

“El enemigo está entre nosotros” dijo Pelosi, en referencia a legisladores republicanos que han amenazado o manifestado estar de acuerdo en agresiones armadas contra ella y otros legisladores.

La preocupación no es menor.

La policía del Capitolio recibió una carta firmada por 32 legisladores, 31 demócratas y un republicano, que votó en favor del juicio político contra Trump, denunciando que han recibido un gran número de amenazas.

El FBI reportó la captura de un extremista violento, simpatizante de Donald Trump, la semana pasada, con un arma de fuego y 16 mil cartuchos útiles.

Y en California, el FBI anunció la captura de otro extremista simpatizante de Trump, con 5 bombas caseras, 49 armas de fuego y 15 mil cartuchos útiles, además de materiales para construir otras bombas.

De acuerdo con las autoridades, el detenido aparentemente tenía en la mira al gobernador demócrata de California, Gavin Newsom.

Otro hombre de New Hampshire fue arrestado por amenazar con el asesinato de seis integrantes del Congreso “si no aceptaban que Donald Trump es su presidente” y otro hombre de Illinois, fue detenido cuando intentaba ingresar a la Casa Blanca, para “asesinar a cualquier demócrata que encontrara”.

Las amenazas incluyen al Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, quien está bajo la protección del Servicio Secreto, debido a que tanto él como su familia, han sido víctimas de todo tipo de amenazas.

Hasta el momento, el FBI reporta que ha detenido a 164 personas en 39 estados del país, que participaron en el violento asalto al Capitolio, el 6 de enero.

Estados Unidos vive momentos inéditos de su historia, a causa de un expresidente ignorante, inexperto, deshonesto, mentiroso, irreverente y narcisista, que supo engañar a millones de norteamericanos, haciéndoles pensar que era un próspero multimillonario, haciendo alarde de una “fortuna” de 3.000 millones de dólares que, por cierto, debe casi en su totalidad.