Por Azu Macías
La vida es como es… Me lo dijo mi amigo y mi intuición me lo venía susurrando desde adentro en voz de ese Pepe Grillo que todos llevamos dentro, esa personita que los habla como dice Mafalda. Pues “en buen tiempo llegaron estas reflexiones”, me dije sintiendo los hombros pesados y esa tensión que se me viene a la espalda y el cuello cuando me da por querer cargar mis emociones y al mundo, o por lo menos ese mundo mío que es tan mío que a veces ( muchas veces) me cuesta compartirlo o soltarlo.
Menuda tarea esa de soltar, que empieza con las expectativas. Las expectativas son esas ideas pequeñas que van creciendo conforme le ponemos atención a algo y están alimentadas con el “debo”. Qué les cuento que el debo y yo somos amigos desde hace mucho, recuerdo que desde pequeña en un concurso escolar estaba llorando en el coche pensando que “debía” ganar (no sé por qué) pero “debía” hacerlo. Supongo que me hice ideas sobre eso de ganar concursos y así de muchas otras cosas más que se me fueron metiendo en la cabeza y ahora alimentan las expectativas sobre los demás, sobre mi y el mundo, ¿les ha pasado algo similar?
A veces las expectativas son buenas, nos ayudan a entregarnos a las cosas con empeño, sobre todo si están basadas en una observación de la realidad. El problema es que gran parte de las veces desechamos la realidad con lo que deseamos convirtiendo la expectativa en ilusión y esta, a diferencia de la primera, no está basada en hechos, solo en deseos. Esto puede ocasionar que desechemos cosas que contradigan nuestra expectativa o bien que trabajemos tanto que dejemos de disfrutar el proceso y a veces pasa que sea cual sea el resultado nos sentimos insatisfechos.
Cuando uno se mueve con tanta expectativa sobre cómo deberían ser las cosas de acuerdo a un organizador que construimos en la cabeza (y esa construcción se puede volver obstrucción), resulta que deja de ser flexible, se empieza a poner rígido, así como mis hombros cada vez que no quiero soltar; uno deja de disfrutar u observar lo que es la vida, uno sufre, no solo por la vida misma y sus avatares, sino por su idea de la vida. Porque la vida no actúa regularmente según nuestros “debería”, ella actúa como le da la gana porque la vida, es lo que es. Diría Virginia Satir: “La vida no es lo que se supone que debe ser. La vida es lo que es. La forma de lidiar con ella es la diferencia”. ¡Pues, qué gran diferencia! Y esta decisión nos la pone la vida desde hace meses en todo el mundo, la decisión de elegir como lidiar con ella a pesar de las circunstancias y de nuestras expectativas de cómo deberían actuar los demás, el gobierno, los empresarios, o exigiéndonos mucho a nosotros. Pues hoy, por lo menos lo que resta del día, elijo lidiar con ella diferente, aceptando que es lo que es, al igual que yo que a veces me canso, me estreso, lloro y luego me levanto con los ojos lavados y la vista clara, una nueva sonrisa en el rostro, más humana y más suelta, fluyendo con lo que es la vida.
