Por Azu Macías
Decidir es renunciar… «Como profesional dígame qué decisión debo tomar», me dijo con sus ojos llenos de incertidumbre; cuántas veces deseé también que me contestaran a esa pregunta en el pasado, hasta que descubrí que la decisión era el precio que se pagaba por la libertad.
Así es, la libertad es: «la capacidad de elegir dentro de lo posible». Pero para poder tomarla uno debe tener clara la serie de alternativas a seguir. El autoconocimiento es necesario antes de tomar la decisión, porque nos ayuda a ver las herramientas con las que contamos y a partir de ello analizar si podemos entrarle o no a determinado camino, creo que hay que asomarse en la mochila para identificar con cuántas piedras carga cada uno que puedan hacer más difícil el trayecto, desechar las que se puedan y ver cuánto pesan aquellas de las que por alguna u otra causa aún no nos podemos deshacer.
Pero también requiere de honestidad, para contemplar los caminos que no son los que habitualmente tomaríamos, que resultan algo incómodos o difíciles y asumir que cada decisión «libre» conlleva la renuncia de otra. Así es, cada decisión conlleva una renuncia, ese es el precio de la libertad, su ganancia es que aunque uno se equivoque siempre puede volver a decidir.
Pero con cuánta frecuencia creemos que nos han privado de nuestra libertad, ¿cierto? Generalmente esto sucede justamente cuando nos alejamos de vernos a nosotros mismos, empezamos a ser inconscientes en las decisiones que tomamos, ignorando lo que nos condujo a ellas y entonces podemos no solo sufrir sino alargar el sufrimiento al contemplar un panorama limitado de opciones, cuan distintas serían las cosas si al decidir contempláramos incluso las cosas que duelen y las consecuencias de cada decisión, las opciones que nunca hemos probado.
» Desde dónde quieres decidir?- le pregunté- desde la niña que quiere que alguien más le anuncie qué hacer o desde la mujer que analizará sus caminos y asumirá las consecuencias del que tome».
Esta posición resulta trascendente en el camino de convertirse en una persona adulta, la protagonista de su propia película, que no siempre elige las circunstancias, pero decididamente sí elige qué hacer con ellas: irse o quedarse, hablar o callar, abandonar o insistir, todo siempre asumiendo la propia libertad. Y usted ya se preguntó: Ante esta situación, ¿cuáles son mis opciones para elegir y puedo asumir sus consecuencias? Escuché atento y encontrará las respuestas.