Ideario

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Por Azu Macías

Las fortalezas de la familia… En aquella sesión la familia venía confundida, no sabía cómo había llegado a tener aquel problema de conducta en su hija que últimamente que pegaba a los demás y había sido reportada por la maestra en repetidas ocasiones. Cuando llegaron su madre sentía que había hecho un mal trabajo; al investigar nos dimos cuenta que la niña extrañaba a su papá, quien se había ido a trabajar lejos en los últimos meses, por lo que una de las primeras conclusiones a las que llegamos fue que ella no sabía cómo manejar sus emociones y había confundido la tristeza con el enojo, pero esperen un momento, porque también nos dimos cuenta que no era la única triste en casa: su madre también extrañaba a su pareja porque ahora tenía que hacerse cargo sola de la crianza aunque económicamente les iba mejor.

Como esta familia hay muchas en nuestro país viviendo múltiples retos y que se sienten desairadas con los problemas que se les presentan en el día a día relacionados con cómo criar a los hijos, quienes además están inmersos en una cultura que promueve las caretas y acepta la violencia de una forma muy natural. Aunado a esto, el inadecuado manejo de emociones no nos permite gestionar lo que sucede dentro de nosotros de manera adecuada ni regularlo, de modo que algunos lo esconden hasta que les explota y otros lo liberan sin importar el daño que pueda causarles a sí mismos o a otros.

“¿Qué manejo haces tú de tus emociones?” Les pregunto constantemente a los padres en sesión y muchas veces me dicen que las esconden para que sus hijos no las noten… pero las notan; y lo que notan también es que no saben cómo hacerles frente, porque ser buen padre no es sentirse bien todo el tiempo, es ser humano y con esa humanidad sentir enojo, desesperación, frustración. El reto más bien consiste en que como adultos si no aprendimos de niños vayamos aprendiendo cómo regularlas para enseñarles a nuestros hijos que aunque uno se enoja intenta no agredir, que cuando uno está triste puede pedir apoyo o un abrazo, que cuando uno se frustra al caer se puede levantar y corregir el error. Decir: “Estoy triste porque eso no me salió, pero al rato se me quita, estaré bien”, puede empezar a dar confianza a los hijos de hablar de las emociones en casa y no guardarlas.

Esto con lo que los padres afrontan las dificultades yo lo llamo fortalezas de la familia, que pueden ir desde cosas que se hacen por protección, por querer transmitir libertad o confianza, por querer estar unidos, por querer promover el éxito. A veces las formas fallan, pero la fortaleza ahí está, solo requiere ser reconocida y moldeada a una que funcione mejor. Todos tenemos fortalezas que nos ayudan en el día a día y reconocerlas es esencial para que podamos apoyar a los hijos a explorar las propias y así hacer frente a los desafíos que conlleva la vida. Cuando los propios padres descubren sus fortalezas más libres de la culpa de equivocarse, generalmente veo que se encuentran en un mejor lugar para ayudar al niño a salir de la etiqueta que se le ha puesto como “el mal portado”, a una en la que también observe que tiene fortalezas y cualidades desde las cuales puede hacer un mejor manejo de sus emociones.

Trabajar en las emociones es necesario no solo en nuestros niños y jóvenes, también en los adultos que los iremos guiando. Es un reto grande que con nuestras fortalezas podemos enfrentar. Observe el manejo que hace su hijo de las emociones y pregúntese “¿Cómo he estado manejando las mías?” Creo que es un buen inicio.