IDEARIO

Por Azu Macías

El que falla en planear, planea fallar… Mi padre dijo eso en un discurso de la cena navideña hace ya varios años, no sé si él lo recuerde, pero esa frase se me metió tan dentro que posiblemente de forma inconsciente me llevó a ir haciendo cada vez más consciente mi proceso de planeación ante los proyectos que deseaba emprender.

Y es que cada inicio de año está lleno de fe sobre lo que podremos lograr esta vez, sobre nuestras expectativas puestas en una mejoría en nuestras vidas que puede ir desde ir al gimnasio, ser puntual, ser más ordenado, ahorrar (ahora sí), ser menos gritones, pelear menos, ir al nutriólogo o en su caso hacer ahora sí la dieta bajada del internet. El último día del año adquirimos emocionados las uvas y vamos preparando con anticipación los deseos que pediremos, no vaya a ser que en la emoción del momento se nos olviden o nos atragantemos.

La cuestión es que después hacemos memes sobre los deseos que no cumpliremos porque mentalmente estábamos en realidad preparados para perder la batalla antes de comenzar. Escucho en mi trabajo y mi vida comentarios varios: “es que no se puede ahorrar con esta crisis”, “es que es de flacas traumadas ponerse a dieta, yo así vivo más feliz”, “es que no tengo fuerza de voluntad”, pero bueno, cuando yo me empecé a cambiar el chip del no se puede y comencé a buscar las formas de poder, mi vida comezó a cambiar.

¿En qué consiste la probabilidad de éxito? Primero que nada en ser específico sobre lo que se quiere lograr, no se trata de decir quiero bajar de peso, sino especificar cuántos kilos quiero bajar, cuánto quiero ahorrar y en cuánto tiempo; aquí entra el segundo aspecto: hay que tener un plan sobre cómo se va a lograr, qué pasos específicos se van a tomar; a continuación debemos considerar qué vamos a ganar con ello, porque si es algo que nosotros en realidad no queremos posiblemente a la primera dificultad lo abandonaremos, por lo que buscar el beneficio personal es importante, pero también lo es buscar el beneficio o consecuencias del proyecto para los que nos rodean al seguir metas que vayan construyendo o afianzando determinadas creencias o valores personales.

Llegados a este punto hay que considerar los elementos que nuestra experiencia nos pueden aportar, es decir: ¿qué funcionó mal anteriormente?, pero, sobre todo, saber que no importa qué edad se tenga, siempre se puede volver a comenzar a reafirmar o replantear un proyecto de vida que nos haga sentir más plenitud con nosotros mismos, con el entorno al que pertenecemos y las personas a las que amamos, planearlo y ahora sí llevarlo a cabo de manera flexible, con entusiasmo y enfoque.

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