Ideario

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Por Azu Macías

¿De quién son los temas pendientes?… Las personas se presentan en recuerdos y la sensación de cercanía nos invade; parece que escuchamos sus voces en determinados momentos del día y nos van guiando para tomar nuestras decisiones a cada paso, desde la más simples, hasta las más complejas. Aún me escucho quejarme de las reglas de mi madre en casa, me parecían exageradas y ahora que vivo sola, su voz integrada en mi ser me recuerda quitarme los zapatos antes de subirme a la cama, lavar mi plato después de usarlo, entre una lista de muchos etcéteras que acarreo conmigo con otras tantas que yo fui diseñando a mi manera.

Es por lealtad y esa lealtad a la organización familiar y a su forma de hacer las cosas se lleva en la mochila interna que uno toma cuando decide ir transitando el camino que llamamos vida; específicamente en nuestro país la lealtad se convierte en un valor sumamente necesario en las familias, en las que solemos reunirnos para festejar, pelear o llorar. Es común escuchar la frase “quien le hace algo a mi amigo es como si me lo hiciera a mí mismo”, con esas creencias vamos armando nuestras experiencias y un sinfín de emociones.

Pero existen ocasiones en que uno no está tan consciente de esas voces aunque recibe y actúa los que se convierten de a poco en mandatos que sentimos necesarios para vivir. La lealtad entonces puede convertirse en un arma de dos filos, por lealtad podemos hacer las cosas más maravillosas del mundo como pactos de amor y al favorecer que el otro pueda realizar una acción benéfica para sí mismo las lealtades rescatan, permiten crecer y generar una sensación de pertenencia, de plenitud.

Por otra parte, hay asuntos que se dejan pendientes por lealtad, hay lealtades que no nos dejan vivir nuestra propia vida, por ejemplo: el hijo que por lealtad a la familia de adictos es adicto también, como la mujer que busca incansablemente pareja, pero siempre parece terminar sola como la mayoría de las mujeres de su familia, el hombre que leal a su clan no quiere hacerse cargo de sus hijos, luego intenta ser buen padre con otra familia y repite la misma historia como si no pudiera desprenderse de esa forma de actuar, como si fuera leal a alguien más y generalmente así es: es leal a una historia familiar.

Las lealtades invisibles pueden no favorecer nuestro crecimiento, obstaculizar la toma de decisiones en nuestra vida y llevarnos por ciclos sin fin hasta que descubramos a qué miembro de la familia pertenece el asunto pendiente que estamos cargando, a quién estamos intentando sanar. Generalmente están asociadas con algún secreto en la familia o una herida muy profunda que por lealtad alguien repite, entregando su propia sensación de bienestar. Para poder forjar el propio camino hay que checar las lealtades que tenemos y si nos favorecen u obstaculizan nuestro crecimiento. El miembro que se decida a hacer las cosas distinto, sanará no solo su vida, sino al clan familiar y con ello la necesidad del sistema para repetir sin cesar los mismos eventos.